Con la llegada del buen tiempo, las larvas de la oruga comienzan a bajar de los árboles para preparar su fase de crisálida y enterrarse en el suelo dando lugar a las tradiciones filas indias a las que debe su nombre la procesionaria del pino, una plaga cíclica que afecta a estos árboles tan presentes en la provincia de Cuenca. Frente a la baja incidencia del año anterior y la masiva presencia de hace dos, esta campaña se prevé un nivel de afectación “dentro de los parámetros normales” debido al suave invierno vivido.
“No ha habido ningún condicionante que nos haga pensar que las poblaciones van a bajar porque haya habido grandes heladas ni tampoco ha habido unas condiciones climatológicas excesivamente favorables para ellas”, apunta José Azcoitia Martínez, coordinador provincial de los agentes medioambientales.
Desde la Consejería de Desarrollo Sostenible se lleva a cabo cada primavera un control para hacer un seguimiento de las poblaciones de procesionaria en los pinares de la región y la afectación de las masas forestales. En el caso de la provincia de Cuenca, cuentan con más de 600 parcelas de muestreo distribuidas por todo el territorio. “Hacemos un estudio por si fuera necesario adoptar algún tipo de medida”, añade el responsable.
DEFOLIACIÓN
No obstante, Azcoitia Martínez puntualiza que esta oruga debilita al árbol y limita su crecimiento pero no provoca mortandad en la inmensa mayoría de las ocasiones, ni incluso en los casos más graves en los que defolian completamente al pino. Por el contrario, una infestación de escarabajos ips sí que es más agresiva y puede secar los ejemplares.
Por ello y en relación con la procesionaria, apunta que “no hay que ser alarmistas” porque los pinos volverán a brotar y se van a recuperar. De todas formas, sí matiza que si la defoliación que provocan es extrema, los árboles sí quedarán más expuestos al ataque de otras especies.
Además, también explica que, como todas las plagas, esta oruga va a atacar a los ejemplares más vulnerables como, por ejemplo, los que sufren más “estrés en su hábitat”. El pino negral, muy presente en La Serranía conquense y que está, en palabras de Azcoitia, “por debajo de su latitud óptima”, se verá por lo general más afectado. “Las zonas en las que se hicieron deforestaciones en los años noventa, lugares yesosos en los que las poblaciones de pinos no han encontrado la suficiente riqueza en el suelo y que imposibilitan un mayor crecimiento de los árboles, también se van a ver más atacados”, detalla.
CINCO ESTADIOS
El ciclo natural de esta plaga cíclica pasa por cinco estadios. Tras descender las orugas de los árboles y enterrarse en el suelo, la procesionaria permanecerá bajo tierra hasta el verano, cuando salen al exterior ya convertidas en mariposas. A finales de ese periodo, se realiza la puesta de huevos, por lo general en las orillas de los montes, prefiriendo la solana mucho más que la umbría.
Durante su fase de oruga fabrican los característicos bolsones de seda blanca que se observan en los pinos y que los protegen del frío. Azcoitia precisa que las bajas temperaturas comienzan a afectar a la procesionaria por debajo de 12-13 grados, muriendo a partir de menos 15.
CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN
Aunque el coordinador provincial de los agentes medioambientales también destaca la capacidad de adaptación que tiene la procesionaria: “Si las condiciones meteorológicas son adversas o no tienen asegurada la alimentación entran en pausa, es decir, paran su ciclo vegetativo y no crecen. Y al contrario, si son favorables, los estadios se aceleran”.
Las últimas nieves caídas en la provincia han podido provocar que las orugas no salgan a comer de los bolsones durante varias jornadas, algo que a la larga podría provocar su muerte aunque no ha sido el caso. “No ha sido una nevada fuerte. Harían falta muchos días con hielo para que se vieran comprometidas de verdad”, considera el responsable.
Proteger a las aves insectívoras, el mejor control contra la plagaAdemás de afectar a los pinos, la procesionaria del pino también provoca efectos importantes en personas y en animales debido a los pelos urticantes que sueltan al aire y que perjudican especialmente a los alérgicos, a los niños y a los animales, pudiendo llegar a ser incluso mortales para los perros. Por ello, es necesario hacer un seguimiento de estas plagas para minimizar su impacto, sobre todo en las zonas urbanas. Sin embargo, para el coordinador provincial de los agentes medioambientales, el mejor control es que el ser humano no interfiera en la cadena trófica animal y se favorezca la estabilización de poblaciones de aves insectívoras como herrerillos, carboneros y mirlos, que se alimentan de esta especie.
“La plaga tiene su propia importancia dentro del ciclo biológico de los ecosistemas. Al final todos los animales hacen su trabajo esencial y fundamental. Lo mejor es dejar que la naturaleza fluya y que estas aves se ocupen de estas plagas”, incide Azcoitia Martínez.
En el medio natural, el profesional no aboga por el uso de fitosanitarios para atacar a la oruga dado que estos pueden provocar también daños a estas aves. En el caso de las zonas urbanas, donde sí hay que estar más vigilantes, apuesta por tratamientos ecológicos que no afectan a las especies ornitológicas.
En cuanto a las recomendaciones para evitar riesgos frente a la oruga, se recomienda no acercarse a los lugares en los que hay procesionaria y evitar que las toquen los niños. Además, hay que extremar las precauciones con los animales, especialmente con los perros. Ante cualquier emergencia, se debe llamar al servicio 112.