Con la llegada del mes de noviembre la migración de ganado a las dehesas de invierno en busca de pastos vuelve a llenar de vida cañadas, veredas, cordeles y coladas. Una práctica milenaria que adquiere una renovada importancia en un mundo marcado por la ‘emergencia climática’, y que en Cuenca se mantiene viva gracias a familias como los hermanos Cardo, de Vega del Codorno, los últimos pastores trashumantes de la provincia.
Como cada año, desde hace quince, partían el 1 de noviembre. Por delante les esperan 400 kilómetros, que realizarán en 23 etapas hasta llegar a la finca que tienen arrendada en el Valle de Alcudia, en la provincia de Ciudad Real. Las condiciones meteorológicas de las primeras etapas, con lluvia y fuertes rachas de viento, no son las más cómodas para conducir el ganado, pero al menos este año tienen la garantía de que en el camino a los animales no faltará alimento.
Después de la escasez de lluvias en primavera y verano, las últimas precipitaciones han mejorado la situación, tanto en la cañada como en la dehesa de invierno. En Mestanza, “la finca ya está verde”, señala Manuel Cardo, quien destaca que después de casi un mes de camino los pastos estarán listos para la llegada del ganado.
Las perspectivas, dice, son buenas. Pero, además, por primera vez desde hace quince años que estos ganaderos de Vega del Codorno recorren a pie la vereda, el agua en la ruta trashumante no será un problema. Este año, a través del proyecto Life Cañadas se han restaurado una quincena de abrevaderos y charcas a lo largo de la Cañada Real Conquense, una de las pocas en España que mantiene el uso ganadero trashumante a pie en todo el recorrido, donde también se han mejorado refugios y corrales que aliviarán la dureza del camino.
El proyecto, coordinado por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), con la participación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Comunidad de Madrid; SEO BirdLife, y la Asociación Campo Adentro se puso en marcha a finales de 2019 con el objetivo de restaurar y conservar la red de vías pecuarias que conectan espacios de la Red Natura 2000, y en el caso de la Cañada Real Conquense han sido los propios trashumantes quienes han señalado las infraestructuras que era necesario acometer.
“Antes de salir, los coordinadores del proyecto nos llamaron para decirnos que si vemos desperfectos lo comuniquemos para que se puedan arreglar”, señala Manuel, quien destaca la notable mejoría que estas actuaciones aportarán al camino, aunque apunta que en comparación con Ciudad Real, en Cuenca aún queda mucho que mejorar.
Manuel echaba andar desde Vega del Codorno con su hijo Aitor y un voluntario asturiano con residencia en Barcelona, José Díaz, un jubilado de 69 años que iniciaba muy emocionado “esta experiencia maravillosa de recorrer los antiguos caminos de la Mesta”, que a su juicio tendrían que estar más protegidos, pero sobre todo considera que es necesario una mayor concienciación de la sociedad para mantener estos reservorios de biodiversidad. “Creo que es un eje sobre el que trabajar para que contagie al resto de la sociedad. Porque son caminos que tienen un motivo y representan una función histórica del pastoreo”.
Este año se solventa el problema histórico de acceso al agua con más de una decena de abrevaderosJosé no es el único voluntario que acompañarán a los Cardo en la trashumancia de otoño. A lo largo del camino, y por etapas, se sumarán otros en Villalba de la Sierra y en Rada de Haro. Algunos repiten experiencia, otros vivirán por primera vez el espectáculo de la trashumancia, una práctica que es mucho más que una simple tradición; es un patrimonio vivo y un corredor ecológico fundamental, que en la provincia alberga 686 vías pecuarias con casi 2.600 kilómetros, que actúan como sumideros de carbono naturales, ayudando a contrarrestar el cambio climático.
Cordeles, cañadas, veredas... Todas las vías pecuarias de Cuenca cobran protagonismo estos días con la trashumancia del ganado que desde Teruel, Guadalajara y Cuenca pasan por la Cañada de Rodrigo Ardaz, la Conquense y la de los Chorros o Serrana que conectan con las dehesas invernales de Jaén y el Valle de Alcudia, destino de los trashumantes que desde estos puntos hacen la vereda por la provincia de Cuenca.
Los Cardo conducen un rebaño de 1.400 cabezas de ovino con la ayuda de cuatro mastines, cuatro careas y dos yeguas, Además de los voluntarios que ayudan en algunas etapas, Manuel y Aitor son los únicos pastores de la expedición, que completa Antonio Cardo 'el hatero' que conduce el coche de apoyo logístico e intendencia.
La dificultad de encontrar pastores es uno de los hándicap de la trashumancia. El relevo generacional es uno de los grandes desafíos del sector, y más de esta práctica ancestral. Manuel Cardo recuerda que los pastores que bajaban desde Tragacete y Las Majadas han dejado de hacer el camino a pie y trashuman con el ganado en camiones. También los hermanos Cardo lo hacen en primavera. Eso sí, además de perder las ventajas medioambientales que supone el camino a pie, los costes del transporte hace que los pastores vegueros sigan apostando por la vereda en otoño.
La ganadería trashumante mantiene vivas las cañadas, "si las perdemos, perdemos un patrimonio ecológico y cultural único”, señala desde la UAM la ecóloga Violeta Hevia. Pero la situación es complicada. “Mientras estemos nosotros, la cañada bien, pero esto tiene los días contados según nos vayamos jubilando", incide Manuel Cardo, quien destaca que "a los jóvenes, además de por tradición familiar, les tiene que gustar mucho esto. Hay ayudas pero sin una base con la que empezar es muy difícil”.
Aitor Cardo reconoce que no siempre se dan las circunstancias para poder coger el relevo como, por ejemplo, dice que ha sido su caso, pero también que las cosas están cambiando y, aunque no al ritmo que se desearía, son más los jóvenes que deciden apostar por la ganadería. De hecho, señala que varios de sus amigos han optado por esta profesión. “El campo hoy en día se ve de otro modo, y además hay más facilidades”. Él mismo se planta quedarse al frente de la explotación familiar si, como este año, no mantiene un empleo contínuo en GEACAM. “Es una profesión que conozco y no está tan mal pagada como hace unos años, se puede vivir bien”.
Respecto a la trashumancia, es una práctica que aboga por seguir manteniendo. Eso sí, señala que es importante que al igual que este año “se siga mejorando y haciendo infraestructuras para que esta tradición perdure en el tiempo”. Y es que uno de los problemas históricos en la migración estacional de ganado es el estado de las vías pecuarias.
Los Cardo recorrerán más de 400 kilómetros hasta el Valle de Alcudia, camino que realizarán en 23 etapasSegún apunta desde la UAM Violeta Hevi, el proyecto Life Cañadas se acerca a su final con los deberes hechos, a falta de ultimar dos puntos de abastecimiento de agua y una actuación importante como es el paso del arroyo de las Tejas, en el término municipal de Fresneda de Altarejos. Un paso complicado en el que "las ovejas se quedan enganchadas" e incluso, como apunta Antonio Cardo, "en tiempo de mucha agua han llegado a ahogarse algunas".
Hevia señala que después de haber llegado a un acuerdo con la Confederación Hidrográfica del Júcar “vamos a hacer una estructura para que el agua pase por debajo y que los animales puedan ir por encima”. Una obra que por diversas razones se ha retrasado según lo previsto y es ahora cuando se está llevando a cabo.
Por lo demás, lo único queda en estos últimos meses de proyecto "es rematar algunas cosas y ver si hay que mejorar algo que no esté funcionando todo lo bien como teníamos previsto", añade la ecóloga.
Desde Fresneda de Altarejos, los Cardo dirigirán el ganado hacia el sur de la provincia para entrar a Ciudad Real. Este año, la ruta de alternancia establecida en la bifurcación de la Cañada Real debería llevar el ganado de los Cardo por Belmontejo, pero ante la dificultad de paso que supone el incumplimiento de la denominado acuerdo de “vez y paso” por el que se debe dejar una anchura mínima de 35 metros sin labrar en el camino, optan por Fresneda.
Hevia reconoce que este es uno de los problemas más difíciles de abordar. En teoría, dice, la Cañada Real debería tener un ancho 75 metros siempre. Y aunque destaca que a diferencia de lo que ocurre en la de Madrid, en la Cañada Conquense está todo deslindado “hay puntos concretos en los que los usos laterales van ganando terreno y siempre es un poco conflictivo”. Por ello, incide en la necesidad de fomentar la concienciación para entender la importancia e impacto positivo que tiene la conservación de las vías pecuarias.