Paga el ciudadano
Cuando se pretende acabar con un Gobierno “lo antes posible y con cualquier medio al alcance”, como en su día afirmó el portavoz del PP en el Congreso, Miguel Tellado, todo parece indicar que la oposición tiene que ser feroz y el fin debe justificar dichos medios, al menos para el bando ejecutor. Y ello aunque haya que perjudicar derechos y servicios que los ciudadanos han ido adquiriendo con los años; su pérdida, o su menoscabo, no serán más que daños colaterales en la batalla por desgastar a la coalición gubernamental y llegar a la Moncloa. El voto negativo de populares y Junts al llamado decreto ómnibus no es sino otro ejemplo de esa estrategia de derribo y tierra quemada que la derecha sostiene desde que Pedro Sánchez asumió la presidencia del país. Unos porque pretenden llegar al poder antes de tiempo y otros aún no está muy claro el por qué.
En cualquier caso, los perjudicados somos los de siempre: los ciudadanos. Por un lado, estamos siendo constantemente bombardeados por informaciones y posiciones polarizadas, por bulos y por muestras de extremismos ultramontanos que en nada benefician a la sana convivencia; por el otro, el “no a todo” que practican especialmente PP y Vox nos salpica ahora en forma de merma a nuestra capacidad adquisitiva. El decreto que hemos citado más arriba, incluía avances tan importantes como la subida de las pensiones y las ayudas al transporte, que han quedado suspendidos al no haber salido aprobado. Una vez más, se sacrifica a los ciudadanos más necesitados y se les utiliza como moneda de cambio o como arma arrojadiza en una disputa política. La gente que coge el transporte público no suele tener un Maserati en el garaje y los pensionistas y jubilados no acostumbran a vivir en mansiones a la orilla del mar. Habrá que esperar ahora a ver cómo reacciona el Gobierno al daño causado, porque tendrá que buscar otras fórmulas políticas que ofrezcan más garantías que un decreto que agrupaba medidas en diferentes ámbitos, lo que difuminaba un poco las más importantes. Quién sabe si otro formato habría convencido a quienes votaron en contra. Y habrá que confiar en la memoria de la gente cuando llegue la hora de votar.
El año ha comenzado pues con perspectivas nada halagüeñas, ni en lo político ni en lo económico. La nueva llegada al poder de Donald Trump ha encendido las alarmas en muchos sectores de la población mundial… y no exageramos. Al margen de sus veleidades bélicas y sus medidas neoconservadoras, xenófobas y machistas, el “ultraproteccionismo” que pretende va a influir en todo el planeta porque propone estímulos muy negativos que tendrán respuestas en el mismo sentido. Los aranceles con los que amenaza el reelegido mandatario tendrán sus contrapartidas en forma de descenso de las exportaciones a Estados Unidos y presiones tanto a nuestra producción como a los precios y el consumo. En nuestra provincia quizá no nos influya demasiado en el sector agroalimentario o en el turismo, pero sí lo hará en las sinergias con otras provincias y países, que se verán afectadas de alguna manera.
Trump ha retirado a su nación del Acuerdo climático de París y también de la Organización Mundial de la Salud lo que traerá consecuencias todavía por determinar. En definitiva, respiremos hondo porque nos queda por delante un año 2025 cargado de incertidumbres, pero también de esperanza, porque no todos los dirigentes mundiales son Donald Trump, aunque algunos se le parecen mucho.