Es campeón de España de natación adaptada en categoría infantil, se ha proclamado dos veces mejor nadador de Castilla-La Mancha y ha logrado 24 medallas en otras competiciones. Estos son los triunfos deportivos de Adrián González López (Tarancón, Cuenca, 2008) aunque el ‘torneo’ más importante lo gana todos los días al desenvolverse con soltura en sus estudios y en su vida cotidiana tras haber perdido hace dos años el 90% de su visión debido a un problema en la retina.
Su particular ‘campeonato’ comenzó en mayo de 2020, en pleno confinamiento, cuando empezó a notar que no veía bien. Después de varias pruebas, en verano le diagnosticaron la enfermedad de Stargardt, una degeneración precoz de la retina, en concreto de la mácula, de origen genético. Tras el impacto inicial, Adrián asumió la situación con entereza a pesar de su corta edad. “En vez de venirse abajo, que hubiera sido lo normal, se ha venido arriba. También podría haber sufrido el rechazo de sus compañeros pero no ha sido el caso”, explican sus padres.
Tras ponerle nombre a su enfermedad, el chico, entonces con doce años, entró en la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE), que ha tutelado su adaptación educativa en el IES La Hontanilla de Tarancón. “Ha sido nuestra salvación”, reconoce su progenitor.
ADAPTACIÓN PAULATINA
El primer curso escolar (2020-2021) tras el diagnóstico, que coincidió con el paso de Adrián del colegio al instituto, fue el más complicado, cuenta el joven. “Empecé con los libros normales y llevaba una lupa para ampliar. Escribía en una especie de pautas con rotulador gordo y letra muy grande. Pero era bastante lento y necesitaba mucho papel”, recuerda.
Desde entonces y con el apoyo de los profesionales de la ONCE, ha ido incorporando paulatinamente diferentes medios que le facilitan su aprendizaje, contando en la actualidad con un portátil en el que tiene los libros digitales y una telelupa (un dispositivo que enfoca a la pizarra y traslada la imagen al ordenador de Adrián, que ve el contenido ampliado), entre otros recursos. Además, su aula cuenta con una pantalla digital y una pizarra blanca en la que escriben con rotulador negro o azul. “Los verdes y los rojos los veo mal”, detalla.
También tiene un pupitre especial, más grande, para acoplar con holgura todos sus dispositivos y hace sus tareas en un cuaderno digital. Y para la asignatura de matemáticas, ha aprendido a usar en el ordenador una aplicación de la ONCE específica para esta materia. “Los problemas son cada vez más complicados y antes necesitaba muchos folios para hacer los ejercicios en papel. Era muy engorroso”, apunta.
En cuanto al resto de asignaturas, en Plástica le adaptan los dibujos que debe hacer y en Educación Física, han cambiado el color de los conos y no se hacen juegos en los que haya riesgo de que el balón dé en la cara a Adrián. “Cuando tienes problemas de visión, los golpes en la cabeza son peligrosos”, relata.
Y también ha aprendido Braille, el sistema de lectura y escritura táctil diseñado para personas con discapacidad visual y que está basado en puntos en relieve. Los viernes, una profesora de la ONCE se desplaza a su instituto para darle clase una hora. “Ya soy capaz de leer pero me falta coger velocidad”, indica.
Con este sistema ya aprendido, en breve va a disponer de una Línea Braille que le facilitará escribir en el ordenador ya que el dispositivo solo tiene seis teclas, por lo que se alcanza una gran velocidad.
Un portátil, libros y cuadernos digitales, una telelupa y una aplicación para hacer los ejercicios de matemáticas son algunos de los recursos con los que cuenta el joven Adrián para seguir las clasesParalelamente al instituto, el inquieto Adrián también va tres horas a la semana a clases de Inglés, en las que trabaja con una tableta de mayor tamaño en la que tiene el libro y puede hacer los ejercicios.
“Ahora le tengo que dedicar más tiempo a los estudios. Pero las notas van bien, sobresaliente normalmente. Aunque es mucho esfuerzo compaginarlo con los entrenamientos y las competiciones”, admite.
En cuanto a su vida cotidiana, Adrián ha aprendido a manejarse con bastón para tener mayor autonomía. Y el Ayuntamiento está trabajando para hacer accesible el trayecto del joven desde casa hasta su centro educativo.
Por si acostumbrarse a su nueva vida hubiera sido poco, el joven apostó también desde principios de 2021 por la natación. “Siempre he nadado pero no había competido antes”, cuenta. El escaso tiempo que le queda después de los estudios y los entrenamientos –le dedica entre seis y ocho horas semanales con su club (SVAT Tarancón) pegándose algunos días el madrugón para nadar antes de ir al instituto– lo emplea en estar con sus amigos y su hermana (diez años) y en ver películas en un gran televisor.
Su padre pone en valor que el instituto ha colaborado desde el principio para que Adrián pueda seguir el ritmo con la ayuda de la ONCE. “Es un buen ejemplo de que, con voluntad, se puede integrar en centros ordinarios a personas con diferentes capacidades”, valora.