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Planes, no ocurrencias

El desprecio a lo común de quienes, paradójicamente, estaban, al menos presuntamente,  participando en, precisamente, miren por dónde, la celebración de lo común –la pelea por el título y finalmente la victoria de la selección nacional de fútbol en la final de la Eurocopa– dejaba su incívica y triste huella el pasado domingo en el área infantil de uno de los más entrañables y tradicionales espacios ajardinados de nuestra capital, el  Parque de Santa Ana, dañando y deteriorando varios de sus elementos. Aparte de la lógica condena de tan irracional e incívica actitud y del aplauso al anuncio por parte de los responsables municipales de la inmediata reparación de los destrozos déjenme que parta de ese hecho para aplaudir ese plan de mantenimiento de estas áreas dedicadas al esparcimiento de los más pequeños ya iniciado por el ayuntamiento tras haber, según sus propias declaraciones, superado –menos mal–  unos trámites administrativos y burocráticos que según sus propias declaraciones habrían “ido más lentos de lo que nos gustaría”, especialmente y sobre todo por su declarado objetivo de que la empresa adjudicataria del correspondiente contrato “lleve a cabo una conservación constante en el tiempo de los elementos que componen estos espacios y no solamente actuar puntualmente”, es decir que esa actuación sea continuada y hay que suponer que sometida a un plan.

Y dando el salto, permítanme también que ahora vuelva, una vez más, a una de mis obsesiones a la hora de asomarme a esta ventana de opinión que Las Noticias de Cuenca me brindan cada semana: la de que tanto las administraciones como, también, los colectivos sociales actuantes en nuestra capital o en nuestra provincia, aborden esas sus actuaciones mediante precisamente eso, planes; planes proyectados para afrontar sus metas de una manera racional y previamente estudiada teniendo en cuenta objetivos globales y, por supuesto, coherentemente coordinados con cuantos otros puedan o vayan a actuar en su misma o cercana área, bajo una clara y concreta e, insisto, planificada y armonizada, puesta en común del logro o logros a alcanzar y en coherencia con otras finalidades coincidentes y no, como tantas veces sucede, a golpe de ocurrencias puntuales que podrán quizá, en un momento dado, parecer o hasta ser geniales, pero que no dejan de ser puntadas a veces hasta incoherentes o incompatibles unas con otras en vez de conformar, ligadas y congruentes, la urdimbre del deseable tapiz común a alcanzar.

Dicho queda, por si de algo sirve, una vez más.