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Todo un acierto

Entre la plural y nutrida oferta de las actualmente aún en pleno desarrollo Fiestas de San Julián en nuestra capital provincial –atracciones del ferial, espectáculos taurinos, concurso hípico, actuaciones musicales, teatrales y de títeres, cuentacuentos, competiciones deportivas de la más varia índole…– ha habido una que, dentro de tan amplio abanico de ofertas, es más que probable que por su condición de presencia puntual y de menor bombo mediático frente a otras, haya pasado desapercibida excepto para quienes, por un mejor e interesado conocimiento del programa festero –era una convocatoria dirigida a los más pequeños y por tanto atractiva a priori para que sus padres o abuelos la tuvieran en cuenta– o,  cual fuera el caso de este articulista, por puro azar de encuentro,  tuvieron –tuvimos– la fortuna de disfrutarla en la mañana del pasado sábado en el Parque de Santa Ana. Me estoy refiriendo –se lo cuento ya– a la varia, multicolor y sugestiva oferta de toda una panoplia de juegos de equilibrio, de puntería, de coordinación, de ingenio, de destreza o de cooperación, de construcción o de habilidad, tanto individuales como colectivos, unos más tradicionales, otros más novedosos y sorpresivos, todos ellos, eso sí, estrictamente fieles a su condición de, fieles a su titular de presentación, “juegos desconectados”, es decir, nada por una vez de videojuegos ni de propuestas electrónicamente tecnologizadas, pero también más que diferentes en su atractiva propuesta de las tradicionales camas elásticas, colchonetas hinchables o toboganes almohadillados tan de rutinaria presencia en tantas ocasiones. Era una propuesta que en principio podría parecer modesta en comparación con el más llamativo espejear de tantas otras presentes en la agenda festera, incluso entre las más específicamente dirigidas al público infantil, pero puedo dar fe de cómo gracias a ella el tramo final del bien sombreado paseo central del citado parque se convirtió por unas horas en un espacio lúdicamente mágico que la numerosa chiquillería presente –con la supervisión y el apoyo de los monitores presentes o la propia complicidad en muchos casos también de sus familiares que, contagiados de su entusiasmo aquí o allá hasta se animaban a coparticipar en los distintos retos– pobló con su más bullicioso y enfervorizado entusiasmo en un gozoso sentir tan sólo mínimamente dolorido cuando al preguntar a los encargados del tinglado se enteraban de que sólo iban a poder disfrutar de tan atractivas posibilidades esa mañana. Como testigo de tan verdadera, disfrutada y distinta a lo habitual fiesta colectiva me parece absolutamente justo que este semanal hueco de opinión, tan en tantas ocasiones receptáculo de críticas o lamentaciones, sea hoy altavoz para proclamar el patente acierto de los organizadores y responsables municipales de su inclusión en nuestras agosteñas celebraciones capitalinas porque vaya si no ha sido, pero que de verdad de la buena, todo, pero que todo un acierto.