"En Cuenca aún queda mucho para aprovechar turísticamente este cultivo"
09/08/2017 - C.I.P.
Con la llegada del mes de julio, en la provincia de Cuenca comienza la recolección de las flores de lavanda y lavandín , un espectáculo para los sentidos del que es difícil poder sustraerse.
Cientos de surcos azul-violáceos serpentean el horizonte entre las distintas tonalidades de amarillos, ocres y verdes de las siegas recién cosechadas, los campos de girasol y el monte de La Serranía, que junto a La Alcarria es la zona donde mayoritariamente se localiza el cultivo de estas plantas aromáticas que ganan terreno como alternativa a los cultivos tradicionales y se extienden, además, por otros puntos de la geografía de la provincia como La Mancha Alta o La Manchuela.
No es La Provenza francesa que tanto fascinó a grandes genios como Cezanne, Van Gogh, Gauguin o Picasso, ni siquiera es esa otra ‘Provenza Alcarreña’ que tanta atracción turística despierta en la vecina provincia de Guadalajara, y más concretamente en Brihuega, municipio que aglutina la mayor superficie de cultivo de la región (principal productora del país), y que estos días se encuentra enfrascado en los preparativos del Festival de Lavanda con el que festejan el inicio de la cosecha y que año tras año recibe a miles de visitantes.
En Cuenca aún queda mucho para aprovechar turísticamente este cultivo. Iniciativas como las de la pequeña empresa optense ‘Lavandaña’, que al inicio de la cosecha hacen una visita guiada a sus campos para ver, oler y conocer técnicas tradicionales de cultivo, y que complementan con degustaciones gratuitas del licor y crema de lavanda de su propia elaboración, un mercadillo artesanal y la organización de una comida con el protagonismo de la lavanda como sazonador es lo poco que puede encontrarse en este sentido. Este año, la previsión es celebrar esta "humilde" fiesta de la lavanda el último fin de semana del mes.
A juicio de Mercedes del Loro, socia de esta empresa dedicada a la elaboración artesanal de todo tipo de productos de lavanda, la implicación de las administraciones podría dar un importante empuje a este tipo de turismo que está cobrando auge.
En nuestra provincia hay grandes extensiones, sobre todo de Lavandín, un híbrido de lavanda y espliego que en estos días estivales ofrecen un paisaje de ensueño envuelto en el inconfundible y relajante aroma que caracteriza a estas plantas que han demostrado una gran rentabilidad frente a los cultivos tradicionales, y que además suponen un gran atractivo turístico que en lugares como Brihuega dejan claro que su aportación a la economía de la comarca va más allá del cultivo y destilación de aceites esenciales.
La superficie de cultivo de la provincia de Cuenca se queda lejos de las 1.000 hectáreas de Brihuega, aún así, el aumento de los últimos años es significativo. Según los datos de la declaración de la PAC de 2016 son un total de 287 hectáreas las que se cultivan en nuestra provincia, de las que 277 son de lavandín, más rentable por su productividad.
Cañamares o Cañaveruelas son solo dos ejemplos de las localidades de gran tradición en el cultivo de aromáticas que están potenciando su cultivo, pero también zonas de La Mancha Alta como Villares del Saz, donde se encuentra una de las empresas punteras como es ‘Vallejondo Esencial’, una empresa familiar fundada en 2013 por Abelardo Carrillo, actual presidente de la Asociación Nacional de Plantas Aromáticas y Medicinales (ANIPAM), que se dedica a la producción y destilación.
La explotación de esta empresa ocupa 80 hectáreas de terreno “pero no la hemos publicitado. La gente no sabe que en esta zona hay una extensión tan amplia. En Brihuega lo han hecho muy bien porque hay mucha gente metida y el Ayuntamiento se ha involucrado consiguiendo que repercuta a todos los niveles en la zona. Cuenca no ha llegado a esos niveles pero si está despuntando con fuerza como una alternativa para los cultivos tradicionales. Necesitamos un impulso y que por parte de todas las administraciones nos echen una mano no solo en el cultivo – que necesitamos mucha ayuda para investigación, desarrollo e innovación– también para la difusión del cultivo como atracción turística que dé un añadido a la zona”, señala Tomás Carrillo.
Pero antes, señala que hay muchos aspectos previos a explotación a nivel turístico del cultivo de los que hay que ocuparse de forma prioritaria. “No tenemos ni destiladoras ni máquinas cosechadoras que son absolutamente específicas, ni una experiencia de cultivo de años que nos haga tener una opción viable y, sobre todo, fácil”.
Iniciar un proyecto de cultivo de la lavanda o lavandín es complicado, el alto coste de la planta es uno de los primeros frenos. El marco de cultivo de una hectárea oscila entre las 10.000 y 10.500 plantas, lo que supone un desembolso de 2.000 euros por hectárea.
Además, tras su recolección necesita una destilación inmediata y en la actualidad apenas si se cuenta con 30 destilerías en el conjunto nacional. La propia recolección es otro de los hándicap por la escasez de una maquinaria adecuada que, como en Vallejondo Esencial, mecanice todo el proceso evitando la pérdida de flor como ocurre con otros sistemas más rudimentarios.
Con todo, la rentabilidad es muy superior al de cultivos como el cereal o el girasol. Los precios del aceite esencial que se destina tanto a la perfumería y cosmética como a la industria farmacéutica o química, entre otras, oscilan entre los 25 y 30 euros el kilo, dependiendo de la calidad.
Otra de las ventajas es que una vez hecha la inversión inicial, el cultivo tiene una vida media de unos 10 años, y una vez implantado no necesita de excesivos cuidados o laboreo. Eso si, hasta el segundo año no da producción y esta no empieza a normalizarse hasta el tercer año. A partir de ahí, dependiendo de las zonas y de la variedad se pueden llegar a alcanzar unos 80 kilos de aceite esencial por hectárea.
Este año, la sequía ha hecho mella y aunque aparentemente la planta está bien, el rendimiento que se espera, según las estimaciones de Carrillo, no superará los 40 kilos de aceite esencial, con todo la rentabilidad cuadriplica al de los cultivos tradicionales.
Por todo ello, cada vez son más los agricultores que se suman a las aromáticas. De hecho, aunque con menor fuerza que en La Serranía y La Alcarria, se están realizando proyectos en zonas sin tradición en el cultivo, sobre todo en el caso del lavandín. Mientras que en las de mayor arraigo se está dando un importante impulso que poco a poco hace despuntar a la provincia.
La floración de la lavanda y el lavandín, está ahora en pleno apogeo. Su recolección se prolongará por espacio de un mes. Este año se ha adelantado y en el caso de la zona de Villares del Sanz comenzó a finales de junio, en La Alcarria y La Serranía, la diferencia es menor.
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