Aislamiento social, insultos reiterados, intimidación e incluso agresiones físicas. Esta es la realidad que, a diario, sufren muchos alumnos de centros educativos que son víctimas de acoso escolar y, como tales, se encuentran en una situación de inferioridad con respecto a sus agresores y ven lesionado su honor, sus relaciones sociales o, en ocasiones, su integridad física.
En la provincia de Cuenca, a lo largo del pasado curso escolar, 2016-2017, se detectaron seis casos de acoso escolar en las aulas de Primaria, Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Ciclos Formativos de grado medio y superior, mientras que en el curso anterior, 2015-2016, fueron once casos en los que se determinó que existió acoso escolar. Por su parte, en lo que va del presente curso, a lo largo del primer trimestre se conocían seis casos, de los cuales tres están aún en proceso de resolución y en lo que respecta a los tres restantes, se ha descartado la existencia de una situación de acoso.
Durante el segundo trimestre se revelaban seis casos más, de los cuales, uno ha sido considerado acoso, dos están en proceso de resolución y en el caso de otros tres se determinó que no hubo acoso.
Así lo ha puesto de manifiesto, con ocasión del Día Mundial contra el Acoso Escolar, el director general de Programas, Atención a la Diversidad y Formación Profesional de Castilla-La Mancha, Amador Pastor, quien aprovechaba esta efeméride para subrayar que este tipo de casos de acoso “son muy dispares”, pero siempre hacen referencia a una situación “de vulnerabilidad y de reiterado hostigamiento verbal, físico, de exclusión social, rechazo, acoso en redes sociales” a un estudiante, generalmente alumno de los primeros niveles de la Educación Secundaria Obligatoria.
Pastor deja claro que no existe un perfil definido de víctima ni tampoco un “único patrón para decir que alguien es o puede ser objeto de acoso escolar”. “Todo el mundo puede ser objeto, en cualquier momento, de una situación de acoso escolar”, sostiene, al tiempo que señala la existencia de “muchos factores” que intervienen en el desarrollo de este tipo de episodios, desde cuestiones físicas a económicas, de raza o de género.
Por su parte, en cuanto al acosador, en no pocas ocasiones en este tipo de perfiles subyacen un bajo rendimiento académico y una escasa motivación.
Junto a víctima y acosador, en la resolución de un caso de acoso escolar también es relevante la figura del observador, “personas que, por miedo o cobardía”, no dan cuenta de la situación y, “con ese silencio, son cómplices”, espeta Pastor, para quien, no obstante, los datos en Cuenca se mantienen estables debido, en parte, a la existencia de un clima de convivencia “prácticamente controlado por la gobernabilidad de tener pocos alumnos”.
“En otros centros es más difícil el control de actitudes o estados de ánimo con los que el alumnado puede manifestar que está siendo víctima”, asevera.
El 18 de enero de 2017 se actualizaba el protocolo existente en la región para afrontar este tipo de capítulos en el seno de una comunidad educativa. Una normativa que determina que, ante un posible caso de acoso, “cualquier persona o entidad de la comunidad educativa lo debe poner en conocimiento del equipo directivo del centro” que, una vez comprobados los indicios, es el encargado de convocar la comisión de acoso, en la que, además de un miembro de dicho equipo directivo, también está presente el orientador y el servicio de inspección.
Una vez valorados los hechos por parte de dicha comisión, “lo primero”, según el director general, es tomar “medidas inmediatas de protección para la supuesta víctima, extremar la vigilancia sobre ella para ver su estado de ánimo, sus actitudes, su comportamiento”, al tiempo que indica que el plan de actuación contempla asimismo una recogida de información, una audiencia con el acosado, el acosador, los observadores, el profesorado, las familias y otros “agentes relevantes”, que pueden incluir los Servicios Sociales y, si se considera “necesario”, incluso puede haber derivación del caso a la Fiscalía de Menores.
Finalmente, se elabora un documento de conclusiones en el que se valoran hechos y medidas adoptadas y se detalla si ha sido preciso derivar el caso a alguna de estas entidades, estableciéndose un plazo máximo de 30 días para resolver todas estas fases y determinar si estamos o no ante un caso de acoso escolar así como para implementar todas las medidas iniciales. Estas deben estar acompañadas, asimismo, de unas medidas de seguimiento con el fin de que no se “reproduzcan casos similares y se pueda trabajar con los supuestos acosadores”.
En este punto, Pastor recalca la existencia de una “línea muy delgada” entre la consideración de acoso escolar y conflicto entre iguales como consecuencia de la “normalización” entre los adolescentes “de determinado trato hacia las personas que impide ver si, realmente, estamos ante una situación de acoso o conflicto entre iguales”.
“Es ahí donde tenemos que estar muy bien asesorados, formados y coordinados”, sentencia, para, a continuación, interpelar a la sociedad en su conjunto, señalando que un solo caso de acoso escolar “no es un fracaso de la escuela sino de toda la sociedad”, ya que su erradicación es un “proyecto en el que estamos implicados todos”.
#TÚCUENTAS
El programa #TúCuentas puesto en marcha por la Junta para prevenir tanto el acoso escolar como el ciberacoso en la infancia y la juventud ha llevado a cabo talleres y actividades de prevención con los que ha alcanzado a cerca de 1.400 escolares de la provincia de Cuenca durante el último curso, según informaba esta semana la directora provincial de Bienestar Social, Amelia López, quien manifestaba de que, a lo largo del 2017, en la provincia de Cuenca se llevaron a cabo 19 intervenciones especializadas por parte de este equipo multidisciplinar compuesto por un psicólogo y un educador social.
Por su parte, la directora provincial de Educación, Cultura y Deporte, Mª Ángeles Martínez, advertía de que, en lo que llevamos de curso, su departamento ha activado el protocolo de actuación ante casos de maltrato entre iguales en 12 ocasiones en las aulas de la provincia de Cuenca, donde estudian más de 18.500 alumnos entre Educación Primaria y Secundaria.
#TúCuentas extenderá su labor a los campamentos juveniles y eventos deportivos para escolares.
Este curso se ha activado el protocolo ante casos de maltrato entre iguales en 12 ocasiones en las aulas de la provincia, donde estudian más de 18.500 alumnos
LUCHA 'ENFERMIIZA' CONTRA EL ACOSO ESCOLAR
“Hay un protocolo clarísimo que se puede abrir en caso de detectar un caso de acoso escolar, pero nosotros, desde que un alumno entra al instituto, ya tenemos información clara de cómo es cada crío, por lo que el control que tienen es mucho mayor”, apunta el director del Instituto de Enseñanza Secundaria Fray Luis de León de Las Pedroñeras, Raúl Martínez, para quien, ante el desafío que supone acabar con esta lacra, también resulta “fundamental” la implicación de toda la comunidad educativa. Desde el claustro de profesores, a los tutores, pasando por el orientador social y el educador social. En este centro educativo todos estos actores “están constantemente solucionando problemas de convivencia”.
El Fray Luis de León cuenta actualmente con unos 500 alumnos de toda la comarca e incluso del resto de la región y puede vanagloriarse de no haber registrado “ningún caso de acoso escolar y no haber tenido que abrir nunca el protocolo de acoso escolar”, según Martínez, a pesar de que, cuando él asumió su dirección, hace trece años, era un centro “bastante conflictivo”.
Tanto es así que se ha pasado de 550 amonestaciones por mal comportamiento en aquellos primeros años a menos de 50 en todo el curso pasado, una mejora del clima de convivencia que, a su vez, se ha traducido en una mejora de los resultados académicos del conjunto del alumnado, ya que, “mientras el número de amonestaciones se ha reducido por diez, los alumnos con mejor expediente se han triplicado”. La clave del éxito: mucho esfuerzo y trabajo.
En su labor de control, el equipo directivo se ve apoyado por los alumnos que ya cursan estudios de bachillerato y, por tanto, han superado esa etapa más conflictiva para pasar a convertirse en todo un referente para los más pequeños.
Junto a ellos, la junta de delegados, entre cuyas funciones está la de avisar de inmediato, siempre de forma anónima, en cuanto detectan un problema de convivencia en clase.
“Y mientras no se solucione, nadie se va del centro”, remarca el director, defensor de la importancia de un factor como la inmediatez en la resolución de este tipo de conflictos para evitar que un problema “vaya a más y se enquiste”.
Otra de las recetas del éxito del plan de convivencia en este centro ha sido articular un sistema de pactos y tratos constantes con todos los alumnos “que distorsionan” así como tener “paciencia y muchísima mano izquierda”.
“Los que montan lío tienen que llegar a ver que no vas contra ellos y tú, conseguir llevarlos a tu terreno para que el conflicto no se vuelva a repetir”, sostiene, admitiendo que en ese toma y daca se busca siempre la implicación del alumnado “porque, si no tienen nada por lo que pelear, se pueden portar mal”, pero, en caso contrario, “si se portan bien, saben que hay recompensa”.
Para Martínez y su equipo la lucha contra el acoso escolar “es algo enfermizo”. “Estamos hiper atentos y, de momento, nos da resultado”, remarca, consciente de que eso no significa “que pasado mañana haya que abrir el protocolo”.
A su entender, “lo más importante” es no dar lugar a que se produzca el conflicto, que tiene como su “mayor aliado” a las redes sociales, máximas enemigas, a su juicio, de una sana convivencia en el aula.
El director del IES Fray Luis de León se fija como “reto” el no bajar la guardia frente al acoso, sabedor de que, para detectar este tipo de casos “tienes que tener los ojos muy abiertos y adelantarte siempre a ellos”.