Una investigación sobre la evolución demográfica desde el siglo XVI revela que la Tierra de Huete, en La Alcarria –una de las comarcas más deprimidas de la provincia– no solo han perdido una población escandalosa sino que ha desaparecido del mapa que la identificaba con entidad propia.
Así se desprende del estudio que bajo el lema ‘del apogeo renacentista al desierto demográfico de la era digital’, los historiadores optenses, José Luis García Martínez, y Ramón Pérez Tornero, presentaban en las jornadas de investigación sobre Archivos organizadas por la Asociación de Amigos del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que en esta XIII edición han estado dedicadas a la despoblación.
El estudio, que analiza la evolución demográfica de los 78 municipios que en el siglo XVI conformaban una provincia, determina que en la Edad Media contaba con una entidad similar a las del resto de territorios de Castilla. De hecho, los historiadores señalan que en el censo de pecheros de 1528, la ciudad de Huete contaba con unos 3.500 habitantes, más incluso que Madrid.
Desde ese momento se produjo un importante crecimiento de la población, que llega incluso a duplicarse, como se constata por el vertiginoso aumento de los nacimientos, la pujanza económica de la agricultura y la industria, que se plasma en el florecimiento de todas las artes. La ciudad de Huete contaba con unos 6.000 habitantes en 1591 y la Tierra de Huete con casi 70.000.
“Hay muchas zonas que han perdido población pero es que nosotros hemos desaparecido del mapa. La provincia de Huete, que ocupaba una parte de Guadalajara y de Cuenca no existe, y de llegar al final del siglo XVI y principios del XVII a tener casi 70.000 habitantes hoy todos esos municipios apenas contabilizan 13.000”.
“Hay muchas zonas que han perdido población pero es que nosotros hemos desaparecido del mapa"Según cuenta la José Luis García Martínez hay dos momentos claves que determinan el deterioro y finalmente desaparición de la provincia optense. La primera comenzó en 1591, con el vertiginoso aumento de fallecimientos a causa de la peste; el derrumbe de la industria castellana o la subida de impuestos. Al mismo tiempo, los nacimientos cayeron en picado, y como ejemplo cita que en la parroquia de San Esteban de Huete, una de las 10 que tenía la ciudad, pasó de tener una media de 60 bautismos por año a menos de 20 en entre 1591 y 1610.
Durante todo el siglo XVII el territorio fue perdiendo población de forma alarmante hasta quedarse en unos 45.000 habitantes, y la ciudad de Huete solamente con unos 2.500. En el XVIII, la llegada del ferrocarril y el avance tecnológico estabilizó un ligero crecimiento hasta 1940 “en el que alcanzamos un buen nivel”, desde entonces, señala José Luis García comenzó nuevamente una caída en picado – especialmente entre los años 60 y 70– hasta derivar en la situación de despoblación que afecta en la actualidad a este territorio, que además adolece de envejecimiento.
“El problema es que la mayoría de los habitantes son mayores por lo que igual en 20 años nos quedamos con 3.000 vecinos entre todos pueblos que conformaban esa Tierra de Huete, y eso es un problema ante el que hay que tomar medidas para detener esta despoblación y que esto no quede como un desierto demográfico”.
Para revertir está situación apuntan la necesidad de mejorar los servicios e incentivar proyectos de desarrollo, pero también reforzar la identidad cultural con la restauración de su patrimonio “porque ayuda a que las personas mantengan el vínculo”, apostilla García, que de la misma forma considera que es necesario dar un paso más e incentivar el arraigo.
Según se desprende del estudio de investigación realizado por José Luis García Martínez y Ramón Pérez Tornero, cuando Huete tenía 6.000 habitantes no tenían muchos más ni Cuenca ni Madrid. En ese momento de la historia, dice García, había un equilibrio en Castilla. Las grandes ciudades tenían un tamaño parecido, “podría haber algunas como Segovia que despuntaban más y Madrid ya estaba empezando a crecer pero había un equilibrio que ahora se ha roto. Hay un momento en el que las capitales son el modelo en el que todo el mundo quiere vivir, la gente se concentra en capitales de provincia y estas pequeñas ciudades han ido mermando hasta que se han quedado en lo que son ahora”.
A su juicio esto es algo en lo que hay que reflexionar. y tomar medidas para frenar el declive. Y es que si bien es cierto que la falta de emprendimiento y oportunidades laborales son dos de los elementos claves en el éxodo de los pueblos, para García Martínez no lo es menos la falta de arraigo.
Por ello, considera que además de servicios que faciliten la vida a las familias, sería necesario incentivar con ayudas especiales para que la gente se quede en los pueblos. En muchos casos, señala que incluso teniendo trabajo son muchos los que prefieren desplazarse todos los días y vivir en ciudades, como Cuenca, por ejemplo, en lugar de residir en los pueblos.
Y esto, dice ocurre tanto con foráneos como con locales. Por lo que si no se toman medidas, los pueblos terminarán desapareciendo, como lo ha hecho la provincia o Tierra de Huete, un territorio que según determinan los datos analizados en el estudio sobre la evolución demográfica, en la Edad Medía quintuplicaba la población actual.