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Día Internacional de la Venta Ambulante

Tradición y digitalización en la venta ambulante de Cuenca

Cada vez son más los comerciantes que han decidido ir a la venta online para llegar a más clientela
Tradición y digitalización en la venta ambulante de Cuenca
Foto: Paula Gómez
14/11/2023 - Rubén M.Checa

La venta ambulante se ha convertido con el paso de los años en algo más que un oficio: es una tradición arraigada en la cultura local que ha mantenido viva la esencia de los pueblos a la par que ha permitido el flujo de alimentos en aquellas localidades donde nunca ha habido tienda. Por eso, cada 14 de noviembre se celebra el Día Internacional de los Vendedores Ambulantes, fecha con la que se quiere rendir un homenaje a aquellos cuya labor profesional va más allá de la mera transacción comercial, tejiendo lazos de cercanía con la gente y dando un impulso vital a la economía provincial.

Esta efeméride se instauró en el año 2012, por iniciativa de la Alianza Internacional de Vendedores de la Calle. Con motivo del aniversario de su creación, se decidía instaurar este Día Internacional, para valorar así el espíritu creativo y empresarial de este sector, así como su importancia y su contribución a la economía global.

A lo largo y ancho de la provincia de Cuenca se pueden encontrar más de una treintena de mercadillos cada semana, al mismo tiempo que son numerosos los vendedores ambulantes que, con sus furgonetas, van recorriendo los pueblos del territorio conquense llevando los productos tanto textiles como alimentarios más artesanales y frescos que llegan hasta el medio rural.

Todo ello continuando la forma de trabajo de toda la vida: en mercadillos, varios hierros y telas conforman el puesto que da cobijo a una amplia variedad de artículos; mientras que los que son ambulantes van anunciando su paso al ritmo de ‘el caballito ha llegado’ a través de los megáfonos instalados en el techo de las furgonetas.

Aunque eso sí, estas formas tradicionales, debido a la crisis y a la digitalización de la sociedad, cada vez más se está adaptando a los nuevos tiempos del siglo XXI, compaginando la venta ambulante con el negocio online a través de páginas web.

 

Foto: Paula Góme

Es el caso de Evaristo Martínez. Cada martes acude puntual a su cita en el mercadillo de Cuenca capital, donde ofrece semana tras semana su amplia variedad de artículos de ferretería, menaje y todo tipo de artículos para el hogar. Lleva toda la vida en el comercio ambulante, y de hecho cada semana hace ruta por diferentes mercadillos de la provincia. Es de Minglanilla, localidad donde además tiene su tienda física.

Las ventas, a raíz de la pandemia, comenzaron a bajar, y la crisis y la inflación ya agravaron aún más su puesto ambulante. Por ese motivo, para continuar llegando al público, Martínez decidió poner en marcha una página web donde ofrece su amplia variedad de artículos. Al mismo tiempo, otro de los motivos que le llevó a digitalizar su negocio es la falta de clientela en los mercadillos, puesto que cada vez esta es más mayor y falta gente joven que acuda a los puestos que semana a semana están luchando contra el frio o el calor.

El comercio ambulante se vio perjudicado por la pandemia y la posterior crisis económica a raiz de l

Quien también acude cada martes hasta el mercadillo conquense es María Dolores Molero. Ella es panadera, y tiene su negocio en Palomares del Campo. Bajo el nombre de Artesanías Molero del Río, lleva ya 38 años en el oficio de la panadería, y desde su pueblo elabora desde el pan hasta mantecados y bollería que luego vende de forma ambulante por todos los pueblos de la comarca, baja a diferentes tiendas de la ciudad, y además vende en el mercadillo.

“Me gusta entregar mi producto de forma directa”, defiende Molero, quien además asegura que esto es algo “que le encanta”, sobre todo esa cercanía con el cliente y algo con lo que se muestra contenta. Además, relata el miedo que tienen los habitantes de estos pueblos pequeños a que dejen de pasar los vendedores ambulantes por la falta de población, pero ella sigue yendo cada día a llevar en primer lugar el pan, y aprovechando, también la carnicería, la frutería e incluso medicinas. “El contacto va mucho más allá”, explica la panadera.

Foto: Paula Gómez

Quien también acude cada martes hasta el mercadillo conquense es María Dolores Molero. Ella es panadera y tiene su negocio en Palomares del Campo. Bajo el nombre de Artesanías Molero del Río, lleva ya 38 años en el oficio de la panadería, y desde su pueblo elabora desde el pan hasta mantecados y bollería que luego vende de forma ambulante por todos los pueblos de la comarca, baja a diferentes tiendas de la ciudad, y además vende en el mercadillo.

“Me gusta entregar mi producto de forma directa”, defiende Molero, quien además asegura que esto es algo “que le encanta”, sobre todo esa cercanía con el cliente y algo con lo que se muestra contenta. Además, relata el miedo que tienen los habitantes de estos pueblos pequeños a que dejen de pasar los vendedores ambulantes por la falta de población, pero ella sigue yendo cada día a llevar en primer lugar el pan, y aprovechando, también la carnicería, la frutería e incluso medicinas. “El contacto va mucho más allá”, explica la panadera.

Foto: Paula Gómez

Complementos Yoana es otro de los puestos que acude puntual a la cita de los martes en la capital conquense. Su propietaria vende bolsos, complementos, bisutería, piel, chalecos y demás complementos de moda, algo que conoce muy bien puesto que lleva ya 12 años vendiendo de forma ambulante, tanto en la ciudad como en otros mercadillos de la provincia. Cada semana va variando su mercancía, puesto que uno de los objetivos de Yoana es que ninguna clienta vaya vestida igual y no se repitan los modelos que ella ofrece.

Reconoce que a raíz de la pandemia ella vivió unos meses complicados, debido a que las ventas se redujeron de forma considerable, aunque ya han conseguido mejorar “muchísimo” sus ventas gracias a poner unos precios asequibles para todos los bolsillos, con productos en ocasiones exclusivos y esa variedad para ir incentivando la venta. Aunque si puede seguir dedicándose a la venta ambulante se lo debe a sus clientas, con las que Yoana se siente más que agradecida por seguir confiando en su moda y complementos apoyando al mismo tiempo al pequeño comercio.

Foto: Paula Gómez

Por último, Dani García es otro de los vendedores ambulantes que los martes monta su puesto en la explanada del antiguo Serranía. Él lleva toda la vida dedicándose a la venta de todo tipo de ropa de cama. En su caso, nota cómo a raíz de la crisis económica ha bajado la clientela que se acerca hasta su puesto y, además, quieren llevárselas a una cantidad más barata de la que tiene a la venta. Eso le lleva a jugar con los precios puesto que, a su parecer, la gente quiere productos de calidad pero a un precio menor del que pueden costar.

Aún así, García nota en cualquier mercado de los que acude cómo la gente sigue apoyando su trabajo con la compra de los productos que cada día pone a la venta, aunque cree que falta más gente joven tanto que coja como oficio el de vendedor ambulante como que acuda a los mercadillos para garantizar el futuro de esta profesión.