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Trasvase

Castilla-La Mancha acumula ya casi medio siglo cediendo agua al Levante español sin apenas compensaciones. Año tras año, el Trasvase Tajo-Segura ha enriquecido algunas regiones y empobrecido precisamente a los territorios que más solidaridad han mostrado a costa de sus propios intereses. Cuántos periodos de sequía han sufrido los municipios ribereños de los embalses de Entrepeñas y Buendía mientras sus atribuladas poblaciones emigraban en gran medida condenadas a ver cómo un recurso vital para sus economías discurría ante sus ojos por un canal inaccesible que se llevaba muchas de sus perspectivas de futuro. Cuántas personas compraron segundas viviendas en urbanizaciones cercanas a los pantanos que quedan a kilómetros de las orillas cuando las aguas menguan camino del Mediterráneo. Cuántos ríos de tinta han corrido sobre las protestas de estos pueblos y sobre los recursos de los diferentes gobiernos autonómicos sin que nadie hasta ahora haya sido capaz de evitar este sangrante agravio comparativo.

Nadie en la cuenca cedente se ha negado a trasvasar sus excedentes cuando Murcia y la Comunidad Valenciana han necesitado agua para uso de boca y para riegos de urgencia. Tampoco nadie ha podido parar un trasvase cuando en las provincias de Guadalajara y Cuenca los cultivos se secaban y los camiones de las diputaciones tenían que ir a muchos pueblos para llenar sus maltrechos depósitos para satisfacer las necesidades más básicas de sus vecinos. La paciencia de los ribereños en muchas ocasiones ha sido pagada con actitudes prepotentes de los regantes levantinos en su creencia de que ellos son especiales y tienen más derechos que nadie. Las decisiones de la Comisión de Explotación han dejado a menudo entrever que funciona como un lobby que distingue a unos ciudadanos mientras denigra a otros, todo ello en beneficio de grandes grupos empresariales.

Ahora, los embalses de la cabecera del Tajo muestran niveles históricos, pero la previsión de nuevos trasvases amenaza con arruinar otra vez las buenas expectativas que el aumento de las láminas de agua ofrece para la agricultura y el turismo en los entornos de Entrepeñas y Buendía. Las actuales reglas de explotación permiten derivaciones automáticas cuando se registra el Nivel 1, pero ignoran que en las últimas semanas los embalses levantinos están al máximo y en muchos casos se ven obligados a desembalsar para evitar situaciones de riesgo. Se hace pues inevitable revisar una normativa que, debido al cambio climático, está quedando obsoleta y permite situaciones kafkianas como las que se presentan ahora, con cesiones de caudal hacia donde ha llovido sobre mojado y lo ha hecho más que de sobra. Es también el momento para demostrar que las desaladoras están ahí por algo y que las hemos pagado entre todos para potenciar la idea de que la solidaridad entre territorios debe circular no sólo siempre en el mismo sentido.