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Incendios

El resurgir del monte quemado

Los terrenos afectados por los incendios de Poyatos y Las Majadas, ambos en 2009, se han ido regenerando aunque “les ha costado mucho”. En Barchín del Hoyo, todavía se está en la fase de retirar la madera afectada
El resurgir del monte quemado
Un agente medioambiental inspecciona un terreno afectado por un incendio. // Foto: Asociación Profesional de Agentes Medioambientales de Castilla-La Mancha
23/10/2020 - Dolo Cambronero

Un incendio es el evento más catastrófico que le puede suceder a un bosque. Según la intensidad de las llamas, las consecuencias serán más o menos graves. Pero ¿cuál es el proceso, más o menos natural, que sigue posteriormente para que los terrenos afectados recuperen su pulso vegetal y también animal? “Hay que leer bien el monte para ayudar a la regeneración”, señala Alfredo Poveda, portavoz de la Asociación Profesional de Agentes Medioambientales de Castilla-La Mancha.

Por un lado, las primeras actuaciones tras la extinción del incendio se centran en la investigación de las causas. Y, por otro, los trabajos más inmediatos “tienen que ir dirigidos a proteger el suelo porque es la base en la que se sustentarán las futuras plantas que van a ir surgiendo durante el proceso de regeneración”.

El primer paso es analizar la severidad del siniestro por zonas. “Algunas son capaces de regenerarse solas y otras no debido a la intensidad. Si el fuego ha alcanzado temperaturas por encima de 300-400 grados, se considera que el suelo ha quedado arrasado. El incendio no pasa igual por todos sitios”, apunta Poveda. La clave estará en “si se ha perdido la vida del suelo o no porque es lo que dará sustento a las futuras plantas y habrá que proteger la capa de cenizas porque está cargada de nutrientes”.

Una de las consecuencias de los incendios es que pueden producir la desertificación de los terrenos a medio plazo. “Al desaparecer las copas de los árboles y los arbustos, el suelo queda desprotegido”, advierte. Las lluvias pueden provocar así grandes escorrentías -corrientes de gran velocidad- arrastrando los minerales necesarios para que puedan empezar a vivir nuevas plantas.

ZONAS CON MÁS PELIGRO

Las zonas con más peligro son las que tienen grandes pendientes y las más pedregosas. “Donde no ha quedado materia orgánica, la regeneración natural puede ser imposible y la erosión, irreversible”, advierte. Por ello, en estos lugares hay que actuar con urgencia llevando a cabo las llamadas restauraciones hidrológicas forestales, instalando estructuras a modo de dique de contención aprovechando las ramas que ha dejado el incendio con el fin de evitar que no se pierdan los minerales del suelo.

Por otro lado, estarán las zonas en las que no existe ese riesgo pero en las que se deberá ayudar a la vegetación a regenerarse. “Hay que intentar fomentar el crecimiento de las herbáceas. A veces, se hacen siembras de gramíneas y leguminosas, que son más adaptables. Después de un incendio, no puedes ponerte a plantar árboles”, recuerda.

Los árboles que logran quedar en pie tras un incendio se convertirán en fuentes semilleras que contribuirán a la regeneración del bosque por sí mismo

Pero primero hay que estudiar el terreno para ver lo que había en cuanto a especies y estructura forestal. “Eso no se hacía hace unas décadas. Entonces instalaban las plantas que se creía que iban a tener más capacidad de arraigo y un crecimiento rápido. Pero no se leía el monte, no se seguía el patrón natural. Se hicieron muchas repoblaciones con dudoso servicio ecológico y no se garantizó la diversidad de especies”, considera.

Esto ha cambiado y ahora se intenta imitar lo que había en el monte. “Si solo intervienes con una especie, eliminas la biodiversidad”, aclara. Asimismo, si se opta por la repoblación artificial se deberá tener en cuenta la procedencia de las plantas. “No es lo mismo un pino negral de Cuenca que de Almería, aunque sea la misma especie”, puntualiza.

Aunque lo más aconsejable, siempre que se pueda, es dejar a los montes que regeneren solos, algo que será posible si quedan algunos árboles en pie, que se convertirán en fuentes semilleras.

Entre las labores de los agentes medioambientales -unos 80 en la provincia de Cuenca-, se encuentran la de seleccionar estos árboles que sí van a poder salir adelante y controlar la zona de origen de las plantas en caso de repoblación. Asimismo, deben controlar que se cumplen las restricciones en cuanto al pastoreo u otras actividades en la zona con el fin de proteger la regeneración.

EVITAR PLAGAS

Otro de los trabajos tras un incendio es evitar que proliferen plagas de insectos que acuden a los árboles heridos pero que también pueden atacar a los sanos, para lo que se colocarán trampas.

En cuanto a los terrenos afectados por los últimos grandes incendios en la provincia, se encuentran en diferentes fases. Las zonas de los fuegos de Poyatos y Las Majadas, ambos en 2009, han evolucionado aunque “les ha costado mucho”. En Poyatos, “los quejigos están empezando a brotar” y se está regenerando el monte siguiendo el patrón natural del bosque. “Aunque hay sitios que no han regenerado casi nada porque se quedó la roca pelada. Hay zonas en las que se actuó tarde”, cree. Las Majadas va más lento aunque están regenerando boj y herbáceas y hay alguna repoblación natural de pino negral. Y en Barchín del Hoyo (2019) aún se está en la fase de retirar madera. Poveda alerta de que hay que elegir bien los árboles que se dejarán porque las fuentes semilleras son “un tesoro” en el resurgir del monte.