Nunca llueve a gusto de todos. Mientras que la escasez de precipitaciones de este invierno trae de cabeza a los agricultores, las abundantes lluvias de la primavera pasada han hecho, sin embargo, que la cosecha de mimbre, terminada hace unas semanas, se haya reducido, según las estimaciones de los agricultores, entre un 15% y un 20% respecto a la producción del año anterior porque le faltaron horas de sol al cultivo.
“Pensábamos que la cosecha iba a ser mayor. Parecía una buena primavera porque llovió pero le faltó sol al mimbre para crecer”, explica Luis Jesús Vindel, que recuerda que el año pasado ya bajó la producción otro 15%.
De la misma opinión es Abel Vindel, que también cree que la bajada se ha debido a que la primavera fue muy lluviosa y no hubo sol. “Ha crecido menos. Estaba más corto”, asegura.
Sin embargo, para la empresa Mimbre Ribera del Escabas, esta recolección, que comenzó sobre la segunda quincena de noviembre, ha sido “similar a la del año pasado en cuanto a kilos”, concreta Alberto Cano. “Y la calidad ha sido excepcional”, asegura, detallando que sobre todo se ha debido a que no ha habido heladas durante este invierno. “No podemos tener quejas con la cosecha”, subraya.
MAYOR PRODUCTOR
Los tres productores tienen sus terrenos en el municipio conquense de Cañamares, que concentra el 80% de la producción nacional de mimbre aunque todavía queda parte de este cultivo en otras localidades de la provincia como Villaconejos de Trabaque y Beteta, entre otras.
La vida útil del mimbre nacional es de 10 a 15 años; el de China dura uno o dos años. El consumidor no sabe lo que compra”
La recolección ha terminado unas dos semanas antes de lo habitual no tanto porque ha habido menos kilos sino porque no ha llovido y no ha habido que parar.
Pero la producción de mimbre se enfrenta a un mal que aqueja a la agricultura en general: la falta de renovación debido a que el cultivo es cada vez menos rentable fundamentalmente por la competencia asiática, que trae los productos ya manufacturados a un precio más bajo. Por ello, los jóvenes no terminan de animarse a dedicarse a este cultivo. “Además, no está mecanizada la recolección y es dura la tarea. Depende del invierno, pero hace frío. Cuesta encontrar gente para cortar”, aclara Jesús Vindel.
“El precio es menor pero la calidad es peor. Si la vida útil del rollo de mimbre de aquí es de 10 a 15 años, el de allí dura uno o dos años. El consumidor no sabe lo que compra”, explica.
“No queremos subvenciones. Pero habría que controlar las importaciones porque hay suficiente producción española”, reclama este productor.
A pesar de las dificultades, unas siete u ocho familias continúan dedicándose en Cañamares a este cultivo, lo que significa que entre 50 y 60 personas viven del mimbre en la localidad, un porcentaje importante en un municipio de unos 500 habitantes, lo que ayuda también a evitar su despoblación.
“Pero cada vez hay menos familias productoras y menos mimbre. Los precios no acompañan. No es viable por la competencia”, lamenta Alberto Cano.
TURISMO
Pero el particular cultivo atrae también turismo. “En la época de recogida, se forma un mar rojo que llama mucha la atención”, recalca Cano. “Viene mucha gente a echar fotos”, apostilla Luis Jesús Vindel. La tarea es dura pero la estampa, idílica.
EXPORTAR APOSTANDO POR LA CALIDAD
La apuesta por la calidad puede salvar al cultivo nacional de mimbre de la competencia asiática. Por ello, negocios como el de la familia de Abel Vindel, que solo se dedica a la producción y no fabrica artesanía, se han lanzado a exportar fuera, sobre todo al país galo y a Alemania.
“En Francia no quieren el ‘made in China’. Buscan calidad y no precio. Pero la gente aquí quiere lo más barato. Piensan: si se me rompe, pues me compro otro. Habría que cambiar esa cultura. Una buena cesta de mimbre te puede durar toda la vida”, señala.
Vindel lanza la mirada hacia la vecina Francia, país donde dice que el mimbre se utiliza en muchos productos y pone como ejemplo los carros de la compra fabricados con este material. “Aquí en España vamos un poco por detrás en innovación”, explica.
En el caso de Mimbre Ribera del Escabas, son productores y fabrican también el rollo de mimbre para vallados, al que destinan el 90% de su cosecha mientras que el restante se dedica a cestería.
Por su parte, en la familia de Luis Jesús Vindel también son productores y lo venden, bien para vallado o bien para pelar. “Antes pelábamos pero ahora llevamos unos años que no”, detalla.
Una vez finalizada la recolección, llega el momento de clasificar el mimbre por medidas y el posterior proceso de cocción, pelado y secado al sol para que luego se puede fabricar el producto final. Estas tareas les ocupan el resto del año hasta que, a mediados de noviembre, se empiece a cosechar de nuevo. No será hasta agosto cuando sepan realmente cómo les ha ido la campaña y puedan hacer balance depende del precio que alcance.