Peatonalizar, pero bien
Hace un par de semanas –el 23 del pasado junio– este semanario se hacía eco de unas declaraciones del alcalde de nuestra capital provincial, Darío Dolz, señalando que desde el consistorio municipal se busca transformar la fisonomía urbana de la ciudad con espacios peatonales atractivos y funcionales y a este respecto la corporación que preside se habría marcado como uno de los objetivos de su nuevo periodo de actuación la realización de un proyecto que embellezca y revitalice la arteria más principal y simbólica de la ciudad baja, Carretería, y su entorno, entiéndanse, se precisaba, las calles de Sánchez Vera, Cardenal Gil de Albornoz, subida de San Agustín, Mateo Miguel Ayllón y Fray Luis de León. Bienvenido sea, desde luego, un plan global para una zona que en tantos aspectos, pero especialmente en esa su perseguida opción de peatonalización, ha sido durante tanto tiempo y en cierta medida un sí pero no, un quiero pero no alcanzo a poder; un plan a propósito del cual, y avanzando algún detalle de lo pensado, el primer edil hablaba de una plataforma única con adoquinado ornamental. Pues bien, ya que parece que se trataría de buscar una solución definitiva para tal empeño, a este provinciano articulista, aunque no sea un experto especialista en tales realizaciones, se le ocurren de inmediato alguna que otra sugerencia que, dados los tiempos que corren, le parecen que deberían –aunque seguro que los expertos bien saben cómo hacer las cosas– tenerse en cuenta a la hora de llevar a la práctica lo mejor posible tan loable pretensión, aunque sean sugerencias tan obvias que casi parecerían de Perogrullo. Por ejemplo, desde luego, que los materiales a emplear para el pavimento, amén de, cual se ha indicado, ornamentales, sean no sólo antideslizantes en caso de lluvia –a uno se le vienen de inmediato ejemplos a la conciencia más que notorios de todo lo contrario en algunos de nuestros parajes urbanos– sino también, por supuesto sostenibles y anticalóricos –ya saben, nada de asfalto ni de cemento, ya existen materiales que, verbigracia, se enfrían por la noche contribuyendo a mitigar el problema de las llamadas islas de calor–, que además se potencie el uso de elementos térreos y herbáceos, que se cuide especialmente el diseño y la gestión de una buena red de drenaje, que los revestimientos a emplear sean de colores claros, reflectantes de la luz solar y porosos y por tanto absorbentes también del ruido, y, por supuesto, que se aumenten los elementos arbóreos cuidando sus alcorques (en la infografía que ilustraba las aludidas declaraciones del primer munícipe brillaban, por cierto, por su ausencia) y su sistema de irrigación para potenciar lo más posible las áreas de sombra, en combinación con una asimismo cuidada vegetación de suelo, así como que se mime la utilización de una iluminación que conjugue las condiciones de visibilidad con la evitación de la contaminación lumínica consiguiendo así eso que los expertos califican como una iluminación calmada, inteligente, sostenible y emocional… en fin todo eso que a estas alturas de siglo sabemos que se debe tener en cuenta –y se puede hacer– para que nuestras ciudades sen mucho más acogedoras y sostenibles de lo que hoy por hoy son y por tanto nos resulte mucho más sano, agradable y placentero vivir en ellas.