El talento para la pintura o la escultura corre por las venas de Guillermo Muñoz, un autodidacta de las Bellas Artes que tras jubilarse ha decidido dar vida a su propio museo al aire libre, con la particularidad de que todas las figuras son talladas en piedra. “Cuando veo una roca sé lo que tiene dentro, lo imagino, hago un boceto y tan solo tengo que ir quitando capas hasta la sacar la figura que está escondida”, explica Muñoz.
Con el beneplácito del Ayuntamiento de la localidad de Villares del Saz, Muñoz hace uso de un terreno de titularidad municipal que se ha convertido en en toda una atracción. Se trata de un montículo de rocas rodeado de almendros y campos de labor en el que ha creado un singular ecosistema que parece tener vida propia.
Los habitantes del mismo son una pareja de pastores que, rodeados de patos, ardillas, abutardas, un perro y hasta cocodrilos, cuidan los terrenos y reciben a los visitantes ataviados con la vestimenta tradicional de quienes se dedicaban a las labores de agricultura hace algunas décadas. Además, ha construido una choza como las que invadían el paisaje antiguamente y ha puesto en marcha un sistema de bebederos para atraer animales hasta el lugar.
TRAYECTORIA
Con 70 años sigue activo y planea ampliar su obra, sobre todo en Villares del Saz “Siempre tengo algo en mente, hay veces que estoy durmiendo, me despierto porque me surge una idea y hago un boceto para que no se me olvide”, comenta. Amante de su pueblo confiesa que “Villares es sagrado”, por ello siempre está dispuesto a colaborar con el Museo Etnográfico local o creando nuevas figuras de madera, hierro o cristal.
Además, no solo esculpe sino que también tiene destreza y maestría con el pincel. La última de sus intervenciones ha sido en las paredes del sótano del bloque de pisos madrileño en el que vive. Un lugar al que ha devuelto el color gracias a los dibujos de más de dos metros que ha realizado durante la cuarentena.
Entre sus temáticas preferidas dibuja motivos de agricultura para ilustrar a los más jóvenes el modo de trabajar que se ha perdido con el paso de los años y para desconectar crea figuras contemporáneas y abstractas que rompen con lo anterior.
En este periodo de confinamiento también ha aprovechado para hacer puntas de flecha con materiales que ha ido encontrando por casa, objetos que guarda con esmero por lo que significan, “han sido creados en una etapa importantísima a nivel mundial”, recalca.
Y es que para Muñoz, el arte es parte fundamental de su vida, ya que desde pequeño era curioso con los artilugios que se encontraba, piezas a las que daba forma hasta conseguir pequeñas obras de arte a la luz de la hoguera en plena noche conquense.
Después, con el paso de las años, unió su pasión con su trabajo puesto que abrió una tienda de materiales de Bellas Artes en Madrid y ahora, tras haberse jubilado, continúa esculpiendo, dibujando y recolectando a diario. “El arte es mi pasión, he disfrutado mucho de él gracias a que conseguí unir mi trabajo con mi hobby”, explica.
PRÓXIMOS PROYECTOS
Acaba de terminar ‘El caballo de la vida’, una escultura creada a partir de aperos de labranza, hoces, hachas, segadoras que conforman un monumento con forma de caballo y que pretende “recordar a la vida que llevaba toda esa gente que durante años se han dedicado al campo”. Además, no ha dejado nigún detalle al aire y como broche final ha colgado una llave al cuello del animal. “La llave simboliza todas esas puertas que se abren y se cierran a lo largo de la vida de una persona”, apostilla.
Con todo, Muñoz confiesa que espera transmitir “ánimo para que la gente joven haga cosas por los pueblos”, comenta.
SIN MIEDO A CREAR
Por ello espera que “no tengan miedo a crear, a descubrir el arte en general”.
De momento, Guillermo Muñoz seguirá ejercendiendo de guardián de su rincón porque “nunca sabes cuando puede llegar un desconsiderado que lo tire todo abajo”, aunque confía en que todo aquel que conoce el lugar lo respeta y disfruta con él.
Incluso Muñoz continuará siendo un libro abierto de la historia que a través de sus manos enseñará toda sus vivencias, ya sea transformándolas en pintura o escultura para el goce de los demás.