Ver para creer

No hay cumbre que no sea histórica ni partido que no sea el del siglo.  Estos días es inevitable hablar de la Cumbre del Clima de Dubái.  Histórica.  La edad me dice que se trata de otra declaración de intenciones a incumplir pero, al fin y al cabo, la esperanza es lo último que se perdió. Quizás sea cierto, y todo eso que llamábamos lavado de imagen y que algunos sospechaban que formaba parte de un plan urdido en la sombra para controlarnos e islamizarnos con aviesas intenciones, en realidad es lo de los huevos y los cestos; y el aumento de producción de petróleo, otro videoclub en liquidación.  

A nosotros nos suenan Telefónica e Iberdrola, pero no nos engañemos; para los de siempre, las banderas, las patrias y los dioses, son uno solo y el mismo: el dinero.  Y es que Emiratos Árabes es ya accionista mayoritario o importante de otras empresas como Electronic Arts, Tesla, SoftBank, Volkswagen, Barclays, Tiffany… Nada como tener dinero para cambiar de negocio.   Nada como nacer con dinero para tener dinero.  ¿Diversificación? Ojalá.  No creo mucho en el ser humano.  Mientras se celebraba esta cumbre, hemos visto cómo algunos se peleaban por hacerse una foto con el hombre que ha disparado la inflación al 300% en su país, o con un político francés condenado a tres años de cárcel por corrupción.  Año 2050.  Quizás viva, seguramente para no verlo.