Punto y final
Siento ser pesado a veces. La semana pasada os hablaba de la huelga en educación y la ausencia de oposición en nuestra ciudad y región. Intento no escribir nunca esta columna en caliente porque un servidor puede acabar diciendo cosas de las que luego se arrepienta —hay que dejar que las ideas se oreen— pero me arrepiento ya de tantas cosas, que una más tampoco me matará. Por otro lado, hay que saber escuchar y asumir la realidad por triste o adversa que la percibas. Aunque leerás esto otro día, yo lo estoy escribiendo el miércoles. He estado en la concentración frente a la Delegación en Cuenca. Si has estado, seguro que me has visto, porque éramos cuatro gatos. Así que, como rectificar es de sabios, asumiré que mi opinión era errónea y que la mayoría de los docentes apoyan cómo se gestiona la educación en esta región; que no consideran las ratios inadecuadas o que no se sienten, en ocasiones, sobrepasados por la burocracia. O por lo menos, no molesta tanto como para hacer alga. La situación es mucho mejor de lo que yo creía; por lo tanto, pido perdón. De hecho, iré más lejos, he de admitir que no solo he sido un necio en mis juicios (que, además, he publicado aquí a los cuatro vientos), he sido un ciego. Debería de haberme dado cuenta de que, si hasta la oposición calla, es porque se está haciendo bien. «Y sin embargo, se mueve».