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Vendimia

El sector vitivinícola prevé una pérdida del 15% de la producción en la provincia

Los viñedos de Cuenca afrontan una campaña difícil marcada por la sequía con perjuicios que, en algunos cultivos, podrían alcanzar una caída del 50% respecto al año pasado
07/08/2023 - María Valverde

Los viticultores observan con preocupación sus viñedos. La sequía, la previsión de una caída en la producción y de los beneficios acechan al sector. A estas circunstancias se añade el descenso generalizado en el consumo de vino, una bajada que se acentúa en los tintos. 

La campaña supone un desafío para los vinateros conquenses. El sector prevé una pérdida en torno al 15% de producción de hectolitros en la provincia en la campaña de este año. La brotación de las distintas variedades es irregular a causa de la sequía. El año pasado esta problemática meteorológica ya estaba presente en los cultivos. Ahora tiene sus consecuencias en el presente. Los cultivos de Cuenca van a sufrir una merma considerable, tal y como detalla Carlos David Bonilla, presidente de la D.O. La Mancha. Asimismo, estima que la mala floración tendrá como resultado en algunos de los viñedos una caída del 50% en su producción respecto al año pasado. 

La Asamblea General de Cooperativas Agro-alimentarias de Castilla-La Mancha pronostica a nivel regional un descenso en la producción de hectolitros. Este año se calculan en torno a 21 millones frente a los 22 millones 600 mil del año 2022. Cuenca, Toledo y Albacete son las provincias más afectadas. Ciudad Real sufrirá un impacto menor, en concreto, unas pérdidas de un 5%, gracias a la mayor presencia de regadío en sus viñedos. 

El calor en la última vendimia afectó negativamente a los sarmientos y ello ha provocado esta desigualdad en los viñedos. Algunas de las variedades han comenzado a florecer antes de lo habitual. Así lo explica Juan Fuente, portavoz sectorial vitivinícola de Cooperativas Agro-alimentarias Castilla-La Mancha. “Tras la observación de determinadas variedades,  habría que vendimiarlas al menos una semana antes”. Las variedades más afectadas y, por tanto, las que más han tomado la delantera son chardonnay, sauvignon blanc y moscatel. Fuente también vaticina un anticipo en la floración de la uva bobal, airén y tempranillo. 
 

"Tras la observación de la brotación de determinadas variedades, habría que vendimiarlas al menos una semana antes"

Estas últimas están más adaptadas al clima de la región al ser variedades autóctonas. Actualmente los productores salen a sus campos para vigilar cómo progresan las vides para cosechar en el momento óptimo de maduración. 
“Se espera una vendimia diferente, rara, como las últimas que hemos tenido, especialmente la del año pasado”, asegura Fuente. El portavoz sectorial vitivinícola cuenta cómo las últimas campañas han transcurrido bajo unas condiciones meteorológicas que antes no habían afrontado. El periodo de precipitaciones dentro de la sequía ha sido un amortiguador para las vides, que presentan un mejor desarrollo. Gracias a las lluvias a finales de mayo y en junio se espera una mejor calidad en la uva. 

Este año la falta de agua en los campos empuja al sector a una cosecha más corta que la de la campaña anterior. Según Fuente las cooperativas de la región lo afirman por unanimidad. Bonilla destaca que esta circunstancia favorece al carácter de la uva. “Vamos a tener una calidad muy buena”, comenta.

Los de secano son los que más sufren la amenaza de desaparecer a causa de un descenso considerable en el nivel de precipitación anual. Fuente explica que, bajo este nuevo contexto, resulta complicado mantener este tipo de cultivo. Los de regadío, en cambio, sí tienen opciones “Si esto continúa, el viñedo de secano tiene poco futuro; no va a sobrevivir”. 

 

PUNTO DE INFLEXIÓN
La nueva situación de las vides ha traído consigo un punto de inflexión. Fuente expone que las cooperativas han tenido que adaptarse, un proceso en el que ha crecido la introducción de la mecanización y en el que las labores han comenzado a llevarse a cabo por las noches para evitar las altas temperaturas.

La falta de mano de obra también ha contribuido a esta incorporación de la tecnología. Bonilla explica que las cuadrillas cada vez son más escasas y suponen más costes al productor. Fuente asegura que no hay personal para llevar a cabo estas labores. Muchos viñedos dejarán de ser rentables. 

La mecanización de las labores es también una necesidad para su supervivencia. “Cuesta mucho decirlo porque son cultivos sociales y tradicionales arraigados a la tierra”, explica Fuente. “Es duro decir que, efectivamente, o se adaptan o tienen que abandonar el cultivo”. 

“No cabe duda de que esto es imparable y no tiene vuelta atrás”, expresa Fuente. El cambio también supone una variación a la hora de valorizar la uva, es decir, un aumento de los parámetros a medir y analizar para asegurar la elección de un fruto equilibrado o la incorporación de una mayor cantidad de equipos de refrigeración para controlar las temperaturas. 

Todo ello redunda en un aumento de costes al mismo tiempo que el precio se mantiene invariable, lo que, al final, es un daño al bolsillo del productor. La continuación óptima y la supervivencia de la producción de la uva está en manos de la adaptación de las vides a la situación actual y esta conlleva unos gastos. 
 

La bobal es, dentro de las variedades cultivadas en la provincia, la que presenta la mayor previsión de pérdidas

Fuente considera que ello genera una preocupación en el sector que crece poco a poco. “Aumentan los costes tanto de producción como de elaboración para los agricultores y para las bodegas. En cambio, los precios se mantienen estables y esto es un problema”. Fuente señala a la tecnología como la llave hacia la prosperidad del negocio. “Es una cuestión de adaptación tecnológica tanto en el campo como en la bodega”. 

“Ahora establecer un umbral de costes de producción es muy complicado y es muy difícil saber dónde está el óptimo de rentabilidad”, explica Fuente. Cada viñedo tiene sus formas de producir y de trabajar, lo que complica hacer un cálculo generalizado del impacto económico en las empresas del sector. 

Sin embargo, el presidente de la D.O. La Mancha sí puede decir con mayor certeza que una explotación con un nivel de mecanización resulta rentable con los precios actuales y que otra con labores manuales o sin acceso al riego, tiene más dificultad para alcanzar el equilibrio económico entre ingresos y costes. Los productores de la provincia vivirán un perjuicio económico relevante. Los precios del mercado actuales no compensarán las pérdidas, tal y como explica Bonilla. A ello se une otro inconveniente más vinculado las tendencias de consumo. Cuenca es una tierra de tintos, un tipo de vino al que es difícil darle salida actualmente en el mercado. La decantación por los blancos ha generado una caída en la demanda y con ello un volumen considerable de stock. 

Bonilla asegura que los blancos tendrán una comercialización óptima y que “no van a quedar existencias”. Sin embargo, los tintos experimentan la situación opuesta. Bonilla  ilustra las circunstancias actuales a través de la situación de Bodegas Campos Reales de El Provencio, de la que es presidente. Aún tienen almacenados tintos y afirma que “está costando” disminuir el stock. Los tres últimos meses se han saldado con un descenso entre el 10% y el 12% en las ventas respecto al año pasado a pesar de la inicial recuperación en el mercado en el primer trimestre de 2023. 
Bonilla expone que la situación de las exportaciones tampoco es esperanzadora y asegura que la mejora de las ventas internacionales depende, sobre todo, de la demanda de Rusia y China fundamentalmente en los próximos meses. El consumo en estos dos países ha pasado de suponer una cifra generosa a una bajada de ventas.

La situación es similar en Bodegas Zagarrón en Mota del Cuervo, de la que Fuente es gerente y director técnico. Los stocks de sus vinos se encuentran en “el límite máximo” y no logran desde la empresa que se absorba este excedente. 

BOBAL
La sequía y los cambios de temperatura también son un golpe para la variedad líder en La Manchuela. La uva bobal tiene una previsión de pérdidas mayor al resto de las que se recogen en Cuenca, en concreto, entre el 30% y 35% según el pronóstico de José Ángel Serrano, presidente de Bodegas Unión Campesina Iniestense, un cálculo basado en el estado de su explotación. Bonilla explica que los viñedos de esta variante dentro de la cooperativa que dirige presentan una marchitez fisiológica que acarrea consigo “unas mermas más que considerables”. Se trata, en palabras de los viticultores, de una variedad “muy sensible”, tal y como detalla Fuente. 

El descenso de grados en los marcadores a finales de mayo ha desembocado en una dificultad en la floración y en el desarrollo del fruto, una complicación que produce en la planta cristales. 

Aun así, aún queda el mes de agosto, que será determinante para su mejora o, por el contrario, para su empeoramiento. “La campaña va a ser muy reducida en esta variedad”, explica Serrano. “Creo que es la variedad más afectada”, añade.

Las vides de bobal están brotando antes de tiempo, con un adelanto de diez días.  Ante la situación, Serrano asegura que en sus bodegas “los costes pueden disparase”, a lo que se suma la paralización del mercado. “Es un gran problema la inestabilidad actual en el sector, sobre todo en los vinos tintos”.

La campaña de viñedos inicia su cuenta atrás con unas perspectivas marcadas por la disminución de la producción y con un rayo de luz: la mejora en la calidad de la uva  de la próxima cosecha.