¿Podemos o no podemos? That's the question!
El fundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, está en el ojo del huracán después de que un ex colaborador de Pablo Iglesias haya revelado presuntos casos de acoso sexual por su parte. Se trata de un testimonio que se suma a los mensajes de varias mujeres en las redes sociales en los que relataban episodios similares y que traen a la actualidad el llamado “caso Errejón”, por la similitud entre ambos, no sé si en la forma, pero sí en el fondo. Un fondo marcado por el eslogan “hermana, yo sí te creo” …siempre que no me acuses a mí, como sé pone de evidencia con lo que está aconteciendo.
Y es que cómo sucede con harta frecuencia entre los predicadores de lo que hay que hacer, dada la superioridad intelectual y moral que los sitúa en la cima del monte Olimpo para pontificar a diestra y siniestra, soltando frases grandilocuentes, que por repetidas y amplificadas, lejos de perpetuarse en la historia, se convierten, más pronto o más tarde, en ser corregidas o anuladas por el acervo popular echando mano a los refranes “Dime de qué presumes y te diré de qué careces” o “Una cosa es predicar y otra dar trigo”.
Pero si analizamos el caso desde el sentido común del humor (no sé a ciencia cierta si tal sentido pudiera existir o se trata de un oxímoron), está claro que esos exegetas del viejo, nuevo y ¡hasta! futuro testamento, pusieron el nombre a su partido que les dictó su subconsciente, porque estaban seguros de que podrían con todo lo que se les pusiera por delante, dado que iban a “asaltar el cielo” (frase, por cierto, ya utilizada por Marx y no me refiero al genial Groucho, sino al otro) incluida, por supuesto en su relación con las mujeres que tenían cerca, olvidándose de que siendo solo valido el “Sí es Sí”, tendrían que haber añadido a su denominación un par de signos de interrogación, es decir ¿Podemos?
En cambio, sus compañeras fueron tan conscientes de su situación que ampliaron el nombre de su formación, añadiendo un ”Unidas”, en la seguridad de que individualmente estaban más desprotegidas que juntas, y que, a decir verdad, supuse, entonces, que el sobrenombre era por remarcar su condición de feministas a ultranza, pero, visto lo visto, me equivoqué por partida doble, ya que por una parte, pasé por alto que, en su lógica inclusiva, deberían haberse denominado “Unidas/unidos Podemos” y, por otra, parece obvio colegir, visto lo visto, que ni unidas han evitado el acoso de sus ¿iguales?