Usa la razón y no las armas
¿Para qué se supone que nos armamos? Obtengo que Putin es peligroso para Finlandia, que ya no tenemos al primo de zumosol, que no somos nada, que estamos indefensos. Me dicen que sin armas no hay argumentos para detener a los malos. Que la protervia no se puede anular solo con buena voluntad. Me dicen que la guerra da inventos, que te hace más guerrero y orgulloso. Me cuentan que necesitamos a Aquiles, la fuerza irracional de Ayax, que olvide a Odiseo, el de los muchos ardides. Me siento a pensar si debo reconocer que quizá esta no es mi época, que de nuevo habrá que esperar, siglos, a los verdaderos valientes de la historia en que la razón obtenga una oportunidad de mostrar su superioridad y eficacia sobre las armas.
La premisa fundacional de la obstinación en la maldad reside en el empleo del arma por encima de la razón: el dolor cultiva la infección permanente. Un arma en escena termina por dispararse y cualquiera que haya estudiado la historia sabe que cuando hable el arma, se volatilizará la verdad y con ella toda opción para el empleo de lo que tenemos en el cráneo. ¿Tendremos que enseñar en la escuela que el sabio es menos que el guerrero? En el cuerpo de la sociedad ¿no preferimos el cerebro al brazo? Ese casi kilo y medio que llevas en el cráneo, unas 90 mil millones de neuronas (más que estrellas en la Vía Láctea), realiza más de 100.000 reacciones químicas cada segundo y produce unos 50.000 pensamientos diarios. Para disparar a otro ser humano tendrás que apagarlo.
¿A qué guerra vamos? Y lo que más ha de sumirnos en el mayor de los terrores ¿detrás de qué caudillo? ¿Qué prudencia, qué inteligencia, qué astucia va a comandarnos? Te cuentan que esto del rearme es motu proprio, que nos va a ayudar económicamente. ¡Qué bochorno, que estulticia interpretamos siguiendo al asno al borde del precipicio! Cuando más centinelas deberíamos ser de que se siguen los valores racionales, de que mantenemos las virtudes de la democracia, de que nos es útil el poder de la elocuencia y la diplomacia, nos vendamos los ojos y asimos la cola del delincuente.
No en vano los cerebros están huyendo de USA donde El Rubio ha decidido que la investigación es sospechosa, las universidades nidos de conspiradores y la educación innecesaria. Se invierte el camino de la historia y cualquiera con ojos tendría que ver que este es el momento de mantenerse con calma y solvencia en los prados de la razón, acoger a esos valiosos científicos, defender la educación y la sanidad, seguir analizando y aportando datos sobre la evolución de la atmósfera, mantener la transición energética para mitigar la amenaza climática y ocuparse de sostener la biodiversidad utilizando los recursos que el cerebro no reptiliano emplea para vencer al miedo y a la coacción.
La realidad no se puede transformar porque Calígula diga que su caballo es un dios. No salten al precipicio del miedo, no compren agua, no caven trincheras. Demandemos el poder de la justicia: apoyemos las órdenes que emitió la Corte Penal Internacional para detener y juzgar a Netanyahu por presuntos crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad; reclamemos el Fin del Veto para que la ONU pueda hacer su trabajo de preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra. No estoy hablando de “Haz el amor y no la guerra”. Estoy hablando de que este es por fin el siglo en el que se puede enfrentar a los enemigos sin las armas: basta con la verdad de los hechos y no de las opiniones, con la aplicación de la transparencia, con emplear eficazmente los recursos digitales que nos hemos otorgado, con sostener los principios de derecho internacional que llevamos defendiendo 80 años. La paz pasa por disolver los paraísos fiscales y el blanqueo de capitales para que los embargos sean efectivos. La paz pasa por impedir la delincuencia y la especulación financiera. La paz pasa por brindar opciones para las negociaciones en un ambiente no armado ni hostil. Todos ganamos en un mundo sin armas donde el comercio, la investigación, la ciencia y la comunicación sigan llevándonos hacia adelante. No se engañen, las armas son un método fallido, un paso atrás. Si preguntásemos hoy (o mañana, cuando otros firmen por él el alto el fuego) a Zelensky de qué le han valido las armas, tendríamos una evidencia de lo que les auguro.
Aguantemos en la orilla de la razón, de la diplomacia. No vayamos a escondernos con un tirachinas detrás de la cortina, ni a chuparle la piruleta al matón. Porque el Rubio, señores y señoras, no va a durar mucho. Y cuando se caiga de la escena (con todo su equipo de ladrones) los focos de la historia alumbrarán en la caja a los que le siguieron el juego haciendo el ridículo.