Vandalismo
Cuando se producen salvajadas como la que hemos conocido este jueves cabe preguntarse qué sociedad estamos formando y qué futuro nos espera si se repiten comportamientos de este tipo. Nos referimos a la vandalización de una de las hermosas fuentes que jalonan las entradas laterales del Parque de San Julián. Contemplando el destrozo, brotan lágrimas en los ojos y no podemos dejar de pensar que algo se está haciendo mal, muy mal. ¿Qué mente o mentes depravadas pueden concebir acabar con un símbolo emblemático que ningún daño les ha hecho y cuyas únicas funciones eran ornamentar el espacio y mitigar la sed de los paseantes? ¿Qué habrá en el interior de estos desaprensivos que deciden acabar de un plumazo con algo tan querido en una ciudad como la nuestra? ¿Qué es lo que mueve a algunas personas a perturbar las paredes con pintadas absurdas, arrasar el mobiliario urbano o derribar una deliciosa e inofensiva escultura que otorgaba identidad a una de las áreas de ocio más apreciadas de la capital?
No debemos atribuir este tipo de hechos a un déficit de educación, porque probablemente quien los realiza haya pasado por la escuela o la universidad, o todavía esté en ellas. Es posible que haya que referirse a otra falta de educación, la que debe mamarse en casa, desde pequeños y que en muchas ocasiones no se recibe de forma conveniente o no se imparte en absoluto. Se trate o no de personas instruidas, seguro que son capaces de diferenciar claramente lo que está bien y lo que está mal. Entonces, ¿qué les motiva a elegir la violencia para expresar su frustración? ¿Quizá el alcohol, porque son fechas en las que circula en cantidades notables? No obstante, el exceso de bebida no sería en ningún modo atenuante de los comportamientos que describimos, porque se puede beber en armonía y con buen juicio. Ejemplo de ello lo tenemos en lo que va de estas Fiestas de San Mateo. Las motivaciones deben ir por otros derroteros que requerirían análisis más profundos que los que tocaría hacer en estas páginas. En cualquier caso, desde aquí condenamos el vandalismo en cualquiera de sus manifestaciones, porque perjudica a todos y especialmente a los propios vándalos, incapaces de respetar la belleza y la buena convivencia.
Disfrutemos de San Mateo al margen de estas tribulaciones que, por suerte, tienen solución con una restauración adecuada de lo destrozado. Otras salvajadas tienen peor remedio, o no lo tienen. Nos respete la lluvia o nos mojemos por fuera, corramos la vaquilla con tiento y con respeto, no sólo hacia la cuerna, sino también hacia los animales enteros, que bastante tienen con la murga que les damos para que además les torturemos. Y si nos mojamos por dentro, hagámoslo con moderación porque los días son largos, las noches más y las cuestas cuestan. Tengamos también en cuenta que el Casco Antiguo de Cuenca es una joya que debemos conservar y que existen muchas razones para que se mantenga en buen estado por nuestro bien y el de generaciones venideras. Y si finalmente para nuestro mal nos pilla la vaca...recordemos con cariño la vieja canción.