El Rubio, Calígula y la ONU
Hay algo inexcusablemente atractivo en los disparates del Rubio: como en su tiempo hizo Calígula, el Rubio abre posibilidades rocambolescas que derriban de una toba castillos de status quo y decenios de diplomacia. Entiendo que a los desheredados les fascine el personaje: hace aquello que les gustaría hacer, desbaratar lo que no entienden. Aunque luego no sepan ni intenten recomponer aquello mismo que les sostiene. Y en este empeño mío de mirar la vida por el lado del cristal que nadie emplea, veo al Rubio, en el tablero improvisado del parque, manipulando el futuro con afán de tahúr impaciente. A Milei ya le ha caído el primer pescozón por aplicar esa dinámica.
Como odia las convenciones, el Rubio gana adeptos por doquier, los mismos que odian pagar impuestos y adoran los atajos con el mínimo esfuerzo. Así que, se reúne con su homólogo (antes archienemigo, hijo de Putín) y dinamita la diplomacia mundial. El orden global de posguerra se da por amortizado: Rusia ya no es el enemigo. El ingenuo Gorbachov lo había anunciado en 1987 con la Perestroika (“un nuevo pensamiento para nuestro país y el mundo”) y al año siguiente con la Glasnost (transparencia) que otorgó libertad política, religiosa y de prensa y preparaba el camino para democratizar el país. Pero al pobre Mijaíl, lo traicionaron dentro y fuera. Cuento esto para los más jóvenes, que no vivieron esa época que se llamó la Guerra Fría y en la que vivimos permanentemente acosados por la inminencia de un holocausto nuclear y el mensaje machacón (desde USA) de que los soviéticos eran un enemigo al que había que eliminar de la faz de la tierra en todos los frentes (Cuba, Chile, Argentina, Corea, Indonesia, Vietnam, Egipto, Angola, etc.). En el cine, los infames rusos comunistas sustituyeron a los alemanes nazis inhumanos y crecimos asediados en las pantallas por las intrigas de espías bolcheviques que querían desestabilizar y hundir el delicioso consumismo capitalista. Por eso, jóvenes, los puretas nos quedamos ahora perplejos y pensamos ¿qué pensarán los compatriotas del Rubio, que crecieron soñando con comunistas de cuernos flameantes y rabos puntiagudos que venían a violar a sus novias y quemar vivos a sus hermanitos?
Del mismo modo, me pregunto ahora por los que defienden el ardor guerrero y patriótico de los ucranianos y al mismo tiempo admiran la conspicua personalidad del Rubio. ¿No encuentran que hay algo que no encaja, que no cuadra con los cacareados principios morales de su visión? Lo mismo les ha pasado a los venezolanos: el Rubio consiguió que Maduro pagara el avión de los deportados. Los que le votaron porque creyeron que iba a solventar el problema palestino se quedaron de piedra: ¡Qué ingenio sobresaliente! Abandonen el país que vamos a quedárnoslo. ¿Podía haber dicho lo mismo Putin de Ucrania? Ojo, no es lo mismo, lo ha dicho el emperador.
Imagino que igual que yo veo al emperador (desnudo) guiado por su capacidad para los golpes de efecto, entiendo que más altas y respaldadas autoridades observarán con estupor estos desmanes. Sabrán cómo acabó Calígula. No le deseo yo lo mismo, me basta con que su desorden aporte sensatez para un futurible orden más global. El Rubio ha criticado a la ONU por su incapacidad para resolver los conflictos que azotan el mundo, los cuales, como estamos viendo, él, en persona, va a zanjar en un pispas. De urgencia ha pedido una revisión general de la financiación y la participación de USA en las Naciones Unidas, a la que aporta el 22 % de su presupuesto general, seguido de China (15%) y Japón (8%). La verdad, que USA abandone el liderazgo de esta tan necesaria institución, otorgaría al resto del mundo la posibilidad de repensar su status quo. Porque la ONU sigue siendo la mejor herramienta (que no arma) que el mundo se ha dado para mediar y mantener la paz en el mundo. La historia, incluso loca, concede oportunidades. Y este es un momento idóneo para reclamar mayor institucionalidad, mayor compromiso político y económico de todos para alentar mecanismos de cooperación en la gestión de las crisis. Se salva a la ONU generando una nueva visión de la ONU: puede que esta sea una oportunidad única para darle Fin al Veto, esa trampa que permite a cinco países anular con un gesto absolutista la voluntad dialogante de todo el resto. Resucitaría así una institución de verdad democrática en la que todos los países quieran colaborar económicamente, sin depender del criterio abusivo de los “patrocinadores”. Y China creo que haría bien proponiéndose para abandonar esa prerrogativa bochornosa del Veto. Si no lo hace, puede que el nuevo Calígula, ahora que se ha hecho amiguito del malo, lo señale como el nuevo archienemigo del mundo libre.