Documentar los procesos vitales de organismos que vivieron en el pasado, hace muchos millones de años, no es frecuente debido a la imperfección del registro fósil. Los icnofósiles son señales registradas de las actividades de los seres vivos del pasado. Los más habituales son las icnitas o huellas, pero dentro de esta categoría de fósiles hay que incluir también a los coprolitos (heces fosilizadas).
Un trabajo publicado este miércoles en la revista PLOSONE por investigadores del área de Paleontología y Biología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), en colaboración con el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), ha aportado nueva información sobre los coprolitos del Cretácico Inferior del yacimiento conquense de Las Hoyas, hasta ahora no estudiados.
La biota del yacimiento de Las Hoyas no sólo está siendo documentada por fósiles corpóreos de plantas y animales, sino que se ha descubierto una gran diversidad y abundancia de heces fosilizadas, en general de tamaño medio (entre 1 y 5 centímetros de longitud). Se han catalogado más de 1.500 ejemplares de coprolitos, constituyendo este conjunto uno de los registros mejor documentados y completos del mundo referidos a un humedal continental del Cretácico Inferior. Se han caracterizado hasta 12 tipos diferentes de coprolitos atendiendo a su morfología y se ha elaborado una clave dicotómica para precisar sus formas, la geometría de sus extremos y su simetría.
Estos fósiles se han estudiado con técnicas no destructivas. En primera instancia, se analizó la composición química de la matriz mediante análisis EDX, observando que se compone principalmente de fosfato cálcico, lo cual indicaría que los productores de estos coprolitos eran carnívoros, en parte debido a la descomposición del apatito que forma parte de los huesos. Según sus formas, y en ocasiones también por su contenido, se puede afirmar que los productores de ciertos coprolitos eran depredadores de vertebrados, pues una buena parte de estos icnofósiles contienen pequeños fragmentos óseos. Es más, gran parte de los huesos incluidos en los coprolitos son de peces, por lo que se puede asegurar que los productores eran mayoritariamente ictiófagos. Esto quiere decir que los depredadores que produjeron estas masas fecales pudieron haber sido otros peces, cocodrilos, salamandras e incluso tortugas.
Se está tratando de comprender por qué los coprolitos son tan abundantes en el yacimiento de Las Hoyas. La preservación en este yacimiento se asocia a la presencia de tapetes microbianos, capaces de proteger los restos y favorecer la fosilización. Al estimar la abundancia relativa de coprolitos en las capas de sedimento asociadas a los períodos de mayor crecimiento de los tapetes microbianos, el porcentaje de coprolitos en estos es hasta veinte veces mayor que en aquellos periodos con menor desarrollo o incluso sin estos tapetes microbianos.
Una de las conclusiones del estudio es que las heces fósiles permiten proponer diferentes tipos de estrategias alimenticias. Así, se sugiere que hace 126 millones de años se podría distinguir entre procesos digestivos menos eficaces y/o contenidos ácido-enzimáticos poco agresivos y estrategias digestivas más eficaces que darían lugar a heces en las que apenas aparecen inclusiones óseas. Estas evidencias nos ayudarán a caracterizar con precisión las relaciones tróficas de este ecosistema del Cretácico, para lo cual se requiere contrastar diferentes niveles de información. Esta publicación aporta una primera evidencia para valorar, según la muestra estudiada, que los procesos digestivos menos eficaces eran dominantes en este ecosistema.
El nuevo hallazgo será presentado este jueves en el Museo de Paleontología de Castilla-La Mancha, ubicado en Cuenca.