Nunca llueve a gusto de todos
Esta Semana Santa, como ha ocurrido en otras muchas a lo largo de los años, el primer movimiento que han hecho cientos de miles de nazarenos de toda España al despertar ha sido abrir la ventana para mirar al cielo y comprobar de primera mano cómo iba a presentarse el día y así intuir si su procesión iba o no poder salir a las calles.
Las modernas tecnologías que se emplean para prevenir la meteorología ya avisaban, con escaso margen de error, que estos días la lluvia y el mal tiempo iban a ser las notas dominantes. Pero los corazones de banceros, cofrades, devotos y visitantes siempre albergaban la esperanza de que los aparatos se equivocasen y el clima fuera benévolo para que se cumpliese un deseo, una promesa o se rindiera un largo viaje que se llevaban madurando todo un año. No ha sido así y una gran mayoría de las procesiones no han podido salir a las calles, aquí en nuestra provincia y en otros muchos rincones de la geografía nacional
Un año más la decepción se ha pintado en muchos rostros y las lágrimas han brotado de multitud de ojos que sólo han podido ver cómo la lluvia cerraba las puertas de los templos y mantenía en el interior hermosos y engalanados conjuntos escultóricos que volverán a dormir el sueño de los justos hasta el año que viene.
los actos de frustración de muchos ciudadanos y nazarenos, pero resulta difícil comprender las reacciones malencaradas manifestadas por numerosas personas contra las tomas de decisiones que se han tenido que tomar por los órganos de gobierno de las juntas de cofradías y las hermandades. En muchas ocasiones, hemos podido leer en redes sociales y paginas web improperios e insultos desproporcionados contra personas que estaban igual de decepcionados o más que los insultantes y que a buen seguro habrían trabajado más por el buen desarrollo de la Semana de Pasión.
Ninguna Hermandad suspende su paso por gusto o para fastidiar a nadie. En el fondo de cada dolorosa decisión está un afán por cuidar un patrimonio artístico e inmaterial de incalculable valor y garantizar la seguridad de los participantes en las procesiones, no sólo banceros y resto de miembros del cortejo, sino también de las bandas de música y del público asistente. Los airados críticos, si son creyentes, deben además tener en cuenta que la lluvia es un regalo divino y más en esta época marcada por la sequía y la contaminación de muchos ríos.
Quizá deberían reflexionar en la posibilidad de que el mal sobrevenido pueda devenir en un bien futuro beneficioso para la comunidad. Desde luego, tienen derecho a quejarse, pero no a despotricar por el cumplimiento de unas normas que deben acatarse, aunque duela… y mucho.
La lluvia y el mal tiempo se han llevado también los buenos augurios que poco antes de la Semana Santa existían en el ámbito del turismo y la ocupación hotelera. No queremos decir que haya unos días de pérdidas, pero las expectativas del “cartel de completo” han quedado algo alejadas. El fracaso del sector en esta etapa del año no suele ocurrir porque nuestra provincia, y sobre todo la capital, ofrece otros muchos atractivos al margen de las procesiones, pero las cuentas de resultados sin duda se van a resentir. Sin afán de extraer ventajistas conclusiones “a posteriori”, es posible que haya que escuchar más a quienes consideran que hay que intentar desestacionalizar el turismo porque el clima cada Semana Santa nos demuestra más que cambia para peor.