No dudaron mucho. La pareja de venezolanos formada por Fabiana Valentina González Rodríguez (25 años) y Gustavo Castell Sarmiento (30) han cambiado casi sin pestañear el arrollador bullicio de Madrid por la tranquilidad y el sosiego que ofrece el pequeño pueblo conquense de Castejón para hacerse cargo del bar del Hostal Barón, en el que ya habían estado trabajando el pasado agosto como camareros.
“Necesitábamos un cambio así en nuestras vidas. Estábamos bastante agobiados y agotados de vivir en Madrid”, reconoce la joven, que llegó hace cuatro años y medio a España –donde tiene familia– paso que hace un año también daría su pareja.
Durante toda su estancia en nuestro país, ambos se han dedicado a la hostelería, un mundo que hasta entonces era desconocido para ellos. Este verano, durante las vacaciones de su trabajo en este sector, decidieron venirse una semana a ganarse un dinero extra en el bar de este municipio que tiene poco más de 150 habitantes censados y es conocido por ser el pueblo natal del artista José Luis Perales.
Y tras finalizar el contrato de alquiler de los anteriores gerentes del establecimiento, la propietaria les llamó a principios de otoño para proponerles que se hicieran cargo del bar, una oferta que aceptaron sin tener que pensarlo demasiado a pesar de que no conocían a nadie allí.
CLIENTELA VARIADA
“Estamos contentos con la decisión que hemos tomado. La acogida ha sido buena. Ya nos conocían porque habíamos estado en agosto y ahora nos hemos familiarizado más”, apunta Fabiana Valentina. Entre la clientela del bar hay tanto vecinos de la propia localidad como de los alrededores, así como oriundos de Castejón que ahora residen, sobre todo, en Madrid o Valencia pero que regresan de vez en cuando a la población.
En principio, la pareja ha firmado un contrato de alquiler del local de un año de duración pero su intención es, si todo marcha bien y las cuentas les salen, alargar su estancia durante mucho tiempo, aunque son conscientes de que los inviernos pueden llegar a ser duros. “El verano es muy diferente porque hay mucha gente en el pueblo”, admite.
La pareja ve muchas ventajas a su nueva vida: “El contacto con la naturaleza, conocer a todas las personas, respirar aire puro...”
Aunque son optimistas y confían en ganarse el estómago de los castejoneros y de los vecinos de los pueblos aledaños para que el negocio marche. Para ello, la propuesta culinaria del bar –está situado en la planta baja del hostal mientras que las habitaciones se ubican en la parte de arriba– incluye platos típicos conquenses como los zarajos y recetas de la cocina española, destacando las costillas adobadas y los huevos rotos. Además, la pareja también se plantea incluir más adelante guisos tradicionales venezolanos.
Con todo, por el momento ven muchas ventajas a haber cambiado una gran urbe como Madrid por esta pequeña localidad de La Alcarria conquense. “El contacto con la naturaleza, conocer a todas las personas, respirar aire puro… No tiene nada que ver con nuestra antigua vida”, subraya la joven. No obstante, admite que también echa de menos algunas cosas, entre ellas “ir a la peluquería”. “Aquí no hay ninguna”, se resigna. “Pero no se puede tener todo...”, bromea.