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Un paseo por la historia de la resina en Cuenca

“La imagen de que en la sierra no ha habido industrias no es real. Todo lo contrario”, asegura Emilio Guadalajara, natural de Cañada del Hoyo
Un paseo por la historia de la resina en Cuenca
El maestro jubilado Emilio Guadalajara, junto a un pino resinado.
20/01/2020 - Dolo Cambronero

La provincia de Cuenca atesora un valioso patrimonio forestal, formado en una parte muy importante por pinos. En este contexto, Emilio Guadalajara Guadalajara, maestro jubilado desde el año pasado, hará un repaso por la vital importancia que ha tenido el sector resinero para la zona en una ponencia que impartirá este lunes 20 en el Centro de Educación de Personas Adultas (CEPA) Lucas Aguirre de la capital bajo el nombre La resina y la pez, economía de subsistencia en la Cuenca del siglo XIX. La charla, incluida dentro del taller Páginas de Cuenca y coordinado por Miguel Romero, será a las 18:30 horas.

Según relata Guadalajara, nacido en el municipio conquense de Cañada del Hoyo y residente actualmente en Arcas, el sector resinero comenzó en la Serranía Alta, en torno a Cañizares. “La imagen de que en la sierra no ha habido industrias no es real. Todo lo contrario”, asegura.

Y pone como ejemplo a Faustino Aragón, que tenía una industria resinera en Cañizares, y a la Ibérica de Resinas, de la mano de Vicente Romero-Girón y López-Pelegrín, que descendía de Valdeolivas. “Era una familia muy destacada en España. Su padre fue el último ministro de Ultramar. En aquella época estaban muy relacionadas la política y la industria porque así defendían sus intereses”, relata.

Este industrial contaba con tres explotaciones en Cañizares-Carrascosa, Arcas de la Sierra y Pajaroncillo. Tras la resinación de los montes, se llevaba a cabo la primera transformación, obteniéndose productos como el aguarrás y la colofonia.

La resina se considera desde el siglo XVIII un producto estratégico y sigue siendo así”

La segunda transformación se realizaba ya en zonas de puerto, fundamentalmente en Torrelavega (Santander), donde se obtenían una “amplia gama de productos” como jabones, artículos farmacéuticos y, sobre todo, la pólvora sin humo.

“La de humo era muy agresiva y esta conseguía una mayor potencia de disparo, lo que permitió un gran desarrollo de la industria armamentística”, detalla. “La resina se considera desde el siglo XVIII un producto estratégico. Y sigue considerándose así”, afirma.

Otras de las aplicaciones de este producto obtenido de los pinos es en la industria del plástico, que ahora se alimenta del petróleo pero que comenzó haciéndolo de la hidrocelulosa, uno de los derivados de la resina.

Y también tuvo una importancia fundamental para el alumbrado antes de la llegada de la electricidad a las casas. “El quinqué funcionaba con aceite de resina”, cuenta.

Pero el sector sufrió una crisis dado que aumentaron los aranceles de exportación, disminuyendo los de importación, lo que hizo que las pequeñas industrias acabaran uniéndose en la Unión Resinera Española, y la conquense Ibérica de Resinas se integra en el consejo de administración.

En la provincia, la aparición del ferrocarril a principios del siglo XX también permitió abaratar los costes de transporte dado que hasta entonces, la resina se había llevado en “carros por caminos infernales”.

Un paseo por la historia de la resina en Cuenca

Unos costes que en aquel momento eran más altos en la provincia que en otros sitios. “Cuenca es la contradicción”, recalca Guadalajara, concretando que el gran terreno explotado no se corresponde con la producción obtenida.

Así, pone como ejemplo que en 1929, en la provincia de Cuenca se resinaban 3,5 millones de pinos mientras que solo se obtenían 4.500 toneladas de resina. En contraposición, en Segovia, con 2,5 millones de estos árboles, se alcanzaban las 11.000 toneladas.

La rentabilidad en Segovia era “antes y ahora” de tres a cuatro kilos por pino mientras que en Cuenca baja hasta los dos kilos. “Tiene un gran potencial porque hay muchos pinos pero son poco productivos”, indica.

OROGRAFÍA COMPLICADA

La causa estaría fundamentalmente en la orografía dado que el terreno es más empinado y los resineros deben subir y bajar más, lo que baja la productividad. “Esto hacía que aquí estuvieran peor pagados que en otras zonas y provocó un conflicto social. El otro conflicto surgió con los madereros”, matiza.

Aunque el sector perdió importancia debido a la competencia de Indochina, la ha recuperado en los últimos tiempos. “Se ha vuelto a revitalizar” y tras la crisis, “vuelve a ser rentable”. El maestro subraya la relevancia que sigue teniendo: “Tu coche no podría funcionar sin la resina”.


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