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La climatología y la falta de pastores complican la trashumancia

Los hermanos Cardo, de Vega del Codorno, y Gratiniano Usero, de Las Majadas, son los únicos pastores de la provincia en hacer este año a pie la vereda hasta las dehesas de invierno
Ganado de los hermanos Cardo en trashumancia. // Fotos: Saúl Garcia
11/11/2018 - C.I.P.

Llueva, nieve o haga sol, la trashumancia de la Sierra a las dehesas de invierno se repite cada mes de noviembre por las veredas conquenses. Una práctica declarada como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de España, con grandes ventajas medioambientales y de calidad animal que, sin embargo, año tras año pierde fuerza.

El camino es duro, los apoyos “son pocos”, las vías pecuarias “no se respetan” y cada vez quedan menos pastores. “No sé lo que vamos a durar en la cañada, más pronto que tarde las ovejas tendrán que ir al camión”, dice Antonio Cardo, que junto a su hermano Manuel y su sobrina Claudia recorre estos días los 400 kilómetros que separan su pueblo, Vega del Codorno, del Valle de Alcudia, en Ciudad Real, hacia donde se dirigen para pasar el periodo invernal con el ganado.

Los Cardo son unos de los pocos ganaderos conquenses que siguen recorriendo a pie los cordeles, cañadas y veredas que a lo largo de los siglos han sido testigos de las migraciones de los ganados en busca de pastos. De hecho, este año solo serán dos rebaños los que recorrerá el camino a la vieja usanza: el de los Cardo, que ya está en ruta y el de Gratiniano Usero, de las Majadas, que tiene previsto salir la próxima semana, después de ultimar la venta de los últimos corderos.

La nieve ha retrasado este otoño la salida de los Cardo. En Vega del Codorno, tras el paso de la masa de aire polar, el espesor alcanzaba más de 30 centímetros y en esas condiciones el paso del ganado por los caminos es dificultoso, tanto por razones de movilidad como por la falta de alimento, que es lo fundamental. “El frío y la lluvia, se lleva, pero la nieve para nosotros, mal”, dice Antonio Cardo.

Salieron el 2 de noviembre y en su camino hasta la finca que tienen arrendada en el municipio ciudarrealeño de Mestanza recorrerán parte de la Cañada Real de Rodrigo Ardaz, la Conquense y la Soriana Oriental. Algo más de veinte días de camino que este año serán más duros, y no solo por el clima, que una vez pasadas las nieves de la Sierra se ve con mayor optimismo por la abundancia de alimento para los animales que deja un año de abundantes lluvias, sino por la falta de recursos humanos.

Una situación que según cuenta Antonio vienen acusando en los últimos años. Tanto es así que en las dos últimas primaveras “tuvimos que subir a las ovejas en el camión por no encontrar pastores”.

La climatología  y la falta de pastores complican la  trashumancia

La falta de pastores es uno de los grandes problemas que amenaza la supervivencia de la trashumancia. Una práctica cuyo fomento en los últimos años ha propiciado en buena manera la Asociación ‘Trashumancia y Naturaleza’, a los que pertenecen los pastores trashumantes de la provincia.

“Al principio nos ponían pastores de apoyo y era una gran ayuda, pero ya no. Han comprado ganado y desde hace unos tres años ya no lo hacen, y yo creo que si lo que quieren es luchar para recuperar conservar la red de vías pecuarias y la trashumancia lo que tenían que hacer es apoyar a los ganaderos que mantenemos esta práctica”.

Cardo defiende los muchos beneficios que tiene la trashumancia, además de evitar la desaparición de las Cañadas Reales, “es un ciclo natural que mantiene la biodiversidad y cuida el medio ambiente. Las ovejas esparcen las semillas y al comerse las hierbas de los montes también evitan el riesgo de incendio. Es todo, también para los animales es mejor que subirse a un camión que lo que hace es generarles estrés, pero necesitamos más apoyo para seguir”.

La trashumancia mantiene los mismos valores del medievo, y aunque con algunas concesiones que permiten mejorar las condiciones, su conservación es algo que llama poderosamente la atención entre los jóvenes, sobre todo extranjeros, que no dudan en sumarse a las expediciones a través de ‘Pastores Sin Fronteras’. Pero su apoyo no siempre es una ayuda y en ningún momento puede suplir la necesidad de contar con un pastor profesional. “Es muy difícil encontrar una persona cualificada para este trabajo. Yo creo que habría que poner una escuela de Pastores, y si no lo hace que sea la propia administración, porque desde luego, a este paso no podremos seguir haciéndo la vereda con los animales”.

Los Cardo conducen un rebaño de 1.550 cabezas de ovino con la ayuda de seis perros (tres mastines y tres careas) dos yeguas y un coche de apoyo logístico y de intendencia que es el que lleva Antonio.

Este año toca por el camino de Fresneda de Altarejos y San Lorenzo de la Parrilla, ruta que tradicionalmente se alterna con la de Belmontejo y Mota de Altarejos el paso de ganado para desde ahí dirigirse al sur de la provincia y entrar por Las Mesas hacia la provincia de Ciudad Real. Con todo los pastores se quejan de las malas condiciones que presenta la vereda y de la falta de infraestructuras como chozos, corrales y abrevaderos que hagan más fácil el traslado del ganado.

La provincia de Cuenca, con 686 vías pecuarias que se extienden por 2.584 kilometros “es un desastre” en este sentido, critica Gratiniano Usero, quien además se queja del “poco respeto” de los agricultores con la dimensión de los caminos, puesto “que invaden” los deslindes con sus cultivos hasta dificultar seriamente el paso del ganado. A lo que se suma, dice Usero, las malas condiciones que presentan algunos vados.

La climatología  y la falta de pastores complican la  trashumancia

Tanto Antonio y Manuel Cardo, como Gratiniano Usero conocen bien cada rincón de esta ruta. La recorren dos veces cada año, haga frío, calor o llueva. Las ovejas tienen que seguir hasta su destino aprovechando los pastos que encuentran en su viaje.

“Una vez que sales ya no hay marcha atrás”, señala Antonio Cardo, que hace una llamada a la concienciación social y también a las autoridades competentes para que se “cuiden y se respeten las veredas”. Un patrimonio de todos que sin la trashumancia terminaría desapareciendo.

El paso de ganado desde las dehesas de verano a invierno, y viceversa, ofrece grandes beneficios puesto que permite un uso extensivo y óptimo del territorio, previene incendios, facilita la recuperación del terreno en otoño y contribuye a diversificar y conservar hábitats de alto valor ambiental.

Su mantenimiento es además, clave en la lucha contra el cambio climático, como defiende la Asociación ‘Trashumancia y Naturaleza’.


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