Luis Espinosa Blasco, que vive en Ledaña, tenía todo a punto para irse a Valencia con su atracción de simulador 5D de realidad virtual cuando la crisis de la Covid-19 estalló e hizo volar por los aires todos sus planes. Los inmediatos y los de los sucesivos meses ya que las perspectivas no son nada buenas tras la cascada de suspensiones de las ferias de numerosas poblaciones por todo el país. “Todo está paralizado. Igual no volvemos a trabajar hasta el año que viene. Los feriantes nos hemos visto muy afectados por esta situación”, lamenta.
Luis es uno de los 1.500 feriantes que hay en la región, según explica Manuel Martínez, presidente de la Asociación de Feriantes de Castilla-La Mancha, aunque puntualiza que son más las familias afectadas porque hay algunas personas que están dadas de alta en otro epígrafe de actividad económica pero que también van de feria en feria.
“Muchos están cobrando la prestación de cese de actividad de los autónomos pero hay otros que no estaban dados de alta el 14 de marzo porque solo trabajan en la temporada alta”, reconoce Martínez.
Pero hay más gente afectada por la situación porque, además de los feriantes, hay que tener en cuenta también a los trabadores que tienen contratados, “a los que han mandado a un ERTE”, y los empleos temporales de una temporada alta que este año es muy probable que no llegue.
Si el resto de sectores económicos ven cómo paulatinamente pueden ir reanudando su actividad, en el caso de los feriantes, hay mucha más incertidumbre. Por ello, Martínez lanza la mirada hacia la celebración de fiestas “diferentes” para que los feriantes puedan trabajar algo.
Hijo y nieto de feriantes, Luis, de 55 años y casado y con dos hijas, se pasa la vida de feria en feria desde que tiene once. Además del simulador, cuenta también con dos casetas de tiro, un parque de bolas, un castillo hinchable y un puesto de gofres. También sus dos hermanos se dedican a este mundo: “Pero ahora uno está parado en Valencia y el otro estaba en Ecuador, porque su mujer es de allí, e iba a venir en mayo pero ya no, claro”.
Trabaja principalmente en los pueblos de la Manchuela conquense y de la Sierra de Cuenca, aunque también asiste a ferias y todo tipo de celebraciones de provincias limítrofes como Valencia y Albacete, entre otras. Dependiendo del municipio, va con un puesto u otro: “Hay atracciones que no se pueden repetir en la misma feria”.
Luis está dado de alta como autónomo todo el año porque empieza la temporada en enero para la festividad de San Antón y termina en diciembre en Valencia en una feria de muestras. Gracias a eso, ahora está cobrando la prestación por cese de actividad, algo que no les ocurre a todos los feriantes.
Por el momento, no ha podido ir con sus atracciones a varias romerías previstas para mayo y se están cancelando también fiestas de los pueblos para este verano. “Tenía una feria gastronómica en Utiel para octubre y se ha suspendido. Y así todo. Yo creo que hasta el Carnaval del año que viene no se va a poder trabajar”, admite, muy pesimista por la situación.
“Hay algunas atracciones que igual sí se pueden poner más adelante pero hay otras en las que hay mucho contacto y puede haber más riesgo”, reconoce.
Para aliviar al menos un poco esta situación de “cero ingresos”, tiene previsto presentar en el Ayuntamiento de su localidad un escrito para que le eximan de pagar el impuesto de vehículos -ya que dispone de un camión para cada una de sus seis ‘atracciones’-, una medida similar a lo que se ha hecho en algunos municipios con el impuesto de terrazas de los hosteleros.
“Esto es una ruina”, lamenta su mujer, Merche, que hace unos años también le ayudaba en este negocio familiar. “Gracias a que mi marido estaba dado de alta en marzo, está cobrando la prestación para los autónomos pero después del estado de alarma, ya nada”, apunta.
Reconoce que es consciente de la complicada situación que ha dejado la Covid-19 y que es difícil llegar a todos pero pide que se atienda al sector: “A todos nos gustan las ferias pero parece que se olvidan ahora de los feriantes”.