Una de pisuergas
Cuando miro a mi alrededor, veo gente muy diferente. Así, lo más normal del mundo es que la Navidad sea también muy diferente para cada uno. Imagino que puede ser familia, religión, fiesta o negocio; entre otras muchas cosas. Para mí, suele ser el momento de los asuntos pendientes. Una chapuza casera que se atraganta durante años, una lectura prometida a uno mismo y, este año, asuntos de médicos; propios y familiares.
Espero que esta columna no la lea nadie de Madrid ni de Andalucía; porque he conseguido, con mi madre, cita rápidamente, con un carro de recetas (tristemente necesarias) y otro par de citas para algunas pruebas de una semana para otra. A mí, y de aquí nace esta columna, me han dado cita para una resonancia magnética de un día para otro; o, mejor dicho, de un día para una noche. Resonancia magnética a las once de la noche. El que daba las citas me aseguró que ha dado citas para las dos de la mañana.
El caso es que he quedado gratamente sorprendido y admirado, influenciado claramente por mis expectativas; generadas por el ruido y los rumores. Quizás hay muchas Navidades como muchas personas y como muchas realidades —no me atrevo a decir si en una España o en muchas—. Pero como no todo puede ser perfecto: Sé que habrá alguien leyendo esta columna que esté en un caso muy distinto a mi experiencia, o alguien de rayos al que no le haga tanta gracia trabajar a esas horas. Hay mucho todavía por hacer pero, y esto es para todos igual, ya queda menos para que acabe esta Navidad.