Hay cosas que no se le pasan a una por la cabeza. Clara Serrano del Rey, enfermera de 31 años de Quintanar, empezó a trabajar en un hospital madrileño el 11 de marzo atendiendo a afectados por la Covid-19. Apenas una semana después, empezó a notarse síntomas de esta enfermedad y el lunes 23 le confirmaron el positivo. La joven admite que la posibilidad de contagiarse era un riesgo que había contemplado debido a su empleo pero sostiene que no se le había ocurrido pensar que su casero la quisiera echar del piso ese mismo día.
La enfermera, que ha compartido un vídeo en redes para denunciar lo que le ha pasado, se encuentra en el hotel Colón, uno de los lugares que han sido medicalizados en la Comunidad de Madrid y donde ha pasado todos estos días. “Estoy bien, dentro de las circunstancias poco deseables”, cuenta Clara al otro lado del teléfono.
“En una semana me contagié. El jueves 19 estaba trabajando en el hospital y me empecé a notar como una opresión en el pecho. Pero como la planta estaba desbordada, no paraban de subir pacientes de Urgencias, empezamos a doblar camas, no había material… pues lo achaqué a la ansiedad de la situación”, relata aunque precisa que, al día siguiente, se levantó ya sin olfato y sin gusto.
“Y recuerdo que me dolían mucho los ojos esa mañana. Pero luego desapareció. El olfato y el gusto no los he recuperado aún. He tenido jaquecas intermitentes pero es verdad que yo tiendo bastante a tener migrañas. La semana pasada también tuve un par de días como un poco de pinchazo en el pecho y me estuvieron mirando y parecía que el aire no me acababa de llegar a la base de los pulmones. Dicen que entraba dentro de lo normal y que esperaban que no fuera a más y parece que es así”, explica.
El domingo 22 le hicieron la prueba y el lunes le confirmaron el positivo en Covid-19. “En el fondo, lo sabía. Cuando llamé a Salud Laboral para decir que me había levantado sin gusto y sin olfato, me contaron que el 60% de los pacientes presentan ese síntoma. Y, fíjate, yo había estado toda la semana trabajando en una planta de Covid-19 y no lo sabía. Se hablaba mucho de la fiebre, la tos y las dificultades respiratorias y yo no he presentado ninguna de las tres”, apunta, aunque reconoce que en su caso los síntomas pueden no haber sido graves porque no es una persona mayor y no tiene patologías previas.
“En lo primero que pensé fue en mi familia y en que estaba lejos de casa. Y con la incertidumbre de no saber qué va a pasar porque por aquel entonces había un chico de mi pueblo no muy mayor, superdeportista, sin patologías previas, que estaba en la UCI intubado. O sea, que había excepciones a la norma de gente a la que se le estaba complicando el virus”, recuerda.
Clara ya había estado trabajando en hospitales de Madrid en otras ocasiones, la última de noviembre a enero, cuando residió en un piso en el que también vivía el propietario. Cuando se le acabó el contrato, se volvió a su tierra y cuando la llamaron de nuevo de la capital del país de un día para otro, contactó con su casero para ver si le quedaba libre alguna habitación. Este le dijo que sí y que incluso le iba a bajar el precio del alquiler.
Además del dueño, “de cincuenta y muchos” años, también vivían una chica italiana y otra rusa. “Los reuní a los tres y les conté que trabajaba en una planta de Covid-19. Me parecía importante que lo supieran por su seguridad. Les dije que yo iba a extremar precauciones todo lo que pudiera y les pedí que hiciéramos turnos en la cocina y que me dejaran un baño para mí sola”, apunta.
Cuando ya estaba aislada en la habitación porque había dado positivo, lo contó por el grupo de WhatsApp del piso. Y el resultado no fue el que esperaba: “Les dije que no me iba a poder marchar de Madrid y que sentía mucho que tuvieran que exponerse a esa situación. Una vez que das positivo, eres un vector de contagio y Sanidad te dice que no puedes salir de tu domicilio. El señor no tardó ni un minuto en decir que me tenía que ir. Me quedé helada. Les dije que no tenía dónde”.
Como no sabía cuál era su posición legal, llamó a la Policía y le dijeron que le mandaban una patrulla. “Me explicaron que no me podía echar, que primaba lo que dictara Sanidad. Aunque les pedí que se esperaran a que intentara hablar de nuevo con él pacíficamente a ver si se lo hacía entender”, rememora.
Pero el ambiente se fue calentando por WhatsApp y salieron los tres al salón a hablar. La chica italiana reclamó que pararan “la caza de brujas” pero “le empezaron a gritar” advirtiéndole de que se iba a contagiar. “¿Es que no ves cómo está tu país?, le decían. Me agobié mucho por ella y le escribí por privado que no entrara al trapo porque al final la iban a echar a ella también. Como la cosa se puso así, llamé otra vez a la Policía”.
A todo esto, la joven había pedido ayuda al sindicato de enfermería Satse para que le buscaran un alojamiento. Lo estaban acelerando al máximo pero no sabía si iba a poder ser ese mismo día o al siguiente. “Pero el señor quería que me fuera inmediatamente. Vino la policía y fue una situación horrible. Salió él a hablar con ellos y yo también, con guantes y mascarilla y guardando distancia de seguridad. El señor gritó: ‘¡Esta es la infectada!’”, lamenta.
“Entiendo el pavor, el miedo en situaciones de crisis pero se podían haber hecho las cosas de otra manera. Yo me hubiese buscado otro alojamiento igualmente"El casero no le había hecho contrato, ni esta vez ni la anterior. “Dijo a los policías que yo estaba en el piso temporalmente y se empezó a inventar cosas. Al final iba a resultar que me había metido a la habitación por la ventana”, ironiza.
“La situación fue muy bochornosa pero la verdad es que yo me quería ir. ¿Quién me iba a comprar? ¿Cómo iba a hacer la comida si no me dejaban entrar a la cocina?”, se pregunta, explicando que la chica rusa le había dicho que, mientras siguiese en el piso, solo podría ir al baño.
Clara empezó a hacer la maleta y al final le gestionaron la salida. “Esto empezó a las tres de la tarde y hasta las doce de la noche no llegué al hotel. Toda la tarde al teléfono”, expone. Finalmente fue una ambulancia a recogerla y dejó prácticamente todas sus cosas en su coche, yéndose con una mochila con lo básico al hotel, donde sigue aún. “No he vuelto a hablar con este señor, ni quiero. Mi compañera de piso italiana sí me ha estado preguntándome todos los días cómo estaba”, reconoce.
“Entiendo el pavor, el miedo en situaciones de crisis pero se podían haber hecho las cosas de otra manera. El hombre a lo mejor pensaba que él era de riesgo por su edad pero lo podíamos haber hablado. Yo tampoco quería exponer a estas chicas y hubiera hecho lo mismo, llamar al sindicato para que me buscaran alojamiento”, asegura.
El sábado 4 se volvió a hacer la prueba y ha dado positivo de nuevo. El miércoles 8 se la repetirán. “Hasta que no dé negativo no puedo irme a casa. Aquí no tengo ningún sitio donde aislarme. Los médicos me controlan pero yo no tengo una clínica grave. Es solo que no tenía dónde estar”, precisa. “Me encuentro muy cansada físicamente pero imagino que también influye estar aquí tantos días encerrada. Hace varios días que no me duele la cabeza”, sostiene.
A nivel emocional, la joven cuenta que el día que ocurrió todo se puso muy triste. “Pero pensé que tenía que ser práctica. ‘No puedes ponerte a llorar. Tienes que solucionar esto ya, tienes que salir del piso hoy’, me dije. Cuando llegué al hotel, estaba tan cansada que no pensé nada más. Y estos días he hecho viodeollamadas con la familia, con los amigos. Está todo el mundo muy encima. Sientes el calor de tu gente y lo agradeces. Y no te da tiempo a estar mal”, argumenta.
El contrato en el hospital madrileño se le acaba el 9 de abril, justo el día en el que le darán los resultados de la nueva prueba. “Obviamente no me van a renovar estando de baja aún. Si doy negativo, me iré al pueblo con mi familia. Allí también puedo ayudar”, concreta. De hecho, confía en que le llamen para trabajar del hospital de Albacete, relativamente cerca de su localidad, algo de lo que parece que no cabe duda de que va a suceder. Todas las manos, sanitarias sobre todo, son bienvenidas ahora en la región. Y en cualquier sitio.