La organización agraria ASAJA Cuenca ha recogido el malestar de ganaderos de bovino de la provincia de Cuenca con el resultado de los controles para detectar posibles casos de tuberculosis en las vacas y con las consecuencias que tienen sobre sus explotaciones.
Los ganaderos se quejan de que la prueba en piel de la tuberculina no es cien por cien fiable y en muchas ocasiones las vacas que dan positivo con esta prueba, tras ser sacrificadas, se someten a otro análisis cuyo resultado es negativo, por lo que se está obligando a matar vacas que realmente no tendrían la enfermedad.
Para los ganaderos afectados las consecuencias son muy graves desde el punto de vista económico ya que por cada vaca sacrificada reciben una ayuda insuficiente y sólo pueden vender la carne a mataderos “sucios” a un precio muy por debajo del que se alcanzaría en condiciones normales. “A esto hay que añadir que la vaca que sacrificamos deja de producir y todo el dinero que hemos invertido en su compra y manutención lo perdemos”, afirma Juan Carlos, ganadero de Gascueña que ya ha tenido que sacrificar unas 20 vacas de las que “ninguna tenía signos de la enfermedad una vez sacrificada”.
Este ganadero señala que habría que analizar los datos de las vacas que se han sacrificado en los últimos meses en la provincia de Cuenca y ver cuántos animales estaban enfermos, “quizá de todas las que se han sacrificado no ha habido ningún caso real de tuberculosis”.
Además de las dudas sobre la fiabilidad de la prueba los ganaderos se quejan de las consecuencias que sufren cuando se detecta un posible caso de tuberculosis en la explotación, “tenemos que tener el ganado inmovilizado hasta hacer nuevas pruebas al cabo de 45 días y si hay casos de más positivos vamos encadenando meses sin poder moverlo. Esto es especialmente perjudicial para los ganaderos trashumantes que estamos en fincas arrendadas y tenemos que movernos cuando se nos acaban los contratos”, asegura Damián, un ganadero de Tragacete que tiene inmovilizado su ganado.
En este mismo sentido se expresa Martín, otro ganadero de Huélamo que asegura que no tiene inconveniente en sacrificar al animal cuando se detecta la enfermedad pero que no entiende la rigidez que hay a la hora de mover el ganado, “si a mí me da un análisis positivo, me paralizan mi ganado y no puedo moverlo en invierno ¿qué hago con él?, se pregunta”.
Estos ganaderos afirman que son los primeros interesados en asegurar la salud de los animales y la calidad de los productos que ofrecen, pero señalan que las normas y los controles se deben hacer pensando en el beneficio de todos y no a costa de los ganaderos que “somos los que perdemos siempre”, señalan.
Además de la fiabilidad de las pruebas, las insuficientes compensaciones y la inmovilización del ganado cuando hay positivos, los ganaderos llaman la atención sobre la fauna silvestre y se preguntan quién controla a los animales que están en los montes, que son transmisores de tuberculosis y que en muchas ocasiones contagian al ganado que pasta libremente. “Nosotros tenemos que estar sometidos a rígidos controles y seguir unas normas muy exigentes mientras la fauna salvaje campa a sus anchas y no tiene ningún control sobre la tuberculosis cuando está demostrado que extienden la enfermedad”, indican estos ganaderos.
Al igual que ha ocurrido en otras Comunidades Autónomas, ASAJA Cuenca insta a las distintas Administraciones a la revisión de los protocolos y controles con el fin de que erradicar la tuberculosis no sea a costa de la supervivencia de las explotaciones ganaderas.