Con tan solo 6 años, una niña ya puede tener la falsa percepción de que es distinta en cuanto a inteligencia con respecto a los niños de su edad. Esto puede condicionar toda su vida, desde sus estudios hasta su entrada en el mundo laboral, mediante una “auto-inhibición” que le impida cursar carreras científicas. Así lo explica un estudio de la prestigiosa revista ‘Science’ y es uno de los núcleos sobre los que versa la conferencia ‘¿Sueñan las niñas con ser científicas?’ que la profesora de Química de la UCLM María José Ruiz imparte en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Forma parte de las ponencias que lleva a cabo el grupo de divulgación Ciencia a la Carta y que coincide con las celebraciones previas al Día Internacional de la Mujer.
Ruiz, que también es coordinadora de esta iniciativa, apunta asimismo a los informes PISA sobre la percepción que tienen las niñas sobre sí mismas y su capacidad para estudiar ciencias. Los resultados no solo señalan esa edad como umbral mínimo de percepción “equivocada” de su rol, sino que además destacan que se da en todas las etnias y estratos sociales. Es decir, es un fenómeno sociológico a nivel mundial.
“¿Qué estamos haciendo para que una niña empiece a percibir tan pronto que es menos inteligente que un niño?”, se pregunta la profesora. Engarza con ello el hecho de que haya una correlación entre “la autoimagen de inteligencia y la capacidad de trabajo”, y con los tipos de estudios a los que las niñas se terminan orientando. “Eso ni siquiera se relaciona con el éxito que tienen, porque las jóvenes que después van a ingenierías, a física o a matemáticas, son iguales que los varones en cuanto a resultados académicos”. La conclusión es que hay un “tremendo sesgo” que viene desde la infancia y que “luego se refleja en un techo de cristal muy evidente”.
"Tienen falta de confianza y eso es algo que luego no se traduce en sus resultados académicos"Ese “autoconcepto” de las jóvenes se da también en los itinerarios de la Educación Secundaria, cuando vuelven a inhibirse en su mayoría, pensando que están menos capacitadas que los hombres para las ramas de ciencias. “No tiene sentido”, afirma María José Ruiz, detallando que PISA, en cuanto a orientaciones y resultados de los jóvenes, ha desvelado que con similar rendimiento -o incluso a veces mejor- las mujeres “siguen manteniendo peor autoconcepto de sí mismas” respecto a las matemáticas. “Tienen miedo, tienen falta de confianza, y eso es algo que luego no se traduce en sus resultados académicos”.
Estos estudios coinciden en que las niñas siguen “retrayéndose” hasta su vida universitaria de forma que acaban condicionadas por “su falsa idea de que no les va a ir bien y “luego las carreras que escogen no tienen que ver con los resultados que obtienen”. “Es decir, no es que seas buena o mala en ciencias, se trata de cómo es tu percepción de ti misma y de cómo la sociedad te refleja. Es una auto-inhibición”, insiste.
En este punto, señala que a este rol contribuye también el discurso de los padres. En el Informa PISA 2012 precisan que hay un 50% de progenitores que animarían a sus hijos a hacer este tipo de carreras y solo un 20% por ciento espera que sus hijas las hagan. “Todo esto es una percepción social, una falsa percepción”, afirma la coordinadora de 'Ciencia a la carta', remarcando que también hay encuestas a mujeres universitarias sobre “percepción de brillantez” donde ese autoconcepto de sí mismas se mantiene.
María José Ruiz lamenta que exista esa concepción desde la infancia, porque “no tiene ninguna base” y por ello pide “empezar a trabajar con las niñas desde muy pronto, haciéndoles ver que son igual de valiosas que sus compañeros, igual de listas y que pueden llegar al mismo sitio”. “Luego hay que continuar a lo largo de la vida, desmitificando la ciencia”, añade.
Es un problema al que luego se añade -o se complementa con- el denominado “techo de cristal” o la imposibilidad de muchas mujeres de acceder a los mayores rangos profesionales. “Incluso aquellas que no tienen ese problema de autoimagen y terminan accediendo sin sesgo se encuentran con este problema”. Desgrana en este caso el conocido como “gráfico en tijera” donde en los escalones superiores empieza a bajar el porcentaje de mujeres. Por ejemplo, en la categoría de catedrático de universidad o de investigador del CSIC, hay un 75% de hombres y un 25% de mujeres.
“Tampoco se puede decir 'vamos a trabajar con las niñas de hoy para que todo vaya bien con las mujeres de mañana'. No, hay que empezar en todos los frentes ya. Tienen que ser iniciativas de todo tipo. En los casos en que los roles estén muy afianzados, hay que intentar que desaparezcan; y en otros casos, llevar a cabo políticas transversales. Para ello también hay que luchar contra el machismo porque en eso las científicas no somos diferentes del resto de las mujeres y sus profesiones”, concluye.