La sequía ha puesto a la agricultura conquense patas arriba. Los cultivos de lavanda y lavandín no son una excepción. A pesar de la llegada de unas lluvias esperadas y deseadas, el daño en los campos morados ya está hecho. El sector vive una situación crítica en la que la caída del mercado y el Pacto Verde tampoco facilitan la remontada. Abelardo Carrillo, presidente de la Asociación Nacional Interprofesional de Plantas Aromáticas y Medicinales (Anipam), estima que, se cosechará menos del 50%, una previsión “francamente mala” sobre la que se espera una leve mejora gracias a las precipitaciones.
El pronóstico no es la única mala noticia para estos agricultores. “La afectación más importante es la mortandad de las plantas”, advierte Carrillo. Algunas se secan y perecen entre los surcos de tierra. Las matas con una edad entre los seis y siete años presentan una tasa de mortalidad de un 40%. “Eso es algo completamente imprevisto porque, en principio, tienen una vida entre 12 y 14 años”, explica Carrillo.
Los efectos son visibles en los campos de su negocio, Vallejondo esencial, donde los brotes nacen de forma muy parcial y poco generalizada. El hecho de que un arbusto de lavanda o lavandín muera en la mitad de su ciclo útil causa un gran perjuicio económico.
Encarnación Ruiz, agricultora dedicada al cultivo de esta especie vegetal aromática, también percibe este fenómeno en su plantación. “Otros años, a estas alturas, la floración que tiene la planta es muchísima más”, detalla. Sus terrenos no se han coleoreado del característico tono violáceo y las matas solo han sacado a relucir sus espigas. La conquense se enfrenta a una siega llena de incertidumbre. “No sabemos el aceite que va a salir. Ni si quiera si vamos a destilar”, cuenta. Este año sus cultivos están empañados de una gran pérdida financiera en la que los gastos son considerables y los beneficios “cero”, tal y como señala la agricultora de Fuentes. “Seguramente no merezca la pena ni segarlo ni llevarlo a la destilería”, asegura.
El horizonte del sector no es muy halagüeño. A estas pérdidas se añade la importante crisis que vive la industria desde la pandemia. “El mercado está completamente apagado”, expresa el presidente de Anipam. La caída del precio es para Encarnación Ruiz uno de los factores más determinantes que han conducido al sector a esta pésima tesitura.“Prácticamente desde hace cuatro años la esencia se está mal vendiendo”, afirma. El número de operaciones en el mercado ha disminuido “drásticamente”, tal y como señala Carrillo.
El valor del litro de esencia de lavanda ha pasado de entre 36 y 40 euros a un máximo de 15 euros
Las pocas transacciones que se llevan a cabo “se hacen a precios que están muy por debajo de los costes de producción”. En concreto, según las evaluaciones del presidente de la Asociación Nacional Interprofesional de Plantas Aromáticas y Medicinales los precios han caído entre un 60% y el 70%. “Eso es un desastre para el sector”, añade. Ruiz echa la vista atrás y recuerda cómo antes el litro de esencia de lavanda estaba entre los 36 y los 40 euros. Ahora el precio máximo es de 15 euros. “Es triste, pero es así”, manifiesta. La agricultora considera que sus terrenos dan como fruto un producto muy bueno que no está dispuesta a “malvender”. Es este el motivo por el que Ruiz no ha despachado el aceite del año pasado. La explicación a esta depresión en esta industria de las aromáticas está en tres circunstancias.
Carrillo señala como causas principales a una producción por encima de las necesidades del mercado a pesar de la disminución en la cosecha, al stock tras la pandemia que aún queda por absorber y la sustitución del aceite natural por el industrial. Esto último es percibido por el sector como un peligro “importante” que ha llevado a los agricultores a trabajar en un proyecto que permita identificarlos y diferenciarlos en el etiquetado de los productos. La Junta ha aportado sus recursos de investigación y el IRIAF está a cargo de la iniciativa.
“La situación de las empresas es muy crítica”, apunta Carrillo, que ha destacado el apoyo del Gobierno autonómico al sector a través de una serie de subvenciones.“Es un paliativo”, asegura. Aun así, el problema más acuciante, la rentabilidad de la empresa, “no lo soluciona la ayuda”, afirma.
Inquietud del sector ante la amenaza del Pacto VerdeAdemás de por la difícil situación del sector provocada por las inclemencias meteorológicas, el cultivo de la lavanda está en el punto de mira por el denominado Pacto Verde –un paquete de iniciativas que busca situar a la UE en el camino hacia una transición ecológica que posibilite alcanzar la neutralidad climática en 2050–.El borrador de este acuerdo, cuya revisión ha sido aplazada a finales de este año, supone un desafío para estos cultivos aromáticos.
El documento contempla a los aceites esenciales de lavanda y lavandín como productos químicos, una situación que tendría “una afectación evidentemente negativa”, según señala el presidente de la Asociación Nacional Interprofesional de Plantas Aromáticas y Medicinales, Abelardo Carrillo, quien explica que ello supondría la obligatoriedad de indicar determinadas restricciones de uso. Aun así, Carillo lanza un mensaje tranquilizador. “No creo que tenga ninguna posibilidad de que se produzca”, asevera.
“Si hicieran eso sería un varapalo muy grande”, agrega Ruiz. La agricultora asegura que, de salir adelante, la mayoría de los productores optarían por arrancar las plantaciones. Carrillo asevera que no tiene ningún perjuicio en la salud.
“Todo lo contrario. El aceite esencial es incluso un medicamento”, detalla, por lo que pide a los representantes políticos apoyo ante el borrador del `Pacto Verde´. “Necesitamos estar seguros de que entienden el problema y de que defiendan las soluciones”, explica.
La lavanda sufre un duro golpe del que solo podrá recuperarse si las condiciones meteorológicas y las del mercado soplan a su favor.