Hacía 35 años que España no ganaba en el Certamen Internacional de la Rosa que se celebra en Doué-La Fontaine, una pequeña localidad francesa del Valle del Loira donde cada año compiten países de todo el mundo, entre ellos Japón, el referente en el sector. Por eso, la victoria ha sabido a gloria, como el nombre de la florista de Mira que ha formado parte del equipo que se ha traído a nuestro país la Copa de Oro de este concurso.
Gloria Moya y su marido Francisco Valero, que asistió como ayudante, han competido con la Escuela Itinerante de Floristas Artesanos que lidera Juan Lluesma, enfrentándose a países como el ya citado Japón, Rusia, Eslovenia, Italia, Bélgica. Holanda y Ucrania en la que ha sido la 59 edición de este evento.
La dinámica de este concurso consiste en trabajar con 1.000 rosas y hacer una decoración sobre un tema común dentro de las famosas cuevas troglodíticas de este enclave francés.
Las composiciones de este año debían girar sobre ‘La Glotonería’. “Sabíamos que el jurado valora mucho el reciclaje y por eso optamos por darle el máximo protagonismo a la rosa, sin usar el plástico u otros adornos decorativos”, explica a Las Noticias Gloria.
El equipo español se decantó por preparar un Candy Bar repleto de dulces de todas clases: cupcakes, helados, tartas, magdalenas, bombones y hasta un brazo de gitano. Todo ello fue preparado con mucho esmero, utilizando palés en diferentes alturas, telas de textura natural, flores de diferentes tonalidades, hojas, helechos y hiedra, frutos silvestres recogidos por la zona y chucherías reales. “Cuando entrabas en la cueva el aroma invitaba a comértelo todo”, cuenta la florista conquense. “Había trabajos muy buenos, pero para alegría e ilusión nuestra nos llevamos el premio”, dice.
Es la quinta vez que Gloria participa en Doué-La Fontaine. Sin embargo, lleva más de 20 años dedicada al mundo de las flores desde Mira, donde regenta su propia floristería.
Con solo 14 años sus vecinos le pedían que les ayudara a arreglar las flores cuando iban a visitar a un familiar en el cementerio. “Me gusta lo que hago, es mi vida”, subraya. De hecho, no para de reciclarse, hacer cursos y estar a la última en este mundo, además de atender con todo el cariño a sus clientes, especialmente a sus novias, “y hacer de cada trabajo algo personal”.
Y es que en su opinión las flores hablan y transmiten sentimientos. “Cuando hago una corona me sale de las manos todo lo que he vivido con la persona fallecida o al hacer un ramo de novia pongo las mismas ilusiones que tienen ellas. Ver luego sus caras cuando se los entrego hace sentirme pletórica”, indica.
Es consciente de que el sector no atraviesa por su mejor momento porque comprar flores no es una prioridad, “pero para eso estamos nosotros los profesionales, para aconsejar a la gente y hacerles ver que con no más de 5 euros puedes regalar alegría con un sencillo ramillete de margaritas”. “Son estas pequeñas cosas las que nos ayudan a llevar la vida de otra manera”, apunta.
Si le das a elegir no puede decantarse por ninguna flor. Para ella todas tienen “algo” especial. Desde la más cara y elegante, como es la rosa, a una paniculata, muy de moda ahora en las bodas, o el lirio, que puede durar hasta un mes y perfuma toda la casa. “Con cada una puedes llegar al corazón de la gente”, afirma esta mireña apasionada de su trabajo.