Es noticia en Cuenca: Motor Fiestas de Almodóvar del Pinar Balonmano Fútbol Triatlón Noheda FIDA 2024
Antonio Santos
02/09/2023

Tiempos modernos

Sucede que, de un tiempo a esta parte, viajar al centro se ha convertido en una auténtica epopeya clásica para mí.  Esta semana he tenido que volverlo a hacer.

El viaje comienza haciendo la maleta, en este caso una mochila de tela de Ladybug, para dos niñas:  dos botellas de agua, tortitas de maíz, pañuelos de papel, toallitas, Catapum, unos cuantos «por si a casos» y, si eres creyente, un rosario.  Nada de eso te ayudará cuando una quiera ir al baño y la otra decida que también quiere ir poco tiempo después.

Una vez preparado toca bajar en coche.  El coche hay que aparcarlo en zona azul, en un sitio en el que un bolado no bloquee la pueta, lo más cerca posible de Carretería y lejos del tonto de la bola que aparca de oído beethoviano.

Entro al banco.  El cajero no quiere cuentas conmigo.  Intentaría explicarle que el dinero es para mi madre pero las máquinas no tiene corazón.  Toca ir a ventanilla.  Hay que coger número en la maquinita.  La cola no es para la ventanilla; sino para la maquinita.  Hay cuatro ancianos que intentan sacar número.  Un amable cliente africano les va ayudando. 

Consigo mi numerito. Me atienden en ventanilla. Me arreglan mi problema con el cajero pero no pueden darme dinero porque, si me lo dan, tienen que cobrarme.  Tengo que ir otra vez al cajero y, si no me lo diese, volver a la ventanilla.  Cruzo los dedos. El cajero se apiada de mí.  Han pasado casi tres horas desde que dije que salíamos de casa.  Miro a las personas mayores, tienen la mirada de las mil yardas.  Llamadme viejo pero con Zapatero se vivía mejor.