Más de 2.000 fragmentos óseos de animales recuperados durante seis años y once campañas de excavaciones en los yacimientos arqueológicos de la ciudad romana de Valeria y en el poblado visigodo de Ciriyuelos, en Chumillas, conforman la base de la investigación acometida por el arqueólogo conquense Santiago David Domínguez Solera sobre la ganadería y la caza de estos dos asentamientos que se extienden desde el siglo I al VII d. C.
Horas y horas de arduo trabajo de análisis de estos restos que, según afirma el también doctor en Arqueología, han merecido la pena a tenor de los resultados obtenidos. Y es que este pormenorizado estudio, que se ha publicado en la revista especializada del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida ‘ANAS’, ha permitido desvelar que la ganadería existente en Valeria no solo perduró durante más de tres siglos en esta ciudad romana (del s.I al IV d. C.), sino que tuvo su continuidad en el cercano asentamiento visigodo de Ciriyuelos, en Chumillas, durante otros tres más, hasta el s. VII.
Por lo tanto, se constata que los usos ganaderos de los romanos fueron los mismos que los visigodos en esta zona de la provincia de Cuenca, al norte de la Sierra del Monje, y, en consecuencia, no experimentaron grandes cambios durante aproximadamente 600 años.
Una investigación zooarqueológica muy completa, según Domínguez Solera, que se ha complementado con un estudio taxonómico para la clasificación de los restos óseos con arreglo a las diversas especies de animales, y otro tafonómico con el análisis de las marcas de corte realizadas por los humanos y las mordeduras de carnívoros, así como de los procesos geológicos que han podido sesgar la muestra resultante y que ofrecen gran cantidad de datos.
TIPO DE CABAÑA GANADERA
Un exhaustivo trabajo sobre los fragmentos de huesos de animales recuperados en las calles adyacentes a las termas de Valeria y en el exterior e interior de una vivienda del poblado visigodo de Ciriyuelos que ha permitido determinar el tipo de cabaña ganadera en ambos asentamientos, en la que, por cierto, predominaba el ganado ovino y caprino, aunque también había un número considerable de vacas.
Especies que se dedicaban, según detalla el autor de la investigación, tanto a la producción de leche, lana y cuero como al consumo de carne, incluso, cuando los ejemplares eran jóvenes; es decir, comían corderos, cabritos y terneras.
A continuación, le seguían los caballos, cuya utilización no solo era exclusiva como animal de carga y medio de transporte, sino que también formaba parte de la dieta de estos pobladores, tal y como se ha constatado al haber encontrado restos óseos de equinos con marcas de cortes y dientes.
El cerdo formaba parte, igualmente, de la cabaña ganadera de romanos y visigodos, aunque, eso sí, en mucho menor medida que las anteriores especies. La gran cantidad de huesos de cerdos de menos de un año encontrados en ambos yacimientos hace pensar que en estas sociedades se practicaba la tradicional “matazón del cerdo”, sacrificando a los animales después de un año de engorde.
Pero las similitudes existentes entre Valeria y Ciriyuelos no se quedan ahí y, según Domínguez, también comparten la forma de descuartizar estos animales; es decir, en la carnicería de ambos enclaves, cada uno en su época, se mantienen los mismos patrones, usos y porciones de carne. Similitudes que, tal y como subraya, también se pueden trasladar al campo culinario, ya que “si se tienen las mismas porciones cárnicas, seguramente la gastronomía sea muy similar, a pesar de tratarse de épocas diferentes”.
En cuanto a la caza en ambas poblaciones, dicha investigación deja claro que las especies de mayor tamaño eran fundamentalmente corzo, ciervo o jabalí, mientras que las más pequeñas eran, sobre todo, conejo y liebre. Un mapa cinegético, por lo tanto, similar al actual.
En definitiva, con este estudio ya se puede conocer mucho más sobre cómo vivían los pobladores tanto de Valeria como de Ciriyuelos. De ahí, que Domínguez Solera defienda la realización de estas investigaciones zooarqueológicas y anime a otros colegas a acometerlas para completar el estudio de un yacimiento arqueológico.