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Semana Santa

Llegados a estas fechas, muchos son los y las conquenses que miran al cielo y lo hacen por varias razones.  Los creyentes en general porque tienen sus ojos puestos en la Trinidad, según marcan sus convicciones religiosas, que llegan a una de las semanas más apasionadas del año. Los nazarenos, porque esperan que la lluvia no estropee su procesión, algo que a día de hoy queda en entredicho ante las malas previsiones meteorológicas. Los hosteleros debido a que el buen tiempo mejorará sin duda sus cifras de negocio.  Los primeros tienen asegurada la certeza de su mirada, los otros no tanto, aunque las previsiones de ocupación de hoteles, hostales y casas rurales están ya rozando el lleno total.  A quienes pretenden viajar tampoco se les olvida echar algún que otro vistazo, tanto al infinito como a los vaticinios de los hombres y mujeres del tiempo, que, de momento, son bastante agoreros.

 En cualquier caso, ya tenemos encima de nuevo la Semana Santa, y eso que hace muy poco conmemoramos el nacimiento de aquel a quien recordaremos su muerte en pocos días.  La vida es así, cíclica, y pasa rápido, por lo que, se sea o no creyente, llegan días para disfrutar, unos con el telón de fondo de la Pasión religiosa, otros bajo el aliciente de tener algunos días libres para huir de la rutina y cargarse de energía hasta el próximo periodo vacacional.  Son días también en los que se exige respeto, por las creencias de cada cual, por la solemnidad de los pasos procesionales, por el entorno y el medio ambiente, por quienes trabajan al servicio del visitante y, cómo no, por las normas de tráfico para no formar parte de las terribles listas de fallecidos que cada Semana Santa empañan las celebraciones.

 

No hace falta recordar que la Semana Santa se vive con devoción en toda la provincia. Al espectacular despliegue de las hermandades semana santeras de la capital, con procesiones emblemáticas y multitudinarias y una Semana de Música Religiosa de prestigio mundial, se suman alardes nazarenos en prácticamente todos los pueblos, con pasos e imágenes llenos de sensibilidad religiosa y pasiones vivientes de reconocida enjundia. Por citar algunas, nos vienen a la mente las de Motilla del Palancar o Tarancón, plenas de dramatismo y seguidas por miles de personas. Cada municipio celebra estos días la Pasión con sus particularidades y ofrece al visitante sustanciosos ejemplos de su folklore, si gastronomía o sus tradiciones más arraigadas y regalan retazos entrañables de sus maneras de entender la vida. Se sea o no creyente, estas fechas se suelen vivir con una pátina especial en el espíritu, ya sea por religiosidad, por el tiempo libre, por los lugares nuevos que podemos visitar o porque la incipiente primavera toma posesión del entorno y marca el pulso de una existencia renovada. Disfrutémoslas con ilusión y son medida porque cuando acaben, de nuevo, regresarán la rutina y los esfuerzos propios de un mundo que regala ya pocos momentos especiales de paz y armonía.