Tenía apenas ocho años pero Amador Martínez todavía se acuerda del día de Reyes de 1948. “Son cosas que no se olvidan tan fácilmente. Que le peguen una paliza a tu padre delante de ti, es un trago muy duro”, recuerda el hombre, que va a cumplir ochenta años en mayo. Su familia vivía entonces en un solitario rento en plena sierra, en las proximidades del campamento de guerrilleros de Morrogorrino.
Aquel 6 de enero llegó la Guardia Civil a su casa y se llevó a sus progenitores a la cárcel. A dos kilómetros había otras tres viviendas, entre ellas la de sus abuelos paternos. Todos los vecinos corrieron la misma suerte: acabaron en prisión acusados de colaborar con los miembros del maquis (movimiento antifranquista que continuó luchando tras la guerra civil) ocultos en el monte o, en todo caso, por haberlos visto y no haber denunciado su presencia.
Con el objetivo de visibilizar “una parte bastante silenciada y desconocida” de la historia, la Asociación de Mujeres de Casas de Garcimolina El Sabinalejo, había organizado una visita guiada a lo que en su día fue el campamento de Morrogorrino prevista para este sábado 20 de abril, aunque finalmente se ha suspendido debido al mal estado en el que se encuentran los caminos de acceso tras las lluvias de los últimos días. No obstante, siguen en pie las diferentes ponencias programadas.
La nueva cita es a las 10:00 horas en el Horno de Garcimolina. Como estaba programado, está prevista la presencia de expertos en la materia como los historiadores Salvador F. Caba y Teo Baeza, y Pepe Gorgues, presidente de La Gavilla Verde, asociación sociocultural de Santa Cruz de Moya implicada con la memoria histórica. Además, Amador también contará a los asistentes su testimonio directo de aquellos episodios, un suceso tras el cual él y sus tres hermanos, de once, cuatro y tres años, se quedaron a cargo de su tía el tiempo que sus padres estuvieron en la cárcel.
Su padre pasó cerca de tres años en prisión, aunque después siguió trabajando forzosamente en un pantano en Segovia como “preso político”. Su madre estuvo menos tiempo en la cárcel pero la dureza de aquella experiencia la debilitó mucho. “Murió joven, a los cuatro años de aquello”, lamenta.
“Mis padres habían visto a los guerrilleros alguna vez pero era difícil acceder al lugar donde estaban”, señala, aunque recuerda que en una ocasión fueron tres hombres a su casa y su madre les preparó una cena que después le pagaron. Amador subraya que la situación de su familia era complicada por las presiones que recibían tanto de la Guardia Civil como de los miembros del maquis.
El 6 de enero de 1948, la Guardia Civil se llevó a la cárcel a los padres de Amador. Les acusaron de colaborar con los guerrilleros“Ya no quedan guerrilleros para contarlo en primera persona pero sí vecinos como Amador, que lo recuerda como si fuera ayer”, explica Anabel Blas, secretaria de la Asociación de Mujeres de Casas de Garcimolina El Sabinalejo.
“La visita guiada pretendía dar a conocer nuestra historia, lo que allí pasó, lo dura que fue la vida en estas tierras y, por otro lado, mostrar el precioso paisaje que tenemos, con sus riscas de vértigo y sus singulares formaciones rocosas. Se trata de unir historia y paisaje para dar vida a estos pueblos que cada año pierden habitantes. Tenemos un patrimonio impresionante”, añade.
Hasta el lugar debe accederse en vehículo todoterreno puesto que no es posible llegar con turismos. La visita tenía previsto iniciarse en el rento de La Dehesilla, que está del campamento a unos 15 minutos paseando.
La idea de organizar una visita guiada a los restos del campamento de Morrogorrino surgió tras una publicación en la revista digital Ojos de Moya, de la serranía baja de Cuenca. Anabel Blas explica que en la información aparecía una fosa con un enterrado en la pequeña población de Algarra el 6 de enero de 1948.
“Sabíamos que ese día había sido el asalto a Morrogorrino donde resultó muerto un guerrillero pero no teníamos la certeza de que se tratara de la misma persona. La gente de Algarra parecía desconocer esta fosa. La noticia lo que hizo fue demostrar que se trata de una parte bastante silenciada y desconocida de nuestra historia”, apunta.
“Como nosotras no somos historiadoras, nos pusimos en contacto con los que más saben de esto en la zona, la Gavilla Verde de Santa Cruz de Moya y el historiador Salvador F. Cava”, concreta. “Y nos pareció muy interesante hacer una excursión a lo poco que queda de aquel campamento”, añade.
Pepe Gorgues, presidente de La Gavilla Verde, celebra que se haya organizado esta actividad para que no se olvide esa parte de la historia y destaca que la iniciativa haya partido de un grupo de mujeres. Recuerda que el maquis tuvo mucha presencia en la serranía conquense. La zona montañosa de confluencia entre Castilla-La Mancha, Aragón y la Comunidad Valenciana era un espacio idóneo para que los guerrilleros se ocultaran.
Gorgues explica que “la población les ayudaba pero estaban entre la espada y la pared”: por un lado, si la Guardia Civil se enteraba, “les pegaban palizas” pero, por otro, los guerrilleros les presionaban para que les proporcionasen alimentos. La Benemérita ideó las llamadas contrapartidas, haciéndose pasar los agentes por integrantes del maquis para descubrir enlaces y puntos de apoyo.
“La gente estaba atemorizada”, apunta. No obstante, concreta que los lugareños aprendieron a diferenciar a los guardias porque aunque vestían como los hombres del monte había algo que no podían imitar: el olor a podredumbre y montaña que impregnaba a los guerrilleros.
La Guardia Civil también obligó a las personas que estaban en rentos a desalojarlos por las noches e irse a dormir a otros lugares para evitar que ayudaran a los guerrilleros. “Entonces empezaron a despoblarse muchos lugares”, recuerda.
El presidente de la Gavilla Verde explica que el maquis quiso imitar los grupos de resistencia francesa que ayudaron a liberar el país galo de la ocupación nazi pero en España no funcionó igual: “Aquí la población estaba harta de la guerra y hubo mucha represión”.