Al final, se han cumplido los peores pronósticos y la campaña de la almendra de este año en la provincia de Cuenca ha resultado “desastrosa”, hasta el punto que el sector habla de “la peor campaña de los últimos treinta años”.
Y no es para menos, si se tiene en cuenta que la producción de almendra ha registrado una caída del 85% con respecto a una cosecha media en la provincia, tal y como pone de manifiesto el gerente de la Agrupación Castellanomanchega de Productores de Frutos Secos, el conquense Fernando Pinedo, quien sitúa a las heladas del mes de abril como el principal culpable del descenso estrepitoso de la producción.
No en vano, cuando la campaña está a punto de concluir con la recolección de la variedad más tardía, como es la marinada, el sector apunta a una producción final que ronda las 400 toneladas. Una cifra, según subraya Pinedo, muy por debajo de la media histórica en la provincia, que oscila entre las 3.500 y las 4.000 toneladas de almendra.
HELADAS DEVASTADORAS
Y es que, tal y como explica, las heladas del mes de abril se llevaron por delante la gran mayoría de las variedades y, por ejemplo, en la comarca de Minglanilla, Villalpardo, El Herrumblar o Villarta –una de las principales zonas productoras de la provincia de Cuenca–, donde, por cierto, la largueta es la variedad de almendra predominante, los daños alcanzaron prácticamente el cien por cien.
De hecho, según detalla, “numerosas han sido las explotaciones en la provincia en las que los productores ni siquiera han ido a recogerlas al no merecer la pena, porque con la cantidad de almendra que había no se cubrían ni los costes de recolección”.
Recuerda que las heladas registradas entre el 1 y el 4 de abril fueron especialmente prolongadas en el tiempo, sobre todo las del día 3, lo que unido al hecho de que esas noches no soplara el viento, hizo que sus consecuencias fueran más devastadoras aún. Unos daños, por cierto, generalizados a lo largo y ancho de la provincia, aunque de manera desigual, dependiendo del tipo de almendra.
Las únicas que se han salvado de las heladas de abril han sido las de la variedad penta, por tener una floración extratardía, así como algunas explotaciones aisladas de otras menos tardías, como vairo, constantí, guara o lauranne, pero que se encontraban en zonas altas, donde las heladas son menos proclives.
SEQUÍA PROLONGADA
Pero las bajas temperaturas durante la primavera no han sido el único fenómeno meteorológico adverso de esta campaña, puesto que no hay que olvidar la prolongada sequía, desde prácticamente el mes de mayo. Una falta de precipitaciones que, sin embargo, para Pinedo, “puede haber sido lo único positivo de esta campaña desastrosa”.
Y es que, tal y como detalla, en el caso de un cultivo como el almendro, si hubiera habido una producción normal, la falta de lluvias habría castigado especialmente al árbol, dejándolo muy agotado y, por lo tanto, a merced del barrenillo, una plaga que ataca especialmente al almendro más débil hasta el punto de llegar a secarlo. Algo que afortunadamente no se ha producido y que hubiera supuesto un daño mucho mayor al productor.
PRECIOS, AÚN BAJOS
Si la campaña de la almendra ha sido de las peores en tres décadas, los mercados internacionales de la almendra no ofrecen un panorama mucho mejor. Y, de hecho, según subraya Pinedo, a pesar de que el precio de la almendra está subiendo en las últimas semanas, aún se encuentra a niveles por debajo de la campaña de 2021. En concreto, tal y como indica, la almendra se está pagando ahora en torno a los 3,90 euros el kilo y, sin embargo, el año pasado el precio medio rondaba los 4,20 euros.
El responsable de esta situación no es otro que el principal productor mundial de almendra, California, que es quien, al fin y al cabo, fija el precio de este producto y se da la circunstancia que ha tenido una campaña normal.
Pero si no está muy bien la almendra convencional, a peor escenario se enfrentan los productores de almendra ecológica, puesto que los precios no paran de caer, más incluso que la tradicional. Algo que responde, a juicio de Pinedo, al descenso registrado en el consumo de este producto por la prolongada inflación, que está haciendo que los consumidores prioricen los alimentos básicos.