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Visionarios

Al día siguiente de la entrada de Tejero en el Congreso de los Diputados, yo aún cursaba la EGB y tenía un examen de mates. El profesor andaba entre las mesas muy preocupado y, de hecho, no apagó la radio durante todo el día.
El maestro se llamaba Enrique Cañada y era un visionario.


Los recuerdos de los profesores son diferentes para cada uno de sus alumnos. A lo largo de los años, algunos los hemos compartido entre risas y cervezas y ya forman parte de nuestra memoria personal y colectiva. De D. Enrique, que así lo llamábamos, aunque lo apodábamos El Cojo, hemos repetido infinidad de anécdotas: tuvo un lagarto en una caja en clase durante varios meses, construyó un avión de marquetería que intentó hacer volar, nos hizo construir un muro de piedra como enseñanza, pero su objetivo era evitar accidentes con los coches de los maestros, participó en el proyecto de una fuente pública del pueblo con la famosa piedra de El Coso, etc.


Quizás, cuando lo llamaron para dar clases no tuviese el título de magisterio, pero impartía varias asignaturas, entre ellas Ciencias Naturales, Matemáticas y Gimnasia. Siempre se decía de él que no preparaba bien en mates a los que fuimos a estudiar BUP, aunque tal vez éramos los alumnos los que no asimilábamos bien la materia. Pero D. Enrique fue un visionario y estos son mis dos recuerdos personales al respecto.


Nos explicó que debíamos tener espíritu crítico y no perseverar obligatoriamente en las mismas ideas y actitudes de nuestros progenitores. De hecho, mi recuerdo fotográfico me lleva a verle y escucharle: “¡Porque aunque vuestros padres sean de los de puntillas y con los dos brazos levantados...!” Lo cual no dejaba de ser un tanto berlanguiano, con perdón, por su imponente cojera. Él preveía estos tiempos de diferentes adoctrinamientos pedagógicos y mediáticos.


También nos describió a un humilde y madrugador agricultor soltero, de tractor sin cabina, con puro, transistor y perra que le acompañaban en sus labores diarias y le proporcionaban la serenidad y paz necesarias para encontrar la tan anhelada felicidad. Así anticipó ejemplos que aparecen hoy en los libros de autoayuda y cursillos de mindfulness y coaching.
Sirva este artículo para homenajear a todos los profesores que nos han acompañado y nos acompañan en nuestro día a día y que, con sus enseñanzas, nos hacen racionales y felices, como diría Baruch Spinoza, y los recuerdos que forman parte de cada uno de nosotros.