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El voto del PP y la banalidad del mal

El pasado lunes 24 de febrero, en un Pleno Extraordinario, los miembros corporativos trataron y votaron acerca de la incoación del procedimiento de nombramiento de Hijos Adoptivos de la Ciudad de Cuenca de los 99 conquenses deportados a los campos de concentración y exterminio nazis.

En los días precedentes, el Colectivo de Familiares de los Deportados Conquenses se dirigió a los grupos municipales solicitando el voto afirmativo al asunto, apelando a sus convicciones democráticas (si las tuvieren) e incidiendo en que en esta votación no cabían ambigüedades: o se estaba con las víctimas del nazismo y la democracia o se estaba con los verdugos nazis.

En sus intervenciones previas a la votación, los portavoces de los grupos municipales democráticos recalcaron que el nombramiento como hijos adoptivos constituía un merecido acto de justicia y reparación a los luchadores conquenses por la democracia y la libertad que sufrieron por ello en carne propia los horrores de la barbarie nazi.

También se destacó que en nuestro entorno democrático (Alemania, Francia, Holanda Bélgica, etc.) los deportados y los resistentes reciben asiduamente honores por su lucha y su contribución a la derrota nazifascista y al restablecimiento de las libertades, siendo considerados héroes nacionales. Así, los republicanos españoles de la Nueve, que fueron los primeros en entrar en París y liberarla del yugo nazi, son objeto, por esta razón, de homenajes y reconocimientos.

Que la dictadura franquista fue estrecha aliada del nazismo durante la Guerra de España y la Segunda Guerra Mundial es un hecho incontrovertible recogido en la Resolución nº 39 de la Asamblea General de Naciones Unidas. Manifestaciones de esta colaboración fueron los bombardeos sistemáticos a la población civil por parte de la Legión Cóndor (Guernica, Durango, Madrid, Alcalá, Albacete, Jaén, Albocàsser, Benassal…), el adiestramiento de la Brigada Político Social de Franco a cargo de la Gestapo o la integración de la División Azul en la Wehrmacht.

El régimen franquista se negó a acoger a 50.000 judíos sefarditas de Salónica que les fueron ofrecidos hasta en seis ocasiones por sus aliados nazis, a sabiendas de que su negativa comportaba su traslado a los campos de exterminio y su asesinato en las cámaras de gas, como así sucedió.  

El ministro de Relaciones Exteriores de Franco, Ramón Serrano Suñer, fue el responsable directo del confinamiento de casi 10.000 españoles en los campos de concentración y exterminio de Hitler, donde 7.000 de ellos acabaron convertidos en humo y cenizas. El cuñado falangista de Franco, tras visitar la Alemania nazi del 15 al 25 de septiembre de 1940 y entrevistarse con Himmler, Heydrich y el propio Hitler, selló el trágico destino de los republicanos españoles, dictándose la orden de deportación por orden del Führer (“auf Befehl des Führers”).

Tras el derrumbe del III Reich, la España franquista se convirtió en el santuario de numerosos criminales nazis, donde recibieron un trato privilegiado: Otto Skorzeni, Ante Pavelic, Léon Degrelle, …

Por su parte, el Presidente Fundador del PP y ministro de la dictadura, Manuel Fraga, encabezó un manifiesto en 1971 abogando por la puesta en libertad del criminal de guerra nazi Rudolf Hess, secretario personal de Hitler.

Hannah Arendt, escritora y filósofa judía que escapó in extremis del holocausto nazi acuñó la expresión “banalidad del mal” para referirse al caudal de violencia, muerte, destrucción y terror que fueron capaces de infligir ciudadanos alemanes “normales” sin ser intrínsecamente perversos ni tener vocación de verdugos, mediante el cumplimiento sin cuestionamiento ni vacilación de las órdenes y consignas de los prebostes nazis en virtud de los principios de jerarquía y obediencia.

La actuación del grupo municipal del PP en el pasado Pleno municipal (y también de vox, aunque eso se daba por descontado) evocó la banalidad del mal arendtiana y el vergonzante legado colaboracionista de los fundadores de su partido, sin tener la más mínima consideración con el grupo de familiares de las víctimas conquenses del nazismo que asistió al acto, que se sintió lógicamente agraviado con su proceder.

El portavoz popular intentó boicotear el acuerdo escudándose cínicamente en defectos procedimentales inexistentes (como le fue demostrado por el Secretario General y el Alcalde) confiando en que su abstención, equivalente a un no, sería suficiente para que el reconocimiento a sus paisanos no prosperase, y, de este modo, despreciar la lucha por la Libertad y la Democracia de los conquenses antifascistas, los sufrimientos que ello les acarreó y su contribución a la derrota del fascismo y a la instauración de un sistema de libertades.

          

Pero el malismo esta vez no funcionó. De conformidad con lo informado verbalmente por el Secretario General, la mayoría simple obtenida era suficiente para la adopción del acuerdo, de manera que PP y vox vieron su maniobra frustrada y quedaron con todas sus vergüenzas al aire. Ea.