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Por insistir

No es la primera vez que traigo a este mi semanal rincón de opinión el asunto de la falta de arbolado en las vías de comunicación que llevan a o que bordean el nuevo Hospital de Cuenca cercano ya, a lo que parece, tras su digamos inauguración oficial a entrar en funcionamiento –se habla de que el traslado desde las actuales instalaciones del Virgen de la Luz podría iniciarse en torno a Semana Santa– a lo largo de este año. Al contrario de lo que sí se ha hecho –aplausos pero que ya– en el recientemente construido nuevo tramo circulatorio que desde la Ronda Oeste inicia el camino hacia el centro sanitario donde, compartiendo espacio con las papeleras y los bancos que así mismo se han ubicado en sus aceras –que sigan las palmas por ello– elevan su todavía joven pero ya grácil porte toda una serie de ejemplares arbóreos, las del resto del recorrido –el con anterioridad ya tiempo ha, bastante tiempo, realizado– siguen huérfanas de proyecto alguno de sombra y ornato vegetales: los alcorques en el trecho que discurre por delante de la Granja Escuela  El Terminillo y el Centro de Empresas continúan cementados y los en su día asimismo ejecutados en las de las calles que circundan las edificaciones sanitarias, que sí muestran su fondo terroso, no sólo siguen sin que en ellos se haya dispuesto ejemplar alguno que en ellos pudiera echar raíces sino que los que de una u otra especie habían en un cierto número de ellos crecido espontáneamente,  han sido arrancados en contraste con los que sí se han –bien está– colocado en bastantes zonas del interior del urbanizado recinto hospitalario. Bien sé cómo, las más de las veces, cuanto decimos u escribimos desde nuestros cuarteles opinativos articulistas o columnistas no haya eco alguno en quienes podrían aceptarlo o al menos debatirlo y por tanto no viene al caso recordar cómo en esos mis anteriores textos sugerí en vano que, aprovechando que esos alcorques ya existían y que todavía faltaba por aquellos entonces tiempo para que la construcción del Hospital se fuera llevando a cabo, estaría bien que se fueran plantando ya ejemplares que pudieran así ir adquiriendo resistencia y un cierto porte para cuando aquel entrara en funcionamiento; por ello tampoco me hago muchas ilusiones de que quien puede hacerlo me haga tampoco ahora caso alguno, pero por insistir que no quede, que al fin y al cabo la esperanza es lo último que dicen que hay que perder, de modo que dicho queda de nuevo por si –ojalá– me en esta ocasión me avergüenzan por desconfiado. Y bueno, ya que estoy, ¿qué tal si también quien corresponda consigue que las fuentes de un recinto tan tradicional y bello con el del parque de Santa Ana o la que justo a su vera, en la glorieta aledaña al antiguo Vivero alza triste y seco el pedrusco que la centra, puedan volver a disponer –para que de verdad cumplan la función para la que en su día fueron erigidas y para goce de quienes a su lado pasen y las contemplen–   de esa agua que durante tanto y tanto tiempo se les viene negando? Por insistir…