Puerta grande para los tres rejoneadores en Tarancón
En una tarde nublada al principio, casi amenazando lluvia, luego lució espléndidamente el sol, con alrededor de medio aforo en el coso taurino portátil de Tarancón para presenciar la corrida de rejones que protagonizaron Francisco Benito, Leonardo Hernández y la joven promesa Manuel Manzanares.
Se lidiaron novillos de la ganadería de Pilar Población, de Fresno Alhóndiga (Salamanca) con punta de lanza en ambos, con juego desigual, aunque muy bonita estampa y fuerza de salida. Alguno se quedó algo más parado, pero la monta de los jinetes permitió sacar el máximo de rendimiento sobre la arena.
Francisco Benito, a pesar de no ejercer en las últimas temporadas, prepara el festejo de su ciudad natal con mucho cariño y lo da todo para agradar al respetable y contribuir a lo mejor del festejo. Con una cuadra bien cuidada, lució con los cinco corceles en toda la suerte. Entregado, el primero recibió bien el primer rejón y hasta le puso la rosa, después de un par de cortas. Un rejón algo caído y un descabello a pie, le valió una oreja.
En su segundo, muy centrado con más fuerza el novillo, llegó bien al caballo, el público más centrado ya también en la lidia, hizo una faena muy completa, desde el rejón, pasando por las banderillas certero en el de muerte, logró dos orejas.
Leonardo Hernández lleva una buena temporada y de alguna forma quería demostrar en Tarancón su condición. En el primero posiblemente un poco más frió, logro una oreja, pero en el segundo quería lógicamente superar el listón que había puesto ya alto el taranconero Benito y sacó lo máximo del novillo, merced a ese dominio que posee sobre una cuadra completa. El público volcado pidió los máximos trofeos, dos orejas y rabo.
Manuel Manzanares no quería estar por debajo de sus compañeros de terna y en el primero de su línea siguió la línea de ambo e igualó los trofeos, una oreja. Pero con el que cerraba plaza, cuando el público suelo comenzar a moverse de los asientos, esa alrededor de media entrada del aforo, el chaval, que monta muy bien y tiene una buena cuadra, lo intentó pero con menos fortuna, tanto en las entradas hacia el novillo como pinchando. El público premio su tenacidad con una oreja, por lo que garantizaba acompañar por la puerta grande, a hombros a sus compañeros.