Plantearse un viaje en estos tiempos requiere un esfuerzo para acertar con destinos acogedores y de proximidad. Buscamos rincones que aseguren el sosiego y que nos permitan disfrutar de largos días de luz y desconexión, gozar de la naturaleza, del patrimonio desconocido, de espacios abiertos, del sabor de la tierra… y todo eso lo encontramos en el turismo rural.
Castilla-La Mancha ofrece todos estos valores y encantos, a los que hay que añadir la cercanía, la hospitalidad de sus gentes y una riqueza natural, histórica y cultural de primer orden. Muchos rincones de la geografía castellanomanchega llevan décadas convertidos en destino privilegiado para los amantes de las escapadas rurales; la región ofrece al viajero esa nueva forma de ver las cosas que, en ocasiones, supone una vuelta al pasado, a los orígenes. Son rincones para paseos relajados, visitas con calma, comidas reposadas, estancias serenas, charlas amenas bajo las estrellas... Imposible no sucumbir a las tentaciones ancladas al terruño que el turismo rural ofrece en la región castellanomanchega.
Desde las comarcas del sur de Albacete y el Valle de Alcudia en Ciudad Real, hasta las sierras del norte de Guadalajara, pasando por las planicies manchegas de Toledo y Albacete, o la Serranía de Cuenca, si lo que busca es la sencillez y tranquilidad de un rincón con encanto paisajístico; o la riqueza de pequeños pueblos con una historia milenaria; o la armonía de un entorno de espectacular belleza natural; o la inquietud por conocer las esencias culinarias sencillas y humildes pero de asombrosos sabores; o el descanso placentero... o ¿por qué no? todo a la vez, sin duda Castilla-La Mancha es un destino muy recomendable, que ya figura entre los más apreciados de turismo rural en España.
La oferta es tan amplia que resulta imposible resumirla en unos párrafos pero sí nos permitimos destacar su calidad y diversidad, con propuestas que van del turismo ecológico al enológico pasando por el cultural, gastronómico o de aventura.
Muchos de los enclaves de C-LM invitan tanto al paseo relajado como al turismo más activoMuchos de los rincones para perderse en la Castilla-La Mancha más rural encierran una extraordinaria riqueza paisajística y natural. Son parajes que invitan por igual a la contemplación, al paseo en calma o al turismo más activo. Los entornos de los parques nacionales de Cabañeros y las Tablas de Daimiel presentan, en este sentido, características únicas. El primero es el mejor ecosistema de bosque mediterráneo conservado en España; el segundo es el máximo exponente de la Mancha Húmeda, un lugar privilegiado considerado como Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Tampoco dejan indiferentes las Lagunas de Ruidera y sus pueblos aledaños: un espectáculo de aguas turquesas, con cascadas y chorreras, inmortalizadas por Miguel de Cervantes en Don Quijote de la Mancha, y que encierra rincones mágicos como la famosa Cueva de Montesinos en Ossa de Montiel. Muy cerca se extiende el volcánico Campo de Calatrava, con afloramientos de manantiales termales y hervideros y pueblos con un sabor muy rural y destacada riqueza patrimonial como Almagro o Calzada de Calatrava.
Hacia el sur se extiende el Valle de Alcudia, tradicional zona de invernada para los rebaños de ovejas trashumantes. Las encinas salpican un paisaje de gran belleza y con importantes vestigios del pasado, como la antigua ciudad romana de Sisapo en las cercanías de La Bienvenida. Y no muy lejos aparece la silueta de Sierra Madrona, con famosos balnearios, gran riqueza cinegética y lugar destacado para la observación de estrellas calificado como Destino Starlight.
Destino muy apreciado por su belleza natural son las Hoces del Cabriel, en la provincia de Cuenca. Hoces y cañones similares encontramos en otros puntos de La Manchuela, comarca repartida entre las provincias de Albacete y Cuenca, con enclaves como Alcalá del Júcar o Jorquera como perfectos ‘centros de operaciones’.
Las tierras de Hellín y Tobarra dan paso a las sierras de Alcaraz y Segura, con entrañables rincones como Ayna -la ‘Suiza Manchega’-, Alcaraz, Nerpio, Bogarra, Liétor o Elche de la Sierra. Hacia el oeste, cerca de Riópar, el nacimiento del río Mundo es lugar de visita obligada.
Cuenca y su Serranía son un privilegiado escaparate de naturaleza en estado puro con espectaculares rincones y coquetos pueblecitos de vida tranquila y apacible en contacto con la tierra como Villalba de la Sierra, Vega del Codorno, Villar del Humo, Poyatos, Cañamares y Cañete. La visita a sus parajes singulares debe incluir: el nacimiento del río Cuervo, el Ventano del Diablo, la Ciudad Encantada, las hoces de Beteta y Solán de Cabras, los Callejones de Las Majadas, el Parque Cinegético de El Hosquillo, las lagunas de Uña, el Tobar y del Marquesado, el nacimiento del río Júcar o la hoz de Tragavivos. Por la oscuridad y limpieza de sus cielos, la Serranía de Cuenca es otro de los entornos especialmente indicados para la observación astronómica declarado como Destino Starlight.
Al norte de la región, en Guadalajara, sorprenden las parameras en las que se levanta Molina de Aragón y su rico patrimonio. No muy lejos se encuentran la entrada al Parque Natural del Alto Tajo, un paraje de agrestes sierras y amplios pinares con el agua como hilo conductor en el que se levantan pequeños pueblos con encanto como Peralejos de las Truchas, Poveda de la Sierra, Villar de Cobeta, Taravilla, Peñalén o Zaorejas.
Las cotas más altas de Castilla-La Mancha se localizan en la Sierra de Ayllón (Guadalajara). Por sus laderas se extienden los pueblos de la arquitectura negra, bucólicos, cuidados y silenciosos escenarios de un mundo rural al abrigo de la naturaleza. Tamajón, Campillo de Ranas, Majaelrayo, Campillejo, El Espinar, Roblelacasa, Robleluengo, Almiruete, Valverde de los Arroyos o Umbralejo son algunos de los pequeños pueblos y aldeas que muestran esta peculiar arquitectura popular que configura un paisaje único de enorme valor etnográfico. No muy lejos conviene pasear por el Hayedo de Tejera Negra; considerado como una reliquia botánica, es el hayedo más meridional de Europa y con la llegada del otoño la coloración de sus bosques le confiere mágico encanto.
Cuenca y su Serranía son un escaparate de naturaleza en estado puro con espectaculares rincones y coquetos pueblos de vida tranquila y apacible en contacto con la tierraEncanto austero
Las altas tierras de Sigüenza ofrecen también un bello entorno rural en el que sierras y parameras se ven surcadas de cañones como el del Barranco del Río Dulce. Pequeñas ermitas románicas, castillos en los altos cerros, aldeas y localidades con encanto austero e intenso salpican estas geografías en las que conviene detenerse en la riqueza patrimonial de Sigüenza y en pueblecitos como Carabias, Palazuelos, Atienza, Cantalojas, Albendiego, Campisábalos, Villacadima o Galve de Sorbe.
Páramos, extensas campiñas tapizadas por fértiles vegas, valles y cerros, y un asombroso conjunto de arquitectura popular salpicada de ciudades monumentales cargadas de historia ofrece la Alcarria, que describiese como nadie Camilo José Cela en su literario Viaje a la Alcarria. Jadraque, Hita, Torija, Brihuega, Trillo, Cívica, Sacedón o Pastrana muestran un pasado histórico con una asombrosa variedad de paisajes y entornos naturales.
De las tierras altas del norte de la región pasamos a las grandes planicies manchegas, donde viñedos y olivares salpican unas tierras de labor en las que sobresalen en lo alto de los cerros las siluetas de sus quijotescos molinos de viento. Es tierra de pueblos ricos en arquitectura popular, marcada por sus paredes encaladas con rodapiés pintados de añil: Alcázar de San Juan, Consuegra, El Toboso, Tomelloso, Campo de Criptana, Villarrobledo, Mota del Cuervo, Manzanares, Socuéllamos, San Clemente, Belmonte, Esquivias... la lista es interminable. Aquí la esencia más rural está muy ligada al espíritu cervantino que se descubre en las calles, plazas y caseríos. No muy lejos, en el Campo de Montiel, levanta su imponente caserío la monumental Villanueva de los Infantes.
Los Montes de Toledo y la comarca de La Jara ofrecen una naturaleza cuajada de jaras, encinares, robledales y todo el encanto del bosque mediterráneo con pequeños pueblos con un encanto particular alejados de ajetreos como Los Navalucillos, San Pablo de los Montes, Hontanar, Orgaz, Los Yébenes, Las Ventas con Peña Aguilera o Robledo del Mazo. Son tierras de ciervos, corzos, jabalíes, rapaces y buitres que hay que recorrer con calma, empapándose de una arraigada identidad rural. Todavía en la provincia de Toledo, lindando con Gredos, se levanta la Sierra de San Vicente, donde pinos, robles y castaños se adentran en tierras de pequeños núcleos urbanos que no defraudan al visitante como El Real de San Vicente, La Iglesuela, Castillo de Bayuela o San Román de los Montes.
Como postre a este viaje rural, cercano y alejado de masificaciones hay en la región rincones dispersos, aislados, con esa magia especial de lo desconocido. Algunos que nunca defraudan y que encierran una delicada riqueza patrimonial son la iglesia de San Juan Bautista en Alarcón (Cuenca) con sus espectaculares pinturas murales que le han valido el reconocimiento de la UNESCO; la iglesia de Santa María de Melque en San Martín de Montalbán (Toledo), un auténtico tesoro de origen visigodo; la ermita de Santa Coloma en Albendiego (Guadalajara), con su sobrio estilo románico; la ermita de Nuestra Señora de Belén en Liétor (Albacete) y sus exquisitas pinturas del siglo XVIII; o el monumental Monasterio de Uclés (Cuenca).
Decía Henry Miller que “nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”. Y nosotros añadiríamos que hay lugares que te hacen ver las cosas de otra manera. El viajero sabe mejor que nadie que los destinos en armonía con el entorno, aquellos que despiertan los sentimientos, nos permiten relajar cuerpo y espíritu. En esos viajes vemos la vida de otro modo, algo que hoy se nos antoja más necesario que nunca.