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El metaverso sexual

En mi anterior artículo titulado “Juro o prometo o…vaya usted a saber”, reconocía que ya estoy fuera de juego en muchas cosas que antes, para mí, eran fácilmente comprensivas por su simpleza, pero que, con el devenir de los tiempos, se van complicando por unos matices que, aun reconociendo su utilidad, dificultan su comprensión. Al menos, personalmente. Hoy me voy a referir a la sexualidad, pero no a la “hetero”, “homo” o “bi”, por ser algo que ya damos por sabido.

En principio se ha determinar la diferencia entre sexual y asexual, empleándose el primero para determinar a las personas que experimenta una atracción o deseo sexual y el segundo, para quienes no la sienten, pero, hete aquí, que existe un término denominado grisexualidad, que se refiere, según los expertos en la materia, a alguien que se sitúa “entre las líneas de lo sexual y lo asexual”, es decir, que el grisexual puede “tener sexo condicional o depender de la persona”.

Pero ahí no acaba la cosa, qué va, resulta que hay más cera que la que arde en materia de identidades sexuales, porque existe también la llamada demisexualidad que se refiere a lo mismo que el grisexual, pero conociendo muy bien a la otra persona. O sea, sexo con condiciones y dependencia otra persona, pero tratándose de tú, porque hay confianza.

Bueno, pues cuando pensé que “ya estaba todo el pescado vendido (o la carne, que cada un@ tienes sus gustos)”, sobre el asunto que nos ocupa, sale la actriz francesa Sophie Marceau (La hija de D’Artaganan, Braveheart) declarándose sapiosexual, que, según sus publicas declaraciones, es un concepto relacionado con la identidad sexual que hace referencia al hecho de sentir atracción sexual o romántica por la inteligencia de otra persona. Esta atracción no implica que no se valora el físico, sino que la inteligencia, la cultura o el carisma de la otra persona juega un papel principal a la hora de enamorarse.

Por si fueran poco las características o cualidades descritas para sentir dicho tipo de atracción, la actriz remata con “la inteligencia, además, no es solo aquella que se puede medir por unos conocimientos, también abarca la inteligencia emocional o la relacionada con el conocimiento de uno mismo, la empatía o la social”. ¡Casi nadie al aparato!

Vamos, que a mí me parece que a la Marceau se le ve el plumero (francés, por supuesto) y lo que esconde detrás de sus manifestaciones sexuales es que se trata, sin tipo alguno de paliativos, de una autentica autoromantica, es decir, la persona que se complace a sí misma tanto en plano sexual como en el sentimental. En mis tiempos, a dicha práctica se le llamaba de otra manera, pero mucho más vulgar, y es que para estas cosas los franceses son más refinados, la verdad sea dicha.