Tras las huellas de un dinosaurio bípedo, cojo y de tres metros en Las Hoyas

Los arqueólogos lo tienen muy claro. El yacimiento conquense de Las Hoyas nunca defrauda y en cada campaña de excavaciones ofrece todo tipo de descubrimientos que ayudan a seguir comprendiendo y conociendo más en profundidad cómo era este ecosistema acuático de hace 125 millones de años, en el Cretácico Inferior. 

Aunque las expectativas iniciales del equipo de la Unidad de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid, no eran muy ambiciosas en este regreso al trabajo de campo, después del parón por la pandemia, entre otros motivos, por tratarse de un equipo muy reducido de 14 personas que iban a excavar solo durante 10 días (del 5 al 15 de julio), Las Hoyas lo ha vuelto a hacer y les ha sorprendido. 

De ahí que el paleobiólogo y director de las excavaciones, el profesor de la UAM Jesús Marugán Lobón, no dude en valorar muy positivamente la campaña de este año, ya que “pensábamos que iba a ser más bien un poco anecdótica, tan solo para probar las máquinas y poco más, pero, sin embargo, han salido cerca de 200 fósiles, entre helechos, rastros de gusanos, insectos y peces, entre ellos un depredador de unos 30 centímetros en una postura jamás vista.

Marugán, sin embargo, llama la atención sobre el hallazgo de un nuevo rastro de cocodrilo, que tiene una de las huellas mejor preservadas que se ha visto nunca en este yacimiento. Algo que aún tienen que seguir estudiando, puesto que piensan que este rastro es más grande y parte de él sigue aún enterrado.

Los trabajos de este año, además, han permitido cerrar prácticamente la investigación de unas huellas de dinosaurio que se encontraron hace ya tiempo y que para los investigadores corresponden a un carnívoro bípedo, de unos tres metros de altura y cinco o seis de longitud, con una posible malformación en una de sus patas, que le haría cojear. En concreto, se han estudiado cuatro huellas, con unas dimensiones de 40x30 centímetros, que, según sospechan, forman parte de un rastro de unos 40 metros de longitud y que viene a evidenciar que en Las Hoyas no solo había especies pequeñas, sino también ejemplares más grandes que, incluso, el Concavenator corcovatus. 

NUEVO PROYECTO

Pero la campaña de excavaciones de este año también han servido para afrontar un nuevo proyecto de investigación, denominado ‘Análisis de la Red de Complejidad del Ecosistema de Las Hoyas’. Investigación que se prolongará hasta julio de 2023 y con la que se pretende comprender la estructura de este ecosistema; es decir, según explica su investigador principal, Jesús Marugán, que comparte dirección del estudio con la paleontóloga Ángela Delgado Buscalioni, determinar cómo ha evolucionado este sistema de hace 125 millones de años, cómo era su estructura, cuál era su estabilidad, dinámica y debilidades, así como el papel que tenía cada una de las especies en este hábitat natural.

En este sentido, detalla que “para comprender la estructura del ecosistema, tú puedes tener muchos fósiles, en este caso más de 20.000, pero tienes que saber de dónde vienen. Por eso ahora estamos intentando innovar en una productividad mayor sin perder la información que nos ofrecen”.

Una campaña de excavaciones, con marcada presencia de la tecnología

Las nuevas tecnologías han entrado con fuerza en las excavaciones de este año en el yacimiento de Las Hoyas. El nuevo proyecto de investigación ha traído consigo la incorporación de nuevas herramientas tecnológicas.

Y es que, tal y como subraya Marugán, se trata de un proyecto de vanguardia en el ámbito de la paleobiología, porque se está utilizando toda una modelización matemática denominada matemáticas de redes o grafos, que ayuda a comprender el ecosistema de este yacimiento; es decir, la interacción de todos sus componentes, desde los productores primarios a los carnívoros y hervíboros, pasando por los microorganismos.

Nuevas herramientas de la paleontología que pasan, tal y como subraya el paleobiólogo, por la digitalización y lo que se viene a llamar paleontología virtual. Instrumentos que están permitiendo a los investigadores, por ejemplo, extraer un fósil y directamente, sin prepararlo ni nada, meterlo en un TAC y mediante un proceso de segmentación se puede disponer de ese fósil en 3D y a una calidad excepcional.

A ello se suma un dron con el que se toman imágenes, que, una vez procesadas, posibilita el contar hasta con la propia cata en tres dimensiones y, de esta manera, “te puedes llevar el yacimiento en el ordenador para seguir estudiándolo”.