Determinar si requieren de atención psicológica, identificar su nivel educativo, evaluar su conocimiento del castellano y encuadrarlos en un aula son algunas de las etapas por las que pasan los niños y niñas ucranianos que acaban de llegar y seguirán llegando a los diferentes municipios de la provincia de Cuenca huyendo de la guerra.
En total, al cierre de esta edición, ya son 70 los menores que se han incorporado al curso en centros escolares de ocho localidades conquenses. De ellos, 16 están matriculados en Educación Infantil, 42 en Educación Primaria y 12 en Educación Secundaria Obligatoria.
En su mayoría comenszaban las clases la pasada semana pero, antes de su primer día de colegio o instituto, los equipos docentes y orientadores de los centros han trabajado para poner a su disposición todos los recursos posibles, desde material curricular adaptado hasta aplicaciones móviles de traducción para poder comunicarse tanto con los pequeños como con sus familiares.
A partir de ahí, los compañeros de clase, vecinos y la comunidad educativa en su conjunto juegan un papel fundamental para ayudarles en su adaptación, teniendo en cuenta el shock que supone dejar atrás, en Ucrania, a sus familias y amigos.
En este sentido, la localidad conquense de Buendía es un claro ejemplo de buenas prácticas, de esas que merece la pena imitar en otros lugares. Y es que, todo el pueblo se ha volcado en la acogida de cuatro mujeres que abandonaron Ucrania con sus seis hijos.
Hablamos de Tania, madre de Renat y Eva de 4 y 11 años; Katia que ha llegado junto a sus hijos Marat (11) y Renat (5); Ana con Valeria (14); e Irina junto a Nazar (5). Por su parte, Katia y Tania, que son primas, viven en una casa que un particular ha puesto a disposición del Ayuntamiento de Buendía mientras que Ana e Irina, que a su vez son hermanas, viven en el domicilio de Cristina y Pedro, dos vecinos de la localidad que no dudaron en ofrecer su vivienda para acogerles el tiempo que sea necesario.
“Sentíamos que teníamos que ayudarles porque creemos que si la situación hubiera sido al revés ellos hubieran hecho los mismo con nosotros”, comenta Cristina. Para ayudarles lo máximo posible, en su vivienda han etiquetado todo en español y en ucraniano para que puedan ir familiarizándose con algunas palabras y así poderles ayudar en el aprendizaje del idioma.
Por su parte, el alcalde, Gregorio Martínez no tiene palabras para agradecer todo el respaldo de los buendieros, aunque lo que más le asombra es “la entereza de estas personas y cómo las madres se han adaptado con una facilidad tremenda al pueblo y los niños al colegio”, comenta.
Y es que, en la sección de Buendía del C.R.A. ‘Campos de la Alcarria’, que pertenece también a Huete y Villalba, los han recibido con los brazos abiertos. “Los alumnos y alumnas de Buendía estaban entusiasmados con su llegada y, aunque para los profesores es un reto y trabajo extra, estamos contentos de poder ayudarles dentro de nuestras posibilidades”, asegura Juana Mayordomo, directora de este Colegio Rural Agrupado.
Para trabajar con ellos, los docentes del centro, asesorados por el orientador, han creado material didáctico adaptado en el que sobretodo trabajan caligrafía y vocabulario ya que el idioma ucraniano utiliza un alfabeto cirílico y, por tanto, las letras no son iguales que en español. Con el mismo objetivo, han adquirido diccionarios de español-ucraniano y a través de una aplicación móvil de traducción han comenzado a interactuar y hacerles pruebas de nivel.
Eso sí, la clave está en ofrecerles una atención personalizada porque “necesitan ayuda en algunos puntos”, recalca la directora. “Estamos viendo en qué curso podemos encuadrarlos porque puede que en Lengua tengan un nivel bajo al no saber nada de castellano pero, por ejemplo, en Matemáticas pueden ser muy buenos”, apostilla.
Durante las clases, los cinco niños y niñas que están divididos en Educación Infantil y Primaria trabajan en fichas de refuerzo y llevan deberes a casa al igual que el resto de sus compañeros. Sin embargo, el amparo de Buendía a estas familias no se queda ahí.
El Ayuntamiento ha puesto también a su disposición una profesora extra de apoyo para que por las tardes pueda ayudar a los niños pero también a las madres porque “ellas también quieren aprender el idioma para poder trabajar cuanto antes porque son personas con estudios universitarios y con un gran bagaje a las que les cuesta vivir de la caridad. Y es comprensible”, destaca el alcalde. Ahora bien, todo está coordinado y tanto la profesora particular como los maestros y maestras del colegio trabajan al mismo paso.
Apenas llevan una semana en el pueblo pero, poco a poco, las piezas del puzle comienzan a encajar. Los niños empiezan a sonreír y las madres se tranquilizan a pesar de tener la mirada puesta en el horror que Ucrania sigue viviendo.