Dolores García, de 92 años, es una de las primeras residentes del centro Amavir El Pinar en haber recibido a sus familiares después de que la entrada en nivel 2 haya permitido la vuelta de las visitas.
La emoción se dibuja en su rostro recordando el momento en el que tras 106 días de ausencia volvía a encontrarse con su hijo. “El lunes por la tarde me dieron una sorpresa muy grande y pasé un rato de muchos nervios”, recuerda emocionada.
Desde que el pasado lunes se abrieran las puertas de estos centros, el goteo de visitas a las residencias de mayores no cesa.
Con el objetivo de organizar de forma ordenada y segura el acceso de familiares de los residentes, el Gobierno regional ha actualizado un protocolo que ahora incluye la obligación de pedir cita previa, someterse a un test de antígenos, firmar un consentimiento para notificar no tener síntomas de Covid, toma de temperatura, desinfección del calzado al llegar y vestir bata durante toda la cita, entre otras medidas de prevención.
De hecho, según cuenta Mercedes García, directora de la residencia Amavir El Pinar, aun estando el centro libre de coronavirus hay varias personas de nuevo ingreso en aislamiento preventivo.
La gran mayoría de residentes y trabajadores ya están vacunados frente al coronavirus. No todos, porque no hay que olvidar que la vacuna es voluntaria y, señala García, “hay gente que se ha negado a recibirla, aunque es una minoría muy pequeña”.
LAS FAMILIAS, IMPRESCINDIBLES
Ante la recuperación de las visitas después de cuatro meses, la directora destaca la importancia que tienen para los residentes. “Las familias forman parte de la vida de las residencias, son imprescindibles y que no hayan podido venir ha sido muy duro para todos”.
Poco a poco estos centros retoman su pulso habitual. Además de las visitas se han recuperado también servicios como podología, peluquería y algunas actividades, siempre respetando las medidas de seguridad y organizados por grupos de convivencia. Del mismo modo, en las visitas de familiares se toman todas las medidas de prevención.
Dolores García cuenta que el encuentro con su hijo duró “casi una hora”, siempre evitando el contacto físico. En la visita aprovecharon para hacer una videollamada con su segundo hijo y así conversar los tres a la vez. No han podido disfrutarse en persona desde el 6 de noviembre, “hemos hablado por videollamada gracias a la tablet de la residencia”, recalca.
Además, es consciente de la dificultad de la situación en los hospitales y en el mundo entero. Por ello, comprometida con la situación, espera que “todos los jóvenes y mayores sean responsables y tengan cuidado. Hay gente como yo que está muriendo y necesitamos colaborar todos”, concluye.
De otro lado, Flora espera el resultado del test de antígenos. Acude a Amavir para ver a su padre, José María Malo, un hombre interno de 91 años. La visita se realiza a través de una pantalla de metacrilato, como ocurre con el resto de usuarios, puesto que los dos metros de distancia no bastan. José María tiene demencia y “no sabemos muy bien como va a reaccionar”, cuenta.
Han sido meses complicados viendo la situación, aunque “estábamos tranquilos porque sabíamos que se encontraba bien atendido y él está contento”. Flora es una de las tres hijas de José María y explica que se turnarán por semanas “para intentar venir todas". Y es que señala, que la última vez que estuvieron todos juntos fue en las navidades de 2019.
Desde entonces ha pasado más de un año y la vida ha cambiado por completo. Nadie lo imaginaba pero se han comunicado gracias a las videollamadas, aunque “como mi padre está un poco sordo y ve mal se entera poco, pero agradecemos poder vernos gracias a la implicación de los profesionales de la residencia que nos han mantenido informados durante todo este tiempo”, añade.
La emoción y los nervios se palpan tras recibir el resultado negativo del test de antígenos. Por fin se produce el reecuentro tras muchos meses de espera. Sin duda, un chute de energía para los ancianos y sus familias.