La corta de varillas de mimbre está en su punto álgido en el norte de la provincia. Este año la cosecha será más reducida que en la pasada campaña, la sequía y el frío de la primavera frenó el proceso vegetativo y como resultado la talla de las varas tiene menor altura; por tanto, menos kilos. Aún es pronto para poder hablar de cifras, la recolección se alargará hasta finales de marzo, pero las primeras estimaciones de los mimbreros es que en la comarca productora que transcurre entre La Alcarria y La Serranía Alta, la merma, en su conjunto, se acercará al 15%. Eso sí, la incidencia es desigual en los distintos municipios.
Y es que, por ejemplo, en localidades como Villaconejos de Trabaque, a las consecuencias de las heladas de primavera y la falta de agua se suman los daños causados por el pedrisco. Quitando esta circunstancia, que afecta a una mínima parte de la cosecha de la comarca, la calidad del producto de este año, “es excelente”, señala Abel Vindel, de Cañamares, municipio en el que se concentra el 90 por ciento de la producción nacional de mimbre.
Con estas estimaciones, la cosecha de este año no alcanzará el millón y medio de kilos, aunque algunos mimbreros como Alberto Cano Herranz, cifra el volumen de mimbre verde en cerca de dos millones de kilos. Con todo, una cantidad que nada tiene que ver con el volumen alcanzado en el pasado en esta comarca, que llegó a superar los 10 millones de kilos en los años 80.
Los bajos precios del mercado, la competencia China, la falta de ayudas y el fraude en el etiquetado, son algunos de los factores que han contribuido al declive de un cultivo que en su época de apogeo transformó el paisaje y la economía de municipios como Cañamares, Albalate de las Nogueras, Villaconejos de Trabaque, Fuertescusa, Priego, Cañizares, Vadillos o Beteta.
"La competencia no se puede evitar con la globalización del mercado. Lo que hay que aprender es a salir al exterior"Hoy, los pocos mimbreros que quedan se reinventan para seguir adelante. Competir con producciones de bajo coste como las chinas o polacas “es una misión imposible”, y por ello empresas como Mimbres Vindel Bermejo han puesto su mirada en la internacionalización. “La competencia no se puede evitar con la globalización del mercado. Lo que hay que aprender es a salir al exterior. Nosotros ya llevamos un par de años que el 80 por ciento de la producción la vendemos fuera del país”.
El mercado de los Vindel está fundamentalmente en Europa, pero también en América y África. En los últimos tiempos la apertura de nuevos mercados ha centrado su atención en Argelia, un país “con un gran consumo de mimbre”, especialmente de ‘buff’ (nombre que viene determinado por el color marrón rojizo que queda tras el proceso de cocción, pelado y secado al sol al que se somete). El blanco (mimbre crudo descortezado tras ablandar la peladura con varios meses de remojo) tiene en Europa su principal destino de venta, especialmente en Francia y Alemania.
Buff, blanco, verde, seco o negro (con doble cocción), los Vindel trabajan todas las técnicas de transformación del mimbre. Su mercado tiene como destino la artesanía, un campo que tiene un fuerte competidor con los productos chinos, de menor calidad pero a muy bajo precio. Por eso, “si quieres competir fuera tienes que ir a calidad. Nosotros desechamos mucho que luego vendemos para las persianas”, señala Abel, quien destaca que en la comarca, con unas 115 hectáreas de tierras de cultivo, apenas media docena de familias se dedican hoy en día a la transformación del mimbre.
En cuanto al mercado nacional, en la actualidad el mayor consumo se centra en vallas naturales, rollos de mimbre tejidos con alambre que se utilizan en los cerramientos de ocultación de chalets o piscinas. Más del 60% de las que se realizan en España salen de Cañamares. En este municipio, en el que la huerta mimbrera (con 80 hectáreas) sostiene la producción conquense, se encuentra `Mimbres Ribera del Escabas, la única empresa dedicada a la elaboración de este tipo de cerramientos.
“Antiguamente el 90% del mimbre se dedicaba a la artesanía, ahora en parte por las importaciones chinas, ha quedado muy aplazado y nos hemos tenido que dedicar a otras cosas. Ahora el 90% del mimbre va a la elaboración de vallas de cerramiento”, señala Alberto Cano Herranz, gerente de esta empresa especializada en cerramientos, una de las pocas de España en realizar todo el ciclo, desde la producción a la recolección, clasificación, preparación y manufacturación. “ No tenemos intermediarios y eso nos permite tener un precio muy competitivo”.
Con todo, el mercado no es fácil. En el sector, además de la competencia china que hunde los precios “hay mucho fraude”, cuenta Alberto Cano Herranz, quien asegura que muchas superficies compran producto chino y ponen etiqueta nacional. “Aunque hacemos denuncias no nos escuchan”, lamenta.
Las diferencias son notables, desde el color hasta la madera que da cuerpo a las varas y su flexibilidad. “Hay muchas diferencias, y la principal son los años de vida que tiene una valla de mimbre nacional, que es de unos 12-15 años, dependiendo de 1a zona geográfica donde estemos, frente a la de mimbre chino, que es de tan mala calidad que en un año se estropea”.
Eso sí, el precio también supone, a la inversa, una gran diferencia, y al final el consumidor se deja llevar ante el desconocimiento. Una situación que los productores señalan que está haciendo mucho daño a un sector al que cada vez le cuesta más mantener una competencia rentable.
“Cada vez son menos las familias que se dedican al mimbre. En Cañamares, estamos solo unas 15 dedicándonos al cultivo”, añade Cano.
Lo peor, añade Vindel, es la falta de relevo generacional. “Los jóvenes no quieren dedicarse al campo, y el mimbre además es un trabajo duro. Poco a poco se va metiendo más maquinaria pero al ser las fincas pequeñas es muy difícil. Es verdad que ahora la maquinaria es más avanzada pero también la planta sufre más. Mecanizarlo del todo es muy complicado si quieres sacar calidad, que es lo único con lo que contamos para seguir sobreviviendo”, apostilla Vindel.
Precios estables
En cuanto a los precios, tanto desde Mimbres Vindel como Riberas del Escabas destacan que durante las últimas campañas están estabilizados y la previsión es que mantengan esa tendencia. De todos modos aún es pronto. Hasta el verano el mimbre no estará listo para salir al mercado, y las variantes en este sector son muchas. “Estamos hablando de una media de entre 0,15 y 0,20 céntimos de euro el kilo de mimbre, dependiendo de si hay que recogerlo o lo entregan ya cortado. El mimbre blanco ronda los 0,60 euros y el que va para persianas (rollos de cerramiento) a unos 45 céntimos.
De momento la comarca se centra en la recolección del mimbre, un cultivo que marca la forma de vida de los municipios productores. La pérdida del cultivo ha sido muy significativa pero la tradición mimbrera se mantiene en una comarca cuya fama se extiende por todo el país por la gran calidad de su producto. La experiencia en el tratamiento de la planta, el agua, la tierra y el clima son los factores que logran la diferencia.
“Aquí el clima influye mucho, el frío del invierno favorece que la planta tenga más madera, no como el chino que se rompe con nada”, señala Pilar Pérez, una artesana que junto a su esposo José Luis Encijo mantiene en Villaconejos de Trabaque el único negocio de artesanía del mimbre de la comarca. “En este pueblo había cerca de cien artesanos pero las costumbres y los hábitos han ido cambiando”, y la cestería tradicional se ha ido dejando poco a poco. En su caso, las piezas de diseño por encargo les mantienen en activo. Las posibilidades que ofrece el mimbre “son infinitas” en la elaboración de muebles y elementos decorativos.
La demanda varía, aunque Pilar señala que en estos momentos no se hace nada en grandes cantidades. “En un día podemos hacer dos o tres cosas distintas. Las cestas para las setas las hacemos durante todo el año, y ahora están teniendo mucha tirada las cestas para la masa de pan artesano que tanto se lleva”. Con todo, reinventarse en función de la demanda y necesidades del mercado es la salida que queda para un sector que a pesar del declive de los últimos años, tiene un futuro. Eso sí, los mimbreros destacan que necesita un impulso en forma de ayudas como ocurre en otros países para animar a los jóvenes a su continuidad.