Rédito político
Este miércoles hemos comprobado que la mentira, la xenofobia, la hipocresía, las amenazas y el insulto llevados al extremo pueden volver a hacer presidente de los Estados Unidos a un convicto como Donald Trump. Se ratifica pues que a una gran mayoría de la sociedad norteamericana le importa un bledo que ocupe la Casa Blanca un individuo sin escrúpulos, con más de 30 supuestas causas penales pendientes, que les ofrece la más que dudosa posibilidad de “hacer grande a América otra vez”. En estas circunstancias, no nos extraña que numerosos dirigentes políticos de corte ultraliberal y conservador vean al líder republicano como un ejemplo a seguir para alcanzar el poder a cualquier precio. En nuestro país podemos hacer, salvando las distancias, un cierto paralelismo entre el modus operandi trumpista y la manera de hacer política de algunos de los dirigentes políticos de la derecha y la ultraderecha españolas en la triste tragedia de la DANA.
Desde el pasado día 29 de octubre, la mentira y el bulo campan a sus anchas, no sólo en las redes sociales sino también en programas con tintes “informativos” de televisiones generalistas y en ciertas emisoras de radio. Desde los cientos de muertos inexistentes en un parking valenciano, hasta falsas informaciones sobre los horarios de las alarmas emitidas por la AEMET y la llegada del auxilio de los militares, pasando por acusaciones al presidente Sánchez de negar ayudas a los damnificados o por manipular a la opinión pública con bulos sobre las distintas competencias de las administraciones. Ha habido no sólo amenazas, sino también actos violentos contra los reyes y el jefe del Ejecutivo, a los que asimismo se les ha insultado y vejado gravemente. La desinformación ha creado un tóxico caldo de cultivo entre una sociedad muy tocada por la tragedia cuya primera reacción no debería ser la de buscar culpables sino buscar soluciones solidarias para paliar la situación. Y algunos informadores reputados no han hecho sino hacerse eco de barbaridades sin contrastar o desmentir los bulos lanzados por pseudo periodistas de su entorno.
Tal clima de crispación social e ignorancia de la realidad beneficia a quienes pretenden acabar con el Gobierno de la manera que sea. No hace falta ser muy listo para adivinar quién o quiénes pueden ser los beneficiarios. Desde la oposición política estamos asistiendo a posturas vergonzosas que, lejos de buscar el consenso y la unidad de acción, expanden el mensaje de que el Gobierno no ha actuado como debiera, ocultando que quien debe actuar primero, y con celeridad, es la comunidad autónoma conforme a sus competencias y a los protocolos existentes. Un presidente autonómico no debe retrasar varias horas una petición de intervención que sólo a él le corresponde formular y menos debe acusar después al Gobierno central, contradiciéndose a sí mismo, de una dilación en el envío de recursos de la que sólo él es responsable. Un líder de la oposición tampoco puede acusar a su adversario en el poder de ocultar informaciones que todo el mundo conocía, en tiempo y forma. Ni responsabilizar al Gobierno de falta de colaboración cuando éste la prestó desde el primer momento que se conoció la catástrofe. Esperemos, no obstante, que la sociedad española no sea como la norteamericana y sepa diferenciar el grano de la paja, porque de esa capacidad de discernimiento depende gran parte de nuestro futuro inmediato.